27 diciembre 2009

En Busca de lo Universal


La Historia Universal es la de un solo hombre.
Jorge Luis Borges

Uno de los objetivos de la ciencia es el descubrir el funcionamiento de los distintos objetos que estudian. Incluso en las “ciencias” modernas, como son las sociales o las jurídicas, persiste la obsesión de encontrar un mecanismo universal que rija el comportamiento de aquello que estudian. Hay, sobre todo a partir del positivismo, una tremenda obsesión de racionalizar y universalizar todo lo que al ser humano rodea, creyendo que ésta es la única fuente de conocimiento válida.

Se han conseguido cuantiosos logros en áreas donde el objeto de estudio parece ser estático. Las ciencias naturales son el ejemplo más claro. Todo avance que se ha hecho en este campo ha partido de que el mundo es el que es y va a permanecer para siempre. Pero, ¿es eso cierto? Por ejemplo, en geología, concretamente el área que estudia la evolución de la Tierra nos permite obtener conocimiento gracias a que los cambios son relativamente lentos (tomando como punto de referencia la vida media del ser humano). Creemos así que los climas son universales, que los periodos de lluvia, las estaciones, etc. son y serán así por siempre. En cierta manera, parece que así será por lo menos hasta que esta generación (y muy probablemente la siguiente, y la siguiente, y la siguiente) perezcan, pero esto no indican que ese conocimiento sea universal, que la Tierra haya tenido siempre estos climas, o que el Everest sea el pico más alto del mundo.

Algo similar ocurre en Astronomía, donde tomamos el mapa del cielo como eterno, cuando bien sabemos que éste cambio a lo largo de los años, aunque sus perturbaciones no afecten en toda una generación.

Sin embargo, cuando tocamos materias relativas al ser humano, la cosa cambia. Las sociedades cambian con cierta celeridad, las leyes prácticamente todos los años, cada día estamos escribiendo parte de la Historia, las fronteras son fácilmente moldeables, las lenguas andan en continua evolución, etc. Todos estos elementos relativos al hombre son fácilmente moldeables, y es muy probable que en una misma generación se hayan producido muy diversos cambios en diferentes áreas del conocimiento relativas a las humanidades.

Pretendemos siempre lo estático, cuando ciertamente, todo es dinámico. Tenemos métodos que nos permiten únicamente conocer el instante concreto de las cosas, como simples fotografías, pero desconocemos aquellos que nos permiten analizar las evoluciones o predecir los cambios. ¿O acaso alguien sabe cómo será el clima dentro de 10.000 años o cuándo ocurrirá el siguiente terremoto?

Necesitamos creer que todo es universal, que todo es estático y quieto para a partir de ahí inferir conocimiento de un modo lógico. Necesitamos la seguridad del instante, de lo constante. Somos incapaces de concebir que absolutamente todo está en un continuo cambio, más o menos rápido, y que todo lo que hasta hoy conocemos, probablemente deje de ser cierto en un tiempo finito. Tenemos la obsesión de creer que el mundo será siempre tal y como hoy lo concebimos, que las sociedades son inmutables y que las leyes siempre apropiadas.

El conocimiento es válido y útil hoy, pero no podemos asegurar nada de mañana. La obsesión por lo universal es mera vanidad del ser humano, queriendo que su legado y conocimiento perdure por los siglos. Una parte más de su instinto de supervivencia.

Por otro lado, habríamos de analizar el objetivo del conocimiento. Al fin y al cabo, éste no tiene otra función que facilitar la vida al hombre, satisfacer sus necesidades, ya sean físicas o espirituales. El saber que tiene el ser humano le es suficiente para solventar los problemas diarios y las cuestiones éticas del momento, pero ha de tener siempre conciencia de que lo que sabe y presupone eterno es sólo válido en una estrecha franja temporal, aunque para convencerse de ese saber necesite disfrazarlo de universalidad.

Por eso, cuando uno pretender saber qué lleva al hombre a comportarse de una determinada manera, cuáles son los valores de la humanidad, cuál es el motor del comportamiento del hombre, no puede aspirar a otra cosa que no sea conocer qué principios, valores e ideas han perdurado por más tiempo entre los seres humanos, sabiendo que hubo un día en que no existieron y que habrá uno en que no existirán.

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25 diciembre 2009

Feliz Navidad


El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien.
Francisco de Quevedo

La verdad es que tengo bastante descuidado el blog. Y no porque quiera, porque últimamente tengo una cantidad ingente de reflexiones que me gustaría plasmar por aquí, pero paso demasiado tiempo fuera de casa, y cuando ando por ella es para emplearlo en otras obligaciones. En cualquier caso, el fin de este mensaje no era una justificación sino un agradecimiento a todos los lectores (se sobreentiende que lectoras también) que seguís este blog. Os deseo feliz Navidad a todos, y espero que el año próximo sea más productivo, también en cuanto a entradas se refiere.

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08 diciembre 2009

La Esencia del Individuo


Me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una variedad de su especie.
Miguel de Cervantes Saavedra

Podríamos decir que ciertos comportamientos dentro de los seres humanos están predeterminados. Hay determinados patrones de conducta que parecen repetirse en las personas, que de una u otra forma todos repetimos. Puede deberse esto a que los seres humanos aprendemos, en cierta manera amplia, en base a la imitación; y que es esta imitación la que nos hace comportarnos igual que las personas a las que imitamos.

También es cierto que cada persona es única. Cada cual tiene una experiencia vital propia, una educación personalizada (amalgama de familia, colegio y sociedad) y unos intereses, deseos e intenciones propios. Intentar determinar el comportamiento absoluto de una persona de manera universal, habiendo tantas variables propias para cada individuo es imposible, o al menos, queda mucho aún para poder realizarlo.

La esencia de las personas es precisamente esa incógnita en cuanto a sus actuaciones. Pese a que hay tendencias y hay valores y principios “regulados” por el entorno, las sociedades y las culturas; no se puede nunca afirmar a ciencia cierta que un determinado individuo vaya a actuar siguiendo un determinado patrón. Únicamente podemos fiarnos de las probabilidades, de lo que es más o menos probable, pero afirmar a ciencia cierta una actuación concreta es subestimar al ser humano.

Las personas tenemos una serie de voluntades ocultas, una capacidad de pensar por uno misma, una auto-determinación. Las decisiones, en última instancia, son propias de cada ser. Somos nosotros quienes decidimos hacer o dejar de hacer algo, los que pensamos de una u otra manera, y aunque a nuestro alrededor se tienda a un pensamiento o a una forma concreta de actuar, tenemos nosotros la última palabra, la última reacción. Somos quienes decidimos, aunque algunas decisiones, como todo en la vida, sean más difíciles que otras, precisamente por los condicionantes sociales y del entorno, en definitiva, por las consecuencias.

La libertad de decisión es algo que siempre pertenecerá al individuo. La sociedad, la cultura y las demás instituciones que conforman nuestro entorno no podrán sino influir y establecer “sanciones” o “consecuencias”. Esas consecuencias podrán limitar nuestra libertad, en el sentido de que agregarán peso a uno u otro lado de la balanza y la elección no estará exenta de consecuencias; pero pese a tener todo en nuestra contra, un individuo puede actuar contra lo esperado, rebelarse contra todo y todos y marcar su propio camino. Es esta capacidad de salirse del camino trazado, esta voluntad última personal, la que hace imposible determinar con rotundidad el comportamiento de cada individuo. Es lo que constituye la verdadera esencia del individuo.

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02 diciembre 2009

Conceptos y Palabras


Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento.
Voltaire

Con las palabras, con el lenguaje en general, tratamos de hacer reglas generales a través de los conceptos, creándonos ideas mentales acerca de las cosas que suceden en la realidad. Esta característica “idealizadora” tiene, como todo en la vida, su parte positiva y su parte negativa; y como todo en esta vida también depende del punto de vista con el que se vea.

En primer lugar, esa conceptualización general de las cosas nos permite comunicación. Cuando hablamos de “árbol”, tu interlocutor tiene en su cabeza una idea más o menos similar a la tuya, y gracias a ello, es posible la transmisión de un conocimiento, de unas ideas o de unas sensaciones.

Cuando son objetos concretos, todo funciona de maravilla. Sin embargo, cuando entramos en el campo de los sentimientos y de las sensaciones se suscitan ciertos problemas: ¿es el amor igual para todo?

Ocurre, con las sensaciones y sentimientos también, que uno se encuentra sumergido en una de esas sensaciones. Rara es la sensación o sentimiento que uno guarda para sí; normalmente uno intenta transmitirlo, sino con gestos y acciones, con palabras. Cuando se emplean estas palabras para describir un sentimiento, nos estamos dejando siempre algo sin describir, o tal vez, algo puede no ser entendido tal y como nosotros los vivimos.

Toda expresión lingüística supone la mutilación de una idea. Es el gran problema de las palabras, que al fin y al cabo no son más que un instrumento de comunicación, y no una traslación de conceptos universal y unificada. Y es a la vez lo que tanto encanto les da, la esencia de la literatura, el doble juego que a veces proporcionan, pudiendo interpretar de ellas cada uno lo que uno quiera interpretar.

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30 noviembre 2009

Lo esencial


Lo esencial es invisible a los ojos
Antoine de Saint-Exupéry

Llevo muchas entradas, que a fin de cuentas no son más que un reflejo de mi pensamiento, hablando de cosas “importantes” como son la política, el derecho, las leyes, la separación de poderes, los gobiernos y la administración. Me planteo, no siempre en el blog, qué puede cambiarse para que el mundo gire cada vez con un poco más de armonía, y pareciera como si todo se redujera a un conjunto de leyes y a unas relaciones de poder.

Muchos de los grandes pensamientos y divagaciones tratan acerca del orden político y de las leyes, creyendo que en esos dos conceptos puede encontrarse algo más allá de un dolor de cabeza. Buscando la realidad fuera de ella misma, queriéndola modelar a base de conceptos abstractos e inventados.

Pareciera como si la verdad y la felicidad se encontraran entre las palabras, entre las ideas. Y puede que se hallen justo en la antípoda. ¿Es alguna ley es más verdad, acaso, que un beso, un abrazo o cualquier sentimiento? ¿Dónde se halla entonces la felicidad?

Pregunta compleja, y muy probablemente indisoluble de manera universal. Cada cual construye la suya, me temo. Hay quien pasa una vida entera pasando todo por el filtro de la razón, matematizándolo todo, abstrayéndolo en el pensamiento, buscando una fórmula que sacie sus ansias de no sabe muy bien qué; incapaz de comprender que la felicidad probablemente se encuentre en cualquier paisaje estival, en algún verso olvidado o en la buena compañía.

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27 noviembre 2009

La No Declaración de la Vivienda de Alquiler


¿Qué confianza puede tenerse ni qué protección encontrarse en leyes que dan lugar a trampas y enredos interminables, que arruinan a los pleiteantes, engordan a los curiales y facilitan a los Gobiernos el cargar impuestos y derechos sobre las disensiones y pleitos eternos de sus súbditos?
Barón de Holbach

Después de los datos que se publican hoy en IDEAL acerca de que el 74% de las viviendas en alquiler en la provincia de Granada no están declaradas y no pagan impuestos, ¿tiene pensando alguien dimitir? ¿Es culpa de alguien? Digo yo que si el periódico tiene acceso a esta información, la tendrá también Haciendo, ¿no?

Esto lleva a plantearnos qué es lo que le pedimos a los gobernantes. ¿Les pedimos únicamente que cada cuatro años se acuerden de nosotros para que los legitimemos en el poder? ¿O les pedimos que gestionen como si fueran suyos los recursos de todos?

¿Por qué la morosidad en los bancos, que es del 3% aproximadamente, es algo tan alarmante y la morosidad de otros impuestos, como este, del 74% sea aceptable? ¿Ustedes se imaginan una inmobiliaria que alquilara viviendas y que no le cobrara el alquiler al 74% de los inquilinos? Ciertamente, no. Pero parece que cuando el dinero no es de uno, duele menos perderlo. ¿Y cuántos casos similares a este de economía sumergida existen en nuestra provincia, región y país? ¿Y es que nadie sabe acaso que ocurren?

Cuando después el Estado presenta un déficit del “x” por cierto, y alegan los gobernantes que la “única” solución es subir más los impuestos. ¿Por qué no se plantean las administraciones cobrar los impuestos que ya les corresponden antes de subir otros?

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25 noviembre 2009

Reflexiones acerca del Tribunal Constitucional


Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos.
Simón Bolívar

Llevo poco en el “mundillo” jurídico y puede que esta opinión sea prematura, pero con ese poco que llevo visto, al derecho le encuentro cada vez más puntos en común con la estadística, en el sentido de que todo puede ser interpretado, todo puede ser leído de mil maneras y todo puede ser llevado al terreno que más a uno le convenga.

En estadística, si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, oficialmente ambos tenemos un coche de media. En el derecho sucede algo similar: resulta que eso que en su día fue (y que tanto se cita por parte de los políticos) verdad casi axiomática, infalible, racional y perfecta (la ley); deja totalmente abierta al juez o magistrado la veda de la interpretación. Esto puede chocarle a todo aquel que tenga un concepto de la ley como fuente directa del derecho. Pero la realidad va por otro lado. Al final, la ley no es la ley en sí misma, sino la interpretación que se hace de ella.

La jurisprudencia en España (las interpretaciones definitivas de las leyes, por decirlo de alguna manera) la sientan dos órganos: el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. Cuando hablamos del segundo de ellos se nos viene siempre a la cabeza la defensa de los derechos fundamentales: la libertad de expresión, la de reunión, la de circulación, etc. Pero resulta que el Tribunal Constitucional no sólo resuelve sobre temas concernientes a los individuos y a las personas físicas, sino que tiene la gran responsabilidad de dictar sentencias acerca de la configuración del Estado, ya que es la Constitución donde se “constituye” el estado.

El Tribunal Constitucional es, por tanto, un tribunal político, en el sentido de que las sentencias de este órgano trascienden en la política y organización del estado. La próxima sentencia del Estatuto de Cataluña configurará, para bien o para mal, España, al igual que lo han hecho todas y cada una de las anteriores. Esto se debe a que lo que el Tribunal Constitucional interprete se convertirá en la única lectura válida (a nivel jurídico) de la Constitución.

Precisamente porque el Tribunal Constitucional es un órgano de vital importancia para un Estado, chirría el hecho de que sea el Parlamento el que, directa e indirectamente, elija a sus miembros. ¿No se supone que este país se rige por una división de poderes? ¿Cómo es posible que el mayor órgano de un poder (judicial) sea elegido por otro (legislativo)?

Hay ciertos aspectos de la democracia que hay aún que incluir o mejorar en España si pretendemos una verdadera democracia, como por ejemplo la participación ciudadana. Pero ¿cómo vamos a aspirar a tener una democracia avanzada, que supone una evolución del Estado, si los principios básicos, aquellos que ya se consolidaron en aquel Estado Liberal del siglo XVIII (separación de poderes), no los tenemos aún instaurados?

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20 noviembre 2009

Relativismo


Si mi teoría de la relatividad es exacta, los alemanes dirán que soy alemán y los franceses que soy ciudadano del mundo. Pero si no, los franceses dirán que soy alemán, y los alemanes que soy judío.
Albert Einstein

Todo es relativo. O al menos eso es lo que pretende defender el relativismo. Nada se puede verificar ni refutar de manera absoluta. Siempre queda un “pero”. Ni lo bueno es bueno, ni lo malo es malo: todo depende de cómo enfoquemos esa mirada, de cómo describamos las acciones y de con que partes nos quedamos.

Todo puede ser reducido al relativismo. Incluso las matemáticas, absolutas donde las haya. No siempre dos más dos son cuatro. Y eso es cierto. Si trabajamos en un sistema en base tres, por ejemplo, dos más dos será uno.

En las conductas morales el relativismo es bastante frecuente para defender una determinada actitud. “Es que para mí eso no es malo”, argumento el que defiendo algo que choca con la conducta o moral de la mayoría. “Y la moral es algo totalmente personal y subjetiva”.

Igual puede pasar con el arte. Es más, suele pasar cuando a uno le critican una obra: “No, pero es que el arte es algo de cada uno. Y a mí me gusta así”, aunque sea una auténtica porquería.

Yo creo que hasta el relativismo es relativo. No todo puede ser relativizado, o al menos, no hasta el extremo que se quiera. Cuando algo se relativiza en exceso, pierde su esencia. La moral deja de ser moral cuando todo vale. El arte deja de ser arte cuando cualquier manifestación es considerada con valiosa. Todo ha de seguir unos criterios y normas más o menos establecidos. Todo tiene unos límites.

Debe haber algo, unos criterios (en los que hoy no entraremos) que dispongan la libertad del arte. Pero debe haber una serie de características, atributos o factores comunes que describan lo que es el arte. No todo puede ser arte. Igual que dos más dos no puede ser cualquier número. De acuerdo con que no siempre es cuatro, pero no puede ser el número que nos dé la gana. Habrá que fijarlo con las normas de ese sistema o esa base. Y según una u otra base, será uno u otro resultado.

El relativismo debe ser manejado entre unos límites. Veamos por ejemplo que ocurre con la libertad. La libertad marca unos límites, tradicionalmente se dice que acaba la de uno donde empieza la de otro. En el momento que borramos ese límite la libertad se convierte en libertinaje. Todo vale. Todo está permitido. Y eso anula por completo la esencia de la libertad.

El relativismo es necesario, desde luego. No todo es blanco o es negro. Hay puntos intermedios. Hay que nadar por esos mares intermedios, y es ahí donde se encuentra la variedad y la humanización. Si todos pensáramos igual, por ejemplo, no seríamos personas. Seríamos productos de fábrica. Es la variedad lo que enriquece a la humanidad, la diversidad de puntos de vista y lo relativo de ciertas instituciones propiamente humanas, como son la moral o el arte.

Sin embargo, un exceso relativismo conduce a la desintegración, a la extinción, a la destrucción. Todo pierde su identidad. Nada es nada y todo es todo a la vez. El exceso relativismo acaba en una anarquía conceptual donde nadie sabe qué es nada.

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10 noviembre 2009

El Sentido del Ridículo


Cualquiera que se tome demasiado en serio corre el riesgo de parecer ridículo. No ocurre lo mismo con quien siempre es capaz de reírse de sí mismo.
Václav Havel

Uno de los grandes miedos que tiene el ser humano es el miedo al ridículo. Podemos entender como “quedar en ridículo” aquella situación, provocada por algo que hemos dicho o hecho, que queda alejada de lo que el grupo, ante el cual mostramos el “ridículo”, piensa o actúa.

Es el ridículo por tanto una característica social. Nadie hace el ridículo solo. Necesita salirse uno de los cánones de lo corriente, de las mayorías, o de al menos de lo concebido como “normal”, para entrar en el terreno de lo ridículo.

El ridículo también tiene una connotación de fracaso. No se concibe el ridículo sin una previa aspiración a demostrar la valía personal de uno. Sólo si uno consiente ser excéntrico o excepcional considera que no está cayendo en el “ridículo”. Si uno es sorprendido en un acto comprometido, puede sentir en ridículo.

Pero quizás la característica más significativa del ridículo es que no tenga sus consecuencias de manera inmediata. Lo que a una persona puede provocarle vergüenza, o sentido del ridículo, es el posterior recordatorio o reproche respecto de lo que dijo o hizo, no en el momento concreto.

Nos da miedo el ridículo muchas veces porque sentimos que siempre nos recordarán y nos señalarán como diferentes. Nos da miedo precisamente porque tenemos miedo a ser diferentes, porque no queremos destacar, porque nos gusta más observar que ser observados.

Todo esto último, lógicamente, no es aplicable a esas personas que quieren destacar, porque, en ese caso, pese a cometer ridículo y a ser ellos conscientes de ello, lo disfrazan de voluntad o de acto diferencial (en el sentido de que marca la diferencia).

Es probable que el sentirse en ridículo sea un signo de inferioridad. Es uno mismo el que se siente en ridículo, no el grupo quien nos pone. En ocasiones, aunque ciertas personas intenten evidenciar nuestro ridículo, somos nosotros al final los que cedemos y lo reconocemos. En el momento en que otorgamos la razón a este grupo, empezamos a sentir ridículo. Si por el contrario nos mantenemos firmes en nuestra posición, nos reafirmamos. Hayamos hecho lo que hayamos hecho, no podríamos hablar de ridículo, porque aunque nos acusen, somos nosotros los que finalmente decidimos.

Lo que sucede normalmente es que estamos sometidos a “lo normal” y somos pronto conscientes de si algo está o no dentro de ese ámbito. Tenemos un sentido del ridículo que va intrínsecamente ligado a la sociedad y a la cultura. Quizás una de las maneras para evitar el ridículo sea simular que uno estaba convencido de lo que hacía o decía en el momento en cuestión.

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29 octubre 2009

Lenguaje Redundante


La lengua disimula y encubre los designios.
Diego de Saavedra Fajardo

O también llamado “lenguaje no sexista”. Se trata del fenómeno lingüístico consistente en un continuo acompañamiento, como si no se presupusiera, del género femenino en cualquier sustantivo o adjetivo de género masculino. Por ejemplo decir “los alumnos y las alumnas del centro…” en vez de “los alumnos del centro”, como si alguien con una capacidad intelectual media no dedujera que la expresión “los alumnos del centro” va dirigida a todo aquel “discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la escuela, colegio o universidad donde estudia” independientemente de su sexo.

Se trata pues, a mi entender, de una manera más de transformar la realidad, o más bien las percepciones que los individuos tienen de ésta, a costa del lenguaje. Es una manera de vender una realidad aún no existente y que muchas veces no llega nunca a establecerse. Se pretende en este país conseguir la igualdad a través de las palabras antes que de los hechos. Parece que fuera preferible tener una “sala para empleados y empleadas” que equiparar los sueldos entre ambos sexos. Se prefiere vivir en la ilusión del lenguaje antes que bajar a la cruda realidad.

El problema de este lenguaje redundante, que a priori puede parecer inocuo, surge cuando los cambios en el lenguaje no van acompañados de cambios reales de igualdad. Cuando se cree que por repetir como loros los dos géneros de cada sustantivo, que aparte de demostrar que sabemos concordar géneros en castellano no sirve para nada, cambia la realidad cuando en realidad no es así, sino que seguimos en la misma igualdad (o desigualdad, según como se mire) que antes. Cuando los verdaderos problemas siguen siendo problemas.

A los que creemos en las acciones más que en las palabras y a los que hemos estudiado durante el instituto a conciencia la lengua castellana, esta nueva moda del lenguaje redundante (disfrazado de igualitario) nos choca de frente. Por más que se repita “padres y madres” en los nombres de las asociaciones escolares, si después llega uno a las reuniones y ve que la proporción de asistencia es de ochenta por ciento para los varones y veinte para las mujeres, no sirve para nada.

Propongo una fórmula para todos aquellos redundantes: cambien la realidad, para que así, de manera natural, el lenguaje se amolde a esta realidad, como ya ha pasado con palabras como “jueza”, “médica” o “bombera”, asimiladas después de la inserción de la mujer a estas profesiones. Palabras que hasta hace unos años no existían en el castellano y hoy son parte asimilada de la lengua.

Por favor, no empobrezcan la lengua con redundancias vacías que no aportan nada al significado de las frases ya que todo el mundo las entiende sin redundancias.

Desde la ignorancia, y probablemente violando nuestra libertad opinión al acusarnos, a todos los que defendemos la lengua castellana con sus normas actuales y no comulgamos con este nuevo lenguaje redundante se nos llama machistas. Pido por favor que en el momento en que yo minusvalore a una persona por ser mujer, o discrimine a alguien por su condición de mujer, o agreda físicamente a una mujer; entonces, y sólo entonces, llámenme machista.

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20 octubre 2009

Ética y Política


La indigestión es la encargada de predicar la moral al estómago.
Victor Hugo

Tanto la política como la ética son dos descendientes directos de la filosofía. En ambas dos se analiza cómo es y cómo ha de ser el comportamiento humano, con la salvedad de que en la segunda se analiza al individuo de manera individual, desde unas convicciones meramente personales; y en la segunda se analiza cómo han los individuos de organizarse para convivir de una manera óptima.

Obviamente, el hecho de que sean necesarias una o varias personas para conformar esta organización, implica que esta o varias personas son individuos, y por tanto portadores de una moral encuadrada dentro de una ética.

Surge, pues, en el gobernante, legislador o juez (suponiendo de una separación de poderes) cómo actuar, ya que, a pesar de unas convicciones personales, ha de promover siempre, debido a su ocupación en la estructura de organización política, el bien común. Es posible que este bien común, este bienestar, sino de todos al menos de la mayoría, entre en contradicción con las convicciones personales de cada uno. Supongamos el caso del gobernante que se encuentra ante una enfermedad de un animal, altamente contagiosa y letal en el género humano, cuyo único tratamiento habría de ser la muerte del animal. Supongamos asimismo que este gobernante es contrario a la muerte de los animales. ¿Cómo habría de actuar este gobernante? ¿Qué es primero, individuo o gobernante?

Supongo que ante este caso la respuesta de la mayoría es más que obvia. Y es obvia porque miramos desde nuestra moral. Pero ¿y si fuera un ser humano a quién habría que sacrificar? Aquí seguramente las respuestas se equipararían. Y tanto una como otra respuesta son comprensibles.

Es comprensible, en primer lugar, que este gobernante se negara a sacrificar a nadie; ya que entiende que en su calidad de individuo no es bueno ni justo acabar con la vida de nadie. La cosa cambiaría desde la perspectiva del gobernante. Él ha sido designado como gobernante para salvaguardar la vida y el bienestar de esa sociedad, y es por tanto su obligación moral. No es comparable, podría pensar él, la vida de un individuo con la de toda una sociedad. Su obligación, puede pensar, es salvaguardar la sociedad, el bienestar de la misma, y por tanto, habría de sacrificarlo por el bien de los demás. El fin justifica los medios, que dijo Maquiavelo.

Pero, ¿y nosotros? ¿Qué pensaríamos cada uno de nosotros como parte de esa sociedad que sólo puede salvarse en caso del sacrificio de esa vida? Mucho me temo que todos seríamos partidarios de sacrificar al enfermo, en pro de nuestra vida. Salvo el caso en que nosotros fuéramos esos enfermos, y apelaríamos a la moral y al derecho a la vida por encima de todo.

Y es que mucho me temo, que por encima de toda moral, o mejor dicho, en el puesto más elevado de toda moral, está el instinto de supervivencia individual. En un caso extremo, donde nuestra vida verdaderamente pendiera de un hilo, siempre abogaríamos por salvarnos. Y es sólo cuando nuestra vida anda a salvo cuando nos planteamos sobre la vida de los demás.

Es por eso que conciliar ética y política es harto difícil. Porque es necesario atarse a una moral deontológica muy robusta para no dejarse llevar por los numerosos cantos de sirena que a la política acompañan.

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16 octubre 2009

Ciencia e Ingeniería


Es un hecho que el hombre tiene que controlar la ciencia y chequear ocasionalmente el avance de la tecnología.
Thomas Henry Huxley

¿Es la ciencia equivalente a la ingeniería? Mucho me temo que no. Aunque compartan cosas en común, la ciencia y la ingeniería (al igual que creo que ocurre con la ciencia y las ciencias sociales) no son iguales, ni persiguen los mismos objetivos; aunque sus métodos puedan tener una sistemática parecida.

La ciencia tiene como objetivo la explicación de las cosas. Es una mera observadora. Un actor pasivo. Un mero ente que trata de explicar lo que acontece en el mundo y comprender por qué son las cosas como son.

La ingeniería, sin embargo, pretende cambiar ese mundo. Pretende aportarle a éste soluciones nuevas. Pretende mejorar la realidad a través de nuevos instrumentos y herramientas. Y aunque para ello utilice la ciencia, no son la misma cosa, ya que persiguen fines distintos. La ingeniería es un sujeto activo. Interviene en el mundo.
Para las dos disciplinas es probable que se compartan habilidades. La creatividad es importante tanto para uno, como para la otra, en tanto en cuanto para la ciencia permite la visión de nuevos modelos que expliquen lo que acontece, como para la ingeniería encontrar soluciones mejores a problemas ya existentes.

Es también necesaria para ambas una capacidad de análisis. El científico ha de ser un analista para comprender qué es lo que pasa en su entorno y/o en su objeto de estudio. El ingeniero ha de analizar dónde está el problema y cómo podría solucionarse.

En cualquier caso, en todas las disciplinas del conocimiento es necesario el trabajo y la constancia. No creo que haya disciplinas de éste mejores o peores, más o menos importantes. Simplemente hay modas, donde imperan más unas áreas que otras.

Lo que queda claro es que sin una de ellas, cualquiera que sea, el progreso queda cojo.

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10 octubre 2009

Premio Nobel a las Buenas Intenciones


El infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo de buenas obras
Proverbio español

Siempre he tenido un respeto y admiración por aquellos galardonados con el Premio Nobel, en cualquiera de sus disciplinas. Premiar a aquellas personas que trabajan en pro del conocimiento y de la Humanidad es algo loable a la vez que necesario. Aunque es cierto que nunca llueve a gusto de todos, hay ciertas cosas, que en mi opinión, claman al cielo. Un ejemplo es la reciente adjudicación del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama.

Ya la Academia sueca hizo un amago con aquel premio a Al Gore, cuyo mérito fue lucrarse a través de conferencias y de un documental acerca del cambio climático. Mucha información, mucha palabra (sin entrar en el debate de si son ciertas o no), pero pocos hechos. El Premio Nobel es el premio a los hechos por antonomasia. ¿Cómo se le ha podido dar a una persona que lleva sólo nueve meses en su cargo?

Buenas intenciones, justifican. Buenas intenciones tenemos todos. Cualquiera puede ser, por ende, Premio Nobel de la Paz.

La excesiva propaganda a favor del señor Obama ha llevado a esto. Parece que fuera el Mesías, el salvador del mundo, el hombre que va a acabar con las guerras, con el hambre y con el sufrimiento del planeta. Pero la realidad es que este hombre, aparte de discursos, está haciendo poco, por ahora.

Al igual que me parece bochornoso otorgar el Príncipe de Asturias del Deporte a personas en activo (mejor sería el reconocimiento a toda una trayectoria profesional y no a un buen año), me parece absurdo y des-prestigioso este nuevo Nobel de las Intenciones, habiendo como hay, tantos hechos y tantas personas a quienes otorgar el verdadero Premio Nobel de la Paz, como puede ser, por ejemplo, el recién fallecido Vicente Ferrer.

Me temo que la propaganda en masa está allanando hasta los cerebros de los académicos del premio más prestigioso del mundo. Espero que este “lapsus” sólo afecte a la disciplina de la Paz, porque si no, el siguiente Nobel de Medicina estará reservado a aquel o aquellos que propaguen (o hayan propagado) la Gripe A, por haber fomentado a su vez una vacuna eficiente contra la misma.

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04 octubre 2009

Individuo y Sociedad


En su lucha contra el individuo, la sociedad tiene tres armas : ley, opinión publica y conciencia.
William Somerset Maugham

El hombre puede ser entendido, para estudiarlo en su nivel social, de dos maneras: como un individuo independiente y autónomo, o como una parte de una estructura social, como una célula de un cuerpo social. Es decir, podemos centrar nuestra atención en las células (individuos) o en los organismos (sociedades o grupos sociales).

Se pretende, con estas dos corrientes de estudio, encontrar “verdades” sobre el ser humano, encontrar leyes y teorías que explican su comportamiento e integración en la sociedad, en definitiva, su socialización. Pero mucho me temo que no es posible encontrar soluciones a estos problemas mirando únicamente desde un método.

Pienso que esto es así porque no siempre nos comportamos como individuos independientes o como estructuras sociales. Vamos mutando de una a otra posición según las circunstancias o según el tema que se trate. A veces nos es más cómodo ser parte de un sistema que se mueve, pasar desapercibidos, y otras tantas nos rebelamos contra esa sociedad o sencillamente queremos tener nuestro propio criterio y sentirnos independientes y autónomos.

Lo que nos hace diferentes como individuos son los diferentes conceptos y los criterios de decisión. Es decir, no todos tenemos el mismo concepto de “Peugeot”, por ejemplo. Para unos es una muy buena marca, para otros una basura. ¿Qué es lo que hace que haya tan diferentes criterios? La experiencia y las opiniones. O bien nosotros hemos probado un Peugeot, o bien hemos escuchado hablar a quien lo ha probado, o al menos dice haberlo probado. Y nuestro concepto final será el resultado de una lucha entre opiniones, nuestra y ajenas, sobreviviendo la más consistente o la más insistente.

Los medios de comunicación, que son las opiniones masivas, influyen considerablemente, y muchas veces subliminalmente, en nuestra forma de pensar y en nuestra forma de actuar. Modifican nuestros conceptos. Nos crean necesidades inexistentes. Nos crean estereotipos. Y al ser muchas personas las que convivimos con los mismos medios de comunicación acabamos teniendo conceptos parecidos, sino idénticos, haciendo cada vez más difícil la lucha como individuos y moviendo a sus antojo las estructuras sociales.

Es un mundo complejo el de la sociedad y los individuos. Pero si algo tengo claro es que un único método no es suficiente para tener una visión suficientemente amplia del problema. Por eso es necesario entender al hombre como individuo y como parte de una sociedad (o estructura social).

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28 septiembre 2009

Ciencias Sociales


Si no conozco una cosa, la investigaré.
Louis Pasteur

Vivimos en una sociedad donde todo lo que no esté sometido al examen de la ciencia parece que es inútil, obsoleto, malo, falso o ridículo. La ciencia es la que elige hoy lo que es bueno o malo, lo que es verdad y lo que es mentira. Suple a la religión, hoy en día, en muchos aspectos, ya que lo que hoy es “científicamente probado” ayer era “palabra de Dios”.

Es innegable que la ciencia ha hecho posible la evolución del ser humano en los últimos cinco siglos a un ritmo exponencial, pero eso no significa que para que algo sea válido o sea bueno haya de pasar rigurosamente el test de la ciencia.

Por ejemplo, el análisis de la sociedad, lo que hoy se denomina “ciencias sociales”, tiene escaso rigor científico, en el sentido de que continuamente salen estudios contradiciendo a los anteriores, y se crean tendencias y grupos. Es una “ciencia” que funciona a base de teorías, a base de experimentos, sin leyes ni teoremas, basándose únicamente en la experiencia. ¿Cuánto rigor “científico” tienen este tipo de “ciencias”? O lo preguntaré de otra manera ¿Cuánto de fácil es falsificar o manipular un estudio de estas “ciencias”?

Yo no niego que no haya un conocimiento acerca de la sociedad y los comportamientos sociales, pero me parece excesiva la categoría de ciencia para algo que entra en continuas contradicciones y que no se puede demostrar. A mi entender, las ciencias sociales es a la ciencia lo que la leche frita a la leche: se basa en la ciencia (leche), pero no es una ciencia como tal.

Puede que todo este escepticismo sobre las ciencias sociales provenga de mi ignorancia respecto a ellas, donde en dicho caso, y espero que así sea, tengo ahora seis años por delante para comprenderlas.

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23 septiembre 2009

¿Por qué no subir los impuestos?


Bajar los impuestos es de izquierdas
José Luis Rodríguez Zapatero

Hoy recoge IDEAL un artículo de opinión de Francisco Coronado Ortiz, ex concejal del ayuntamiento de Granada, donde justifica la subida de impuestos que pretende Rodríguez Zapatero. Trata el artículo sobre el Estado del Bienestar y nos recuerda que las prestaciones y los servicios que ofrece el Estado no son gratis y hay que financiarlas. Es entonces cuando apela a la solidaridad de los contribuyentes para con el Estado de Bienestar.

Yo soy el primero que está de acuerdo con que el Estado preste atenciones básicas como son la sanidad y la educación. Creo firmemente que es un deber del Estado proporcionar estos servicios de la mejor manera posible. Creo, también, que el Estado ha de gestionar estos servicios para recibir en toda España un mismo la misma sanidad en la misma educación, proceda uno de donde proceda. Por tanto, estoy en contra de las transferencias de estos servicios a los distintos reinos de taifas, también llamadas comunidades autónomas, donde por ejemplo el SAS utiliza este servicio para colocar en la dirección de los servicios a quién le parece.

En lo que no creo es en que la única manera de financiar estos servicios sea la subida de impuestos. Máxime cuando el señor Rodríguez Zapatero, felizmente seguido por el señor Griñán, se dedican a regalar ordenadores a los infantes de quinto de primaria. Perdóneme usted, pero para que usted regale ordenadores, el dinero me lo gasto yo en lo que me venga en gana, como un viaje, y no en impuestos.

Estoy en contra de la subida de impuestos porque no se gestionan los recursos como es debido, y se despilfarra todo el dinero que se quiere (véanse despachos y coches oficiales de Touriño, o la ex ministra de vivienda, la señora Trujillo). Dinero hay más que de sobra para todo; lo que parece que no hay es ganas de invertirlo correctamente.

Me parece además una sinvergüencería que hace 1 años y medio, para las elecciones, se nos quisieran devolver cuatrocientos euros, y ahora de repente, se nos pida lo propio. ¿Pero cómo gestiona usted el dinero público si en un año y media ha pasado de regalar a mendigar?

Me parece súbitamente hipócrita que se denomine solidaridad lo que realmente ha sido una nefasta gestión y despilfarro del dinero público, que ahora pretende solucionar asfixiando, más si cabe, a las débiles economías domésticas.

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19 septiembre 2009

Creer a Ciegas


El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer.
Mariano José de Larra

El ser humano es un animal cómodo. En cuanto tiene la ocasión se adapta a esa comodidad y a ese “buen vivir” y pronto deja los debates internos y su evolución personal. Le ocurre con los placeres físicos como con las verdades intelectuales.

Como ya bien dijo Darwin, la especie que sobrevive no es la más fuerte, sino la que mejor se adapta al cambio; y el ser humano tiene, en muchas ocasiones, la cabeza y la disposición prevista para el conservadurismo. ¿O cuántas personas se han cambiado de equipo de fútbol una vez ha aceptado que el suyo es el mejor, o por lo menos “suyo”, pese a que su presidente o cualquier miembro de club se manifieste en contra de uno mismo? (no en contra del directivo en cuestión, sino en contra nuestra). Pueden sucederse todas las barbaridades del mundo para con ese club, que nosotros seguiremos fieles a “nuestros colores”.

Y es que una vez que hemos creído encontrar una verdad que marque y fije nuestra realidad, nos cuesta horrores deshacerla, cambiarla o permutarla por otra. Es quizás por lo que durante tantos siglos la gente que nacía cristiana y creía en Dios no se hubiera planteado nunca que quizás ese Dios no exista, o que no sea como la Iglesia lo venda, o ambas cosas. Porque nos resulta mucho más cómodo creer una mentira que replantearnos toda una serie de axiomas.

Y en política, sobre todo en la española, es donde más claro se ve el panorama. Una disciplina, que se presupone intelectual, resulta al final ser más sentimental que el fútbol. En España hemos dejado de creer en las ideas, en los resultados de los Gobiernos, en la bondad o maldad de las leyes que promulgan para fijarnos únicamente en las siglas del partido en las que milita. Hemos hecho la política una cuestión de colores, de bandos, de equipos; donde el mío es el mejor y el tuyo el más detestable. Y aunque el “enemigo” tenga ideas magníficas, jamás seremos capaces de reconocerlas como tales.

Por eso, igual que por lo mismo que la gente seguía con devoción a la Iglesia pese a las atrocidades de la Inquisición, nosotros seguimos como borregos a los líderes de nuestros “colores”. Los hemos encasillado como buenos, y de ahí no hay quién los saque. Somos incapaces de analizar si son buenos o malos, sencillamente porque no queremos. No queremos cambiar de parecer, queremos seguir creyendo, aunque haya evidencias evidentes de lo contrario.

Nos gusta creer a ciegas; y precisamente ese es uno de los grandes males que pueden acontecerle a una democracia.

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13 septiembre 2009

¿Quiénes Somos?


Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos
Eduardo Galeano

Son escasos los momentos en la vida en que uno se encuentra contento y a gusto consigo mismo. Siempre tiene un “pero”, una falta o algún detalle por pulir, y rara vez se consigue estar al cien por cien satisfecho con uno mismo.

El dilema viene cuando, en esos momentos en los que uno no se encuentra a sí mismo o encuentra aspectos que no agradan, qué hacer. Existen dos posibilidades: la primera es resignarse y conformarse con lo que uno es, atribuyendo esto a los genes o al Destino; y la segunda es procurar cambiarse a sí mismo, mediante la voluntad.

La postura a tomar depende inevitablemente de la personalidad de cada uno. Supongo yo, como suele ocurrir en todas las posturas contrarias, que la verdad estará cerca al término medio: que tendrán parte de culpa los genes, y la otra parte será de la voluntad.

Esto nos llevaría a concluir que siempre hay algo de la personalidad de puede moldease a través de la voluntad; y otra que es innata y perenne en el ser humano. ¿Qué hacer entonces, usar la voluntad para moldear esa parte que podemos cambiar; o resignarnos con la otra, que por el contrario, siempre será así?

Las personalidades fuertes creerán que ellas son dueñas de sí mismas, y optarán por la primera opción; estando seguros de poder manejarse a sí mismos. Sin embargo, las personalidades débiles alegarán que el esfuerzo no servirá de nada, ya que cada uno es como ha nacido. O lo que es lo mismo, cada personalidad atenderá a una u otra opción según sea acorde precisamente a su personalidad.

Mucho me temo que todo este planteamiento no conduce sino a una paradoja, tal como la de cuál fue primero: el huevo o la gallina.

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09 septiembre 2009

Las Expectativas como Circunstancias


Yo soy yo y mi circunstancia.
José Ortega y Gasset

Muchas veces parece que las situaciones están resueltas ante siquiera de lidiar con ellas. Es lo que popularmente se ha llamado siempre vender la piel del oso antes de matarlo. Determinados trabajos, exámenes o problemas parecen ser triviales, pero cuando se encuentra uno bregando con ellos consiguen a veces sorprendernos.

Lo que le ha pasado a la selección española de baloncesto puede que quede dentro de los términos arriba descritos: se plantaron en el campeonato de Europa como los claros favoritos con una superioridad aplastante en la preparación y con un grupo que parecía más que asequible.

Y entonces llegaron estos dos días de sorpresas: el primero, la derrota contra Serbia, y anoche sufriendo de lo lindo para doblegar a una más que modesta Gran Bretaña.

He de reconocer que anoche me invadieron los nervios cuando en el último cuarto de partido España perdía por cuatro puntos. Era una situación surrealista. No porque España no consiguiera ganar, que ya se sabe que el deporte y muchos otros ámbitos de la vida son impredecibles, sino porque ya había asumido, y supongo que muchos más conmigo, que España iba a llegar allí a ganar de cuarenta puntos todos los partidos.

Si analizamos detenidamente, una selección nacional de baloncesto que pierda de nueve puntos de diferencia contra Serbia y después gane de ocho contra Gran Bretaña podría estar más que satisfecha. Lo que nos ha pasado a los españoles es que nos habíamos creado unas expectativas, y la realidad ha quedado bastante por debajo de éstas.

Si estos resultados hubieran sido hace diez años (con el equipo de hace diez años me refiero) no habría este sentimiento de frustración general que hay hoy.

Y es que las realidades no son simples hechos objetivos. Toda realidad lleva consigo una serie de expectativas así como una serie de contextos que las determinan verdaderamente. Así, no es lo mismo perder un partido (por seguir con el deporte) cuando se ha ido perdiendo durante todo el encuentro, que en el último minuto o segundo.

El “cómo” de las realidades es fundamental también. No todo puede entenderse con un “qué”. Por eso, y ahora hablando de las sociedades y los países, es necesario conocer la Historia. No es posible conocer una nación simplemente con lo que es ahora. Es necesario conocer las circunstancias que las rodean. Y sólo conociendo medianamente la Historia, conociendo el “cómo” (el cómo hemos llegado hasta aquí) podremos comprender a ciertos puebles.

Pero sucede de igual manera en el ámbito personal. Las personas también tienen una Historia y unas circunstancias que la configuran (como ya advertía Ortega y Gasset). Una persona no puede ser ajena a sus circunstancias, porque son éstas la que hacen que dicha persona sea como sea.

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05 septiembre 2009

Libertad de Expresión


La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.
George Orwell

Siempre que queremos dar una opinión discordante con la mayoría apelamos a la libertad de expresión. Libertad que se presupone en cualquier estado democrático y asumimos como cierta, válida y vigente. Pero, ¿existe realmente la libertad de expresión?

Desde luego, en el hecho de que no haya encarcelamientos por la pronunciación de una frase, eslogan o idea, sí. Lo cual ya supone un gran avance, si repasamos la Historia. Lo que ocurre hoy en día es que ese encarcelamiento, ajusticiamiento o linchamiento se ha adaptado. Hoy en día, a quien difiere en lo ”estándar” se le excluye y margina.

No se trata de simplemente ignorar o refutar las ideas contrarias, se trata de eliminarlas, de ridiculizarlas, de derribarlas y de cohibirlas. Prácticamente se le acusa al promotor de delirante, de excéntrico o de conspirador. Y, desde mi ingenuo punto de vista, eso no es ninguna clase de libertad.

La libertad de expresión consistiría en una simple refutación o en un caluroso debate donde cada uno argumentara. Pero parece que las ideas contrarias nos molestan. Hemos llegado a un punto en el que no se trata de tener una idea, sino de imponerla; y todo aquel que se salga de ella ha de ser excluido.

Por ejemplo, hoy se publica en el diario El Mundo, en su especial por el aniversario de la II Guerra Mundial, una entrevista a un historiador que afirma, más o menos, que el Holocausto ha sido utilizado como propaganda y que Churchill estaba influido por los judíos; y que de no ser por él la guerra pudo acabarse hacia 1940. Pues ya ha habido declaraciones del ministro de Exteriores lamentando que El Mundo publique esta entrevista. Y digo yo, ¿dónde ha quedado la libertad de expresión? ¿Por qué molesta tanto que alguien exponga otra visión que no sea la “oficial”?

Cosa bien distinta sería que este señor afirmara que deberían seguir haciéndose esas atrocidades, y cosas por el estilo. Como toda libertad, la de expresión también tiene sus límites. Pero me temo que simplemente se limita a dar su opinión acerca de unos hechos. Nada más.

Dejo aquí unos extractos de las declaraciones en la entrevista del historiador:

"El asesinato de judíos no fue un crimen por ser judíos, sino por ser judíos inocentes"

"La clave es cuánto sabía Hitler... Himmler tenía cuidado de no decirle nada"

"Hasta la década de los setenta no se empezó a hablar del Holocausto"

"Churchill empujó al país a la guerra y destruyó el Imperio británico"

"El de Auschwitz fue un campo de prisioneros con una alta mortandad"

Me temo que esta situación que arriba describo así como otras tantas que a diario acontecen en innumerables temas (como el cambio climático, por ejemplo) están más cerca de la dictadura que de la libertad de expresión.

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04 septiembre 2009

Atletismo


El deporte no forja el carácter, lo pone de manifiesto.
Heywood Hale Broun

Tal vez porque desde la lejanía y la ignorancia todo es mucho más difuso, el atletismo para mí nunca había supuesto ningún atractivo salvando las competiciones veraniegas internacionales. Visto desde fuera (desde donde aun yo lo sigo viendo) el atletismo resulta monótono, sacrificado y ausente de emoción.

Todas estas observaciones desde luego son ciertas; pero ahora que uno va poco acercándose al mundillo de salir a correr (por imposición más que por vocación) va descubriendo diferentes características de este deporte que lo hacen un poco más atractivo.

En primer lugar es un deporte barato y fácil de prácticas en cualquier lado. Se puede, y casi siempre es así, practicar solo; lo cual exime de dependencia alguna con respecto a otras personas para practicarlo (como puede ser cualquier deporte de equipo). Pero más allá de las superficialidades, el atletismo es probablemente la mejor forma de plasmar la lucha contra uno mismo, de la evolución personal. El salir a correr es un continuo reto contra la distancia y contra el tiempo: más kilómetros en menos segundos.

Presupone, en quien lo practica, una fuerza de voluntad y una capacidad y ansia de superación. Es la lucha de uno mismo contra el tiempo.

Una vez introducido levemente en el mundillo comprende un poco más (o quiere comprender, al menos) la sensación que puede provocar el ganar un oro en unos Juegos Olímpicos o un mundial. Debe ser el culmen de la lucha, ya no sólo con uno mismo, sino con el resto de personas que también luchan contra sí mismos. Es ser el mejor. Es sin duda un sacrificio para el cual tal vez sea poco premio el preciado metal.

Es por el afán de superación y la percepción de evolución por lo que, desde mi punto de vista, el atletismo merece la pena. Y es que, como bien rezaba aquel anuncio, el espíritu olímpico está en todos nosotros.

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01 septiembre 2009

El Presente y el Futuro del Otoño


El otoño es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.
George Sand

Vuelve una vez más septiembre. Para unos pocos, septiembre supone el último mes del año; para otros, el comienzo. Un mes triste, nostálgico del verano. Los días cada vez más cortos. Las rutinas y lo cotidiano acuden de nuevo a nuestras vidas. Cada vez más frío, cada vez más oscuros.

Es curioso que siendo la primavera y el otoño estaciones “paralelas” (ambas son de entre-tiempo, las temperaturas y los días suelen ser similares) sean tan diferentes. El motivo, me temo, es porque cada una de ellas tiene tendencia totalmente opuesta: el otoño tiende al invierno y la primavera al verano, estaciones antagónicas entre sí.

Y es que el presente no sólo contempla el hoy como hoy. El presente (en el contexto de presente, pasado y futuro) contempla una parte del futuro. Se trata tanto del momento actual en el que estamos, el “donde estamos”, como el “hacia dónde vamos”. Cuando hablamos de presente también llevamos implícitos el hacia dónde nos dirigimos, la parte de futuro que desearíamos para nosotros. Durante el presente, estamos labrando parte del futuro.

Realmente no somos dueños del presente: somos dueños del futuro más inmediato. Es lo que realmente construimos, lo que realmente nos preocupa, por lo que realmente vivimos. Por mucho que queramos detenernos en el momento actual, ese momento sólo es una leve pausa para pronto seguir caminando hacia ese futuro cercano que es el que pretendemos alcanzar.

Todo aquel que no tiene miras en su vida, siente un vacío. La completitud llega cuando pretendemos alcanzar una meta, cuando vemos una meta, cuando tenemos un objetivo. La ilusión y el esfuerzo por concretar ese objetivo es el que nos mantiene con vida.

Es probable que sea por eso por lo que el otoño siempre se nos antoja más triste que la primavera, porque está avocado irremediablemente al invierno.

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19 agosto 2009

La Juventud según Ortega y Gasset


Aunque parezca mentira, ha llegado a hacerse de la juventud un chantaje
José Ortega y Gasset

Cuando leo a Ortega y Gasset no puedo sentir una mezcla entre miedo y decepción. Descubro en sus hojas cómo la sociedad sigue comportándose de igual forma que hace ochenta años, lo que me lleva a plantearme si es que el hombre es y será así eternamente, o es que en este largo período de tiempo hemos sido incapaces, a pesar de los grandes avances de la técnica y la tecnología, de evolucionar en los aspectos éticos y humanos.

Dejo a continuación un extracto del libro “La Rebelión de las Masas”:

Esta esquividad para toda obligación explica, en parte, el fenómeno, entre ridículo y escandaloso, de que se haya hecho en nuestros días una plataforma de la “juventud” como tal. Quizás no ofrezca nuestro tiempo rasgo más grotesco. Las gentes, cómicamente, se declaran “jóvenes” porque han oído que el joven tiene más derechos que obligaciones, ya que puede demorar el cumplimiento de éstas hasta las caldenas griegas de la madurez. Siempre el joven, como tal, se ha considerado de “hacer” o “haber hecho” ya hazañas. Siempre ha vivido de crédito. Esto se halla en la naturaleza de lo humano. Era como un falso derecho, entre irónico y tierno, que los no jóvenes concedían a los mozos. Pero es estupefaciente que ahora lo tomen éstos como un derecho efectivo, precisamente para atribuirse todos los demás que pertenecen sólo a quién haya hecho algo.

Aunque parezca mentira, ha llegado a hacerse de la juventud un chantaje. En realidad, vivimos un tiempo de chantaje universal que toma dos formas de mohín complementario: hay el chantaje de la violencia y el chantaje del humorismo. Con uno o con otro se aspira siempre a lo mismo: que el inferior, que el hombre vulgar, pueda sentirse eximida de toda superditación.

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17 agosto 2009

Cerrado por Vacaciones


Nadie necesita más unas vacaciones que el que acaba de tenerlas.
Elbert Hubbard

Cierto es, y hasta la Constitución Española lo recoge, que toda persona tiene derecho a unas vacaciones. Cierto es, igualmente, que las vacaciones que yo me he permitido para con este blog han sido excesivas; pero poco se puede hacer ya a estas alturas salvo volver a retomarlo y dejar este par de meses en blanco como parte de mi merecido descanso (ya no sólo por cuestiones blogueras).

Lo cierto es que mucho me temo que mi verano aún no ha acabado (por primera vez desde que hiciera la Selectividad); así que es de esperar que la re-apertura del blog tarde un poco todavía. Puede que esta fecha sea el primer día del mes de septiembre u octubre.

Mientras tanto es posible que alguna entrada suelta se me escape por el blog para narrar o bien inquietudes puntuales o bien reflexiones acerca de los diferentes viajes que he tenido por suerte haber realizado.

No obstante, gracias a todos por la paciencia y la fidelidad. Disfrutad de las vacaciones.

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21 junio 2009

Integración


Poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo,
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.
León Felipe

Estamos hartos de escuchar mensajes desde todas partes en pro de la integración de las personas en la sociedad. Todas las personas, incluso las que no quieren integrarse, han de estar integradas. Todo hemos de vivir en paz y armonía bajo las mismas normas, costumbres y valores. ¿Pero es realmente esta integración un acto de solidaridad o de egoísmo?

Integrar puede entenderse como el hecho de inculcar y permitir a diferentes adoptar costumbres y hábitos propios. Para integrar a alguien el primer paso es que este sujeto quiera integrarse; porque si no estaremos hablando de imposición y, según el grado, de adoctrinamiento. La integración ha de ser una oferta más que un hecho, una posibilidad, un gesto voluntario de acercamiento entre grupos diferentes.

Lo natural del hombre no es la aceptación de todos los grupos de personas ni toda la clase de costumbres. Es más, lo natural es despreciar lo diferente, ya que supone un ataque a nuestra identidad, a nuestro yo, a lo que somos; y la forma más fácil de reafirmar el yo es negar cualquier otra realidad diferente a la nuestra.

Esta reacción es propia de personas y grupos inseguros, de gente temerosa de dejar de ser lo que es, de no tener un concepto claro de lo que se es y no querer mezclarse para con el resto; para intentar así preservar su identidad. Cuando un ideal o concepto se mantiene únicamente con el argumento de que es propio, que es de uno, y todas las bondades que él puede darse son esas; nunca podrá ser del todo bueno, y es probable que su vida sea corta y efímera.

Es siempre necesaria la elaboración de un “yo”, de labrarnos una identidad. Pero ésta ha de estar cimentada en principios. Por ello, una personalidad (individual o colectiva) fuerte no va sino a ganar del intercambio con otros “yo”. El rechazo a la diversidad sólo es un síntoma de inseguridad y debilidad.

La historia nos da claros ejemplos: los grandes imperios han sido aquellos que a la vez que conquistaban pueblos, los respetaban e integraban; respetando sus costumbres y tradiciones, creencias y cultura. Alejandro Magno es posiblemente el ejemplo más claro: ha sido el imperio más grande en menos tiempo construido. Y la clave de su éxito puede deberse a la aceptación e integración de las culturas y pueblos que iba conquistando.

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18 junio 2009

Evolución


Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos.
José Ortega y Gasset

Es fácil pensar que todo lo relacionado con el hombre poco tiene que ver la Naturaleza. Al menos, en el lenguaje común, hay una clara distinción entre lo natural y lo artificial; entre las Ciencias y las Humanidades. Lo cierto es que el hombre, por más que se empeñe, siempre tendrá algo de natural; algo que lo hará verse y sentirse dentro del mundo natural; instintos que se escapan al régimen racional.

Una característica más común entre la naturaleza y las sociedades humanas es la evolución. La evolución se produce en el hombre tanto a nivel de individuo como a nivel de grupo o sociedad. Evolucionar significa mejorar, crecer, ir más allá de donde ya se ha llegado, avanzar.

Las sociedades han llevado a cabo una tremenda evolución a lo largo de la Historia, procurando siempre el respeto de cada individuo por encima de los intereses colectivos de los países y gobiernos. Las sociedades han evolucionado gracias a la razón de los intelectuales a que las han iluminado, de los idealistas y filósofos que han vislumbrado mejoría para cada uno de los componentes de esta sociedad. Pero la evolución de una sociedad es imposible sin la evolución de cada uno de sus integrantes.

Los individuos han de evolucionar también por separado. Es fácil, y cada día más, conformarse con una vida plácida de sofá, fútbol y bares; donde la única preocupación sea el disfrute personal y la ausencia, precisamente, de preocupaciones. Todo individuo que llega a esta situación ha dejado de evolucionar, cree que ya ha evolucionado todo lo que debiera, y por tanto se estanca. Es preciso mantener siempre el espíritu inquieto, sintiendo que aún nos falta algo por aprender, lugares por visitar, personas por conocer.

No debemos caer en la complacencia del bienestar intelectual; porque en el momento en que nosotros, como componentes de nuestra sociedad, nos estanquemos; la sociedad dejará asimismo de evolucionar.

La educación de una sociedad es un proceso muy importante para ésta; ya que enseña a sus miembros los valores de la evolución. Hoy día, el sistema de educación español hace creer a los alumnos que suspenden diez asignaturas que están evolucionando, ya que los hacen pasar de curso. Les hacen creer que ese es el camino de la vida, que tal será la recompensa para su trabajo.

El problema no lo tenemos hoy, ni tal vez mañana. El problema llegará cuando la mayoría de estos no-evolucionados sean la población activa del país y de ellos dependa la evolución de la sociedad. ¿Qué podrá hacer entonces el país, sino resentirse de perder dos o tres generaciones de evolución?

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11 junio 2009

Juegos de Azar


El azar sólo favorece a quien sabe cortejarlo.
Charles Nicolle

Los juegos de azar tienen ingrediente que le añaden adicción respecto a los otros: la incertidumbre. Parece que el hecho de no tener un control absoluto sobre el juego sino dejar una pequeña parte al azar convierte al entretenimiento en una cosa mucho más interesante que sin este factor de suerte.

Ganar en un juego de azar nos da una sensación parecida a la de predecir el futuro. Nos hace creer por un momento que nuestra inteligencia o intuición está por encima de la del resto, y somos, por un momento al menos, superiores a los demás. Ganar es adictivo, pero ganar sin saber muy bien por qué, multiplica su adicción.

El juego nos atrae porque queremos controlar el azar, queremos ser capaces de saber qué es lo que va a pasar; y aunque sabemos que es algo imposible, nos empeñamos en ello. Nos gusta creer que controlamos el futuro, que sabemos qué es más o menos cierto, que el azar se puede racionalizar, se le pueden asignar reglas; pero lo cierto es que una infinidad de factores incontrolables que pueden alterarse para que un partido no lo gane el, a priori, favorito.

Hay incluso quien siente una extrema atracción por el riesgo, por la emoción. La sensación que provoca en el cuerpo no la pueden urdir tan fácilmente, y necesitan continuamente de incertidumbre y de victoria con incertidumbre. Es, posiblemente, lo que le pase a los ludópatas, o lo que sienta cualquier jugador de ruleta rusa, ya que no se ha de estar en condiciones muy normales como para jugarse la vida tan aleatoriamente.

Es curioso como lo incontrolable y misterioso tiene tantos adeptos, aunque tal vez sea ese el motivo de su éxito.

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06 junio 2009

Ciencia y Religión


La religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin la religión estaría coja también.
Albert Einstein

Siempre ha sido, y mucho me temo que seguirá siendo, un debate candente el que enfrenta a la religión y a la ciencia. Ambos, al menos en su origen y esencia, pretenden dar una explicación de los fenómenos que acontecen a nuestro alrededor. Lo que difiere entre ambos son sus métodos.

La ciencia intenta encuadrar todos los procesos en una serie de reglas racionales y normas donde todo encaje y tenga relación lo uno con lo otro. Intenta dar una visión unánime e inapelable de que es la realidad, sin ambigüedades y sin puntos de vista. Sin embargo, esto es hoy posible solamente para algunas cosas, como son la aritmética o el cálculo de las fuerzas gravitatorias. Para otras tantas, como supone la evolución humana o el origen del Universo, sólo tenemos teorías (teoría científicas, pero teorías al fin y al cabo) donde la comunidad científica no cesa de debatir y presentar posturas contrapuestas.

La religión también participa de estas teorías, pero mientras la ciencia cree que todo se crea y forma en la misma Naturaleza a través de ella misma, la religión piensa que hay un súper arquitecto-ingeniero-diseñador (Dios, o dioses en las politeístas) que ha trazado todo el Universo con una perfección sublime (creacionismo). Desde luego, cuando uno aprende sobre los complejos mecanismos del cuerpo humano (por ejemplo) no es disparatado pensar por un momento que se trata de la mejor obra de ingeniería creada, de un diseño perfecto, de una máquina casi infalible; aunque realmente no sea así.

Pero lo que la religión aporta que no aporta la ciencia son una serie de valores. Las religiones distinguen siempre entre lo bueno y lo malo, lo que ha de hacerse y lo que no. La ciencia (hablamos estrictamente de ciencia, no de bioética y otras disciplinas), no se inmiscuye en esos temas. La ciencia nos explica qué es lo que ocurre a nuestro alrededor, y cómo ocurre; pero no puede explicar nada más allá de los fenómenos que acontecen en el mundo. No puede decirnos qué hemos de hacer para ser felices o para sentirnos bien con nosotros mismos.

Y puede que de aquí surja el debate y dilema entre los religiosos y los agnósticos y ateos: ¿qué es preferible, la verdad acerca del mundo; o la felicidad en nuestras vidas?

Por supuesto que no son cosas incompatibles; pero quien cree ciegamente en una religión es incapaz de aceptar partes de la ciencia que atenten contra sus creencias; y al igual sucede de manera contraria: nadie que crea en el método científico podrá aceptar nada proveniente de la religión que contradiga a la ciencia. Y obvio es que, en muchos aspectos, profesan opiniones distintas.

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02 junio 2009

Desgracias


La desgracia abre el alma a una luz que la prosperidad no ve.
Herni Dominique Lacordaire

Dice la sabiduría popular que las desgracias nunca vienen solas. Es razonable creer que las desgracias que le acontecen a uno no tienen nada que ver entre sí salvo el sujeto pasivo que las sufre: uno mismo. Las leyes de la probabilidad (lo que pretenden ser las leyes del azar, paradójico cuanto menos) avalan la teoría. No obstante, estas mismas leyes nunca dicen que sea imposible, sólo improbable.

Tal vez esas desgracias influyan en nuestro estado de ánimo, lo que hace provocar un mayor efecto en las siguientes. En otras palabras, que nuestra mente aumenta el efecto de un segundo mal debido al desánimo que provoca el primero. Cuando esto sucede, hablamos de que hemos caído en una mala racha, en una mala época o que simplemente tenemos últimamente mala suerte.
Este domingo he creído experimentar una situación parecida: perdió Unicaja de Málaga, perdió Rafa Nadal y descendió el Betis. Todo en un mismo día. Por suerte, todos estos temas son banales; pero no por eso uno deja de sentir desánimo y pensar que está tocado por algo, alimentando un poco la superstición.

Cuando suceden cosas muy improbables (como el caso de que se perdieran los tres partidos) uno piensa que no puede ser cosa del azar, que debe haber algo o alguien que castigue o premie. Es imposible no mirar el cielo en busca de una explicación, aunque de él sólo vayamos a encontrar nubes o estrellas, dependiendo de la hora del día.

Tras un breve rato de auto-compasión uno cae en la suerte que ha tenido, ya que al fin y al cabo todo lo sucedido ha sido totalmente inofensivo, salvo un disgusto. Pero ¿quién garantiza a uno que este mismo azar no se vuelva en contra de uno en otros aspectos tan improbables y muchos más trascendentes que perder tres partidos un mismo día?

Por eso ha uno de vivir siempre alerta a la vez que sentirse afortunado; sin confiar demasiado en las cosas que posee, ya que es imposible saber cuando el destino o el azar van a darle la vuelta a la tortilla, por muy bien que parezca que va todo.

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27 mayo 2009

Lenguaje y Pensamiento


El hombre es tantas veces hombre cuanto es el número de lenguas que ha aprendido.
Carlos I

Creo firmemente que el pensamiento está condicionado por el lenguaje. Pensamos en una lengua, y por tanto, nuestras limitaciones del lenguaje acarrean otras tantas de pensamiento. No significa esto, sin embargo, que sin lenguaje no sepamos pensar, ya que hay multitud de pensamientos que existen como tales, y cuyos conceptos tenemos claros en nuestra cabeza, pero no somos capaces de adecuar ni canalizar para convertirlos en palabras; o simplemente no tiene sentido transformarlos en palabras.

Cuando pensamos en un mapa o un plano, no pensamos en palabras. Tal vez las acciones sobre él si estén pensadas en una lengua, pero no el concepto mental que nos hacemos de él. No obstante, el hecho de tener un número finito de palabras en una lengua, nos hace tener un número finito de pensamientos y de conceptos. Y es por eso que las lenguas cambian y evolucionan, porque el pensamiento desborda a las lenguas, y es necesario crear palabras para nuevos conceptos e ideas, de tal manera que cuando hablemos con alguien, éste sea capaz de reproducir nuestro pensamiento en el suyo.

Sucede también que hay palabras que no existen en todas las lenguas. Uno se da cuenta de esto cuando intenta hablar otra lengua que no es la suya, e intenta traducir directamente de la nativa, en vez de hablar directamente la nueva lengua (muy probablemente porque no tiene conocimientos suficientes). Pasa al revés también, cuando uno quiere dar un sinónimo en su lengua nativa sobre una palabra en otro idioma, pero se da cuenta de que el matiz que tiene esa palabra en la lengua foránea necesita una larga explicación, que no hay una traducción directa.

Es por tanto que los bilingües auténticos tienen una gran ventaja sobre los que sólo hablamos una lengua y chapurreamos alguna otra. Tienen en su cabeza dos modelos de pensamiento diferentes, dos formas de entender conceptos y comprender su realidad. Dos manera de expresare. Porque por mucho que se parezcan dos lenguas, hablar en una u otra lengua nos hace cambiar el registro del habla, el tono e incluso puede que a veces la personalidad.

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13 mayo 2009

La Canción del Pirata


Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
José de Espronceda

Ha querido el azar que esta tarde sonara una de las canciones que tanto he cantado en mi adolescencia. Casualmente, la letra de esta canción tiene cerca de dos siglos; aunque la versión musical que yo escuché es bastante reciente. Es magnífica la recreación que hace el autor de la vida de piratas, de lo que debía pensar uno de ellos y en lo que realmente consiste el espíritu de un pirata. La canción que escuché es una adaptación de Tierra Santa de “La Canción del Pirata” de José de Espronceda.

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido,
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul:

«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.»

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

«Allá muevan feroz guerra,
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.»

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
como vira y se previene,
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
la victoria mi deidad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

José de Espronceda

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11 mayo 2009

Gusto y Olfato


El gusto está hecho de mil repulsiones.
Paul Ambroise Valéry

Puede que el gusto, junto con el olfato, sean los sentidos menos explorados y aparentemente menos utilizados. Puede que esta percepción sobre su uso sea cierto, pero no por ello los relega de fantásticas sensaciones y situaciones a través de ellos.

El olfato es un sentido con una memoria única. Los olores de la infancia nos siguen siendo familiares a pesar de los años. Las fragancias de los perfumes consiguen seducir y encandilar, y es por ello que laboratorios gasten tanto esfuerzo y dinero en ellos.

Cada persona a su vez tiene un olor único e inconfundible. Lo desprendemos sin darnos cuenta y lo dejamos impregnado tanto en las prendas como en las personas. El olfato es capaz de despertar en nosotros sensaciones aparentemente olvidadas y lejanas; puede revivir en nuestro corazón llamas tiempo atrás extinguidas.

¡Y cuánta relación guarda éste con el olfato! ¿O acaso no saben las cosas igual que huelen? Será entonces la asociación que hace el cerebro entre ellos.

Aunque cierto es que el paladar evoluciona. Los años nos descubren sabores que en la niñez aborrecíamos, y hacen lo mismo de manera viceversa. ¿A quién le gusta la cerveza la primera vez que la prueba? Es el gusto un sentido delicado y sospechoso, pasado muchas veces por alto, pero genial una vez que somos conscientes de él.

Son estos dos sentidos auténticas fuentes de placer. Se disfruta más por estos dos sentidos que por los otros, al menos a nivel corporal. La sensación que a nuestro cuerpo transmite un sabor o una esencia no puede ser comparado con el la contemplación de una imagen, por muy bella que sea. Puede que tenga que ver el hecho de que los usemos menos a lo largo del día, o los necesitamos para vivir. Vivir sin olfato y gusto sería una faena, pero nada comparable, aparentemente al menos, a perder la vista o el oído.

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08 mayo 2009

El Enemigo en Casa


La igualdad tal vez sea un derecho, pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en hecho.
Honoré de Balzac

Está candente aún la noticia que habla sobre las fiestas “light”, y en concreto una, donde supuestamente se subastaban féminas menores de edad con billetes del monopoly (http://www.elmundo.es/elmundo/2009/05/07/andalucia/1241703711.html).

Asociaciones Feministas, secciones de igualdad de los diferentes gobiernos, periodistas y más organizaciones se echan las manos a la cabeza. Empezamos a escuchar “denigración”, “sexismo”, “explotación”, y un largo etcétera. ¿Si hubiera sido al revés, es decir, son los chicos los que se subastan, hubiera habido tanto revuelo?

Yo creo que no. Y es que los grupos feministas últimamente centran su interés más que en buscar la igualdad entre sexos, en convertir en hombres a las mujeres; en hacerlas a ellas partícipes en las deplorables costumbres de los hombres (como vociferar piropos por las calles). Se trata algo así de derrocar a un rey por considerar la monarquía injusta, e ir a poner una reina en su lugar.

Lo que no saben o parecen no saber las feministas es que tienen el enemigo en casa. Por ejemplo, en la fiesta de la noticia, eran ellas, las muchachas adolescentes, las que se apuntaban a la subasta. Eran ellas las que se subastaban. Al igual que son ellas las que admiten invitaciones en las discotecas a consumiciones o incluso a la misma entrada. Son las mismas que confunden “ponerse mona” con “enseñar”. Y estoy totalmente seguro que después de la fiesta, entre ellas, la competición era ver por quién habían pagado más.

Aun queda mucho por hacer en el terreno de la igualdad de sexos, como igualar salarios o impedir la discriminación y despidos de las embarazadas. Esos son dos de tantos objetivos por los que hay que luchar. Y no es que el motivo de la noticia no lo sea, pero es que como ya he dicho, las mujeres entran en el juego y así es difícil actuar.

¿Qué hubiera pasado si los organizadores de la discoteca se encuentran la sala vacía de niñas? Eso hubiera sido decirles con un ejemplo “las mujeres no somos objetos de subasta”. Pero ya han visto el éxito que tuvo la fiesta…

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07 mayo 2009

Los Violentos Años Veinte


Nombre: Los Violentos Años Veinte.
Director: Raoul Walsh
País: EEUU
Duración: 106 minutos
Reparto: James Cagney, Priscila Lane, Humphrey Bogart, Gladys George.

Anoche retomé una buena costumbre que el mes de abril había dejado de lado: ir a las proyecciones en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias. El ciclo que corresponde por todo el mes de mayo es Cine Negro.

Excelente debut el de ayer con la película de Raoul Walsh “Los Violentos Años Veinte”. No entraré en la crítica de los planos, el maquillaje, los efectos, etc. porque no tengo mucha idea. Vivo el cine como los niños viven la vida: me gusta o no me gusta; sin entender sobre si es bueno, malo o regular. (Bueno, soy capaz de distinguir un guión bueno de uno malo, pero básicamente recurriendo al gusto).

La película se sitúa en la década de los veinte (como bien anuncia su título) alrededor de la polémica Ley Seca de aquella época. Me recuerdo un poco la situación del alcohol en la película con la que hay actualmente con algunas drogas, las llamadas blandas: todo está prohibido (fumar, tener, vender), pero a su vez todo está consentido desde el Gobierno; lo que provoca que una serie de “pícaros” (por llamarlos de alguna manera) se hagan de oro a base de fabricar una mercancía más que lamentable y venderla en el mercado negro; creando una serie de mafias y redes de control que acaban matándose entre ellas.

¿No les suena un narcotraficante que fue asesinado en la habitación del hospital? No. No es una escena famosa de la película, es la cruda realidad. Y es que la Historia se repite continuamente, y el ser humano siempre será el mismo. Con otras máquinas, con otras drogas, con otras pasiones y otras vestimentas, pero la esencia de la Humanidad mucho me temo que permanecerá perenne hasta la eternidad.

Escucha universitario: entraste en este negocio con los ojos bien abiertos, has aprendido mucho y sabes demasiado. Si se te escapa la lengua saldrás con los ojos bien abiertos pero con unos cuantos agujeros en la cabeza. Así que lárgate, ¡fuera de aquí! Vete a casa a leer un ratito
George Hally (Humprhey Bogart)

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04 mayo 2009

Toledo


Toledo, solar hispano, crisol de la raza íbera. Dichoso aquel que naciera español y toledano
Miguel de Cervantes

Aunque hace ya una semana que volviera del viaje, imagino que la ciudad seguirá donde la dejé, que sus piedras se mantendrán firmes y que su encanto seguirán recorriendo cada una de su callejuelas y recovecos. No es la primera vez que voy, ni la segunda; pero cada vez que vuelvo me reafirmo en mi opinión de que es una de las más bellas ciudades del mundo.

No es para nada grande. Es más, su encanto puede que resida en su pequeñez, en su acogimiento y desde luego en su vista a través del tajo; donde se percibe la ciudad como una hilera de casas perfectamente edificadas en los cerros, coronadas por el alcázar y la catedral.

Crisol de culturas la llaman algunos. Mezcla de todos los estilos, de todas las culturas, de todos los saberes. Ciudad testigo de la convivencia más allá de la fe, de la sedimentación de las culturas. Ciudad donde se levantan iglesias mezquitas y sinagogas. Capital primera del imperio español.

La catedral. Primada de España. Obra maestra del gótico. Rica y ornamentada hasta casi hartar. Un coro y un altar mayor realmente espectaculares. Un tesoro que podría, si se vendiera, acabar con el hambre en el mundo. Naves inmensas e infinidad de capillas, todas decoradas como el sitio requiere. Alberga incluso un panteón real de los reinos de Castilla y Aragón.

Por más que intente describir, jamás podrá compararse al paseo por los callejones empedrados ni las panorámicas de la ciudad ni a los paseos a la orilla del Tajo. Sin duda, ciudad bella donde las haya.

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14 abril 2009

Nuestra Propia Ética


Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo.
Albert Camus

Todo hecho tiene unas consecuencias; y son casi siempre estas consecuencias las que determinan si hemos de hacer o de dejar de hacer ciertas cosas. El si las cosas están bien o mal ha quedado en un segundo plano para traer al frente si lo que hagamos nos beneficia o nos perjudica. Vivimos en un pragmatismo demasiado exagerado.

Los valores sobre el bien y el mal han sido relegados, descendidos de categoría. La conciencia parece residir en el bienestar individual, siendo el bienestar colectivo más una consecuencia del nuestro propio, no viceversa. Sentirnos bien está dejando de ser una cuestión ética para convertirse en una hedónica, donde es el cuerpo y no la mente la que ha de sentirse agusto.

Toda esta falta de valores están muy bien cuando somos nosotros los que pisoteamos, cuando podemos comer todos los días, tenemos un trabajo, una vivienda y la vida, digamos nos sonríe. Cuando encontramos, por contra, la otra cara de la moneda es quizás cuando sentimos la importancia de la caridad y de la piedad y cuando agradecemos que alguien que puede pisotearnos no nos pisotee, aun sabiendo las veces que nosotros hemos apretado el pié para no dejar títere con cabeza.

Pero no se trata sólo de tener unos valores. Los valores llevados al extremo, es decir, convertirse el fanático de unos valores ya pre-establecidos como puede ser la ética que proporciona una religión, también nos ciegan y nos idiotizan.

Lo que hay que lograr es la separación entre el bien y el mal por nosotros mismos, apoyándonos en valores ajenos y en nuestra propia experiencia y percepción, pero siendo nosotros los capaces de discernir entre lo bueno y lo malo, y ser nosotros los que tengamos el criterio y la decisión. Debemos construir nuestra propia ética.

Probablemente la mejor manera de decidir sobre si algo es bueno o malo es aplicándonoslo sobre nosotros mismo, suponiéndonos por un momento víctimas o agentes pasivos. Y si lo queremos para nosotros será bueno, y si no, malo.

Cuando todo esto pase, puede que sea cuando nos empiece a ir a todos un poco mejor.

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12 abril 2009

Cuaresma


Para rezar a Dios con devoción no hace falta creer en Dios según los dogmas de ninguna religión.
William Somerset Maugham

- ¿Qué hay hoy para comer mamá?
- Hoy he pensado en ti. He preparado lasaña.
- ¿Lasaña hoy?
- Sí. ¿Qué pasa?
- Mamá, ¡hoy es vigilia!
- ¡Ala! ¡Es verdad! Se me ha olvidado por completo…
- Pues haz otra cosa.
- Pero si ya está echa y es ya la hora de comer…
- Pero no podemos comer carne…
- ¿Qué hago entonces
- Guardarla
- No se puede, estaba congelada.
- Pues tirarla entonces.
- ¿Tirarla?
- Claro. Hoy es viernes de Cuaresma. No podemos comer carne.
- Pero si ya está hecha…
- Mamá. ¡Es pecado! No podemos comer carne. ¡Así me lo habéis enseñado!.
- ¿Y tú no crees que es peor tirar la lasaña que comérsela, aunque hoy sea Vigilia?
- No. Nadie dice que tirar la comida sea pecado. No es ningún mandamiento de nada.
- Y si embargo tú sabes que tirarla está mal, ¿verdad? Porque sabes que hay muchísimas personas en el mundo que no pueden comer, ¿verdad?
- Sí mamá, pero Dios no dice que no tiremos la comida y sí dice que no comamos carne los viernes.
- Vamos a ver, hijo. Dios ha mandado que los viernes no se coma carne. También Dios sabe que se me ha olvidado que hoy era viernes y que no podíamos comer carne. Sabe que no lo he hecho de mala fe. Por otro lado Dios sabe que tirar la comida está mal. Y sabe que la lasaña o se come ahora, o hay que tirarla. Si Dios te peguntara qué es peor, si comerte la lasaña porque se te ha olvidado la vigilia, o tirarla, ¿tú qué le dirías?

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27 marzo 2009

Probabilidades


El azar es orden en el tiempo.
Guillermo Pérez Villalta

Hay algo (en realidad hay muchos “algos”) que me apasiona y por lo que siempre he sentido una gran curiosidad: la probabilidad. La probabilidad puede entenderse como la racionalización del azar, lo que ya en sí es paradójico. El hecho de ser capaz de predecir lo que va a suceder, o de saber sobre lo que hay que apostar es ciertamente increíble.

La probabilidad va más allá de saber que al tirar un dado tienes un sexto de probabilidades de sacar cada cara, o de que al tirar una moneda tengas un cincuenta por ciento de probabilidades de sacar cada cara. La probabilidad tiene su encanto cuando matemáticamente (y en la práctica mediante una simulación por ordenador) se demuestra que es más factible aquello que parece improbable.

Una paradoja famosa es la paradoja del cumpleaños. Consiste en lo siguiente: supongan que en una clase hay 24 niños, ¿cómo de factible es que dos de ellos cualesquiera cumplan años el mismo día? A priori puede parecer algo bastante improbable, pero si lo analizamos matemáticamente caemos en la cuenta de que no.

Veámoslo matemáticamente: para que dos los niños no cumpla años el mismo día tendremos una probabilidad de 364 entre 365 días. Ahora un tercero tendrá una probabilidad de 363 entre 365 días de no coincidir con el anterior. Y así hasta 342 entre 365 días. Como tienen que darse todos los sucesos a la vez, las probabilidades han de multiplicarse, lo que nos quedaría:

(364/365)*(363/365)*…*(342/365) = 0.46

Este 46% es la probabilidad de que 24 niños no coincidan en su cumpleaños, lo que hace que el 54% de las veces haya dos niños que repitan cumpleaños.

Este cálculo de probabilidad es probabilidad a priori, es decir, se calcula antes de conocer los resultados. Las probabilidades de las que se deducen la muerte por accidente de tráfico o la deformidad de fetos se hacen a posteriori: es decir, se tiene de base los hechos ocurridos, y se prevé que continuará la tendencia. Son probabilidades totalmente diferentes, aunque tengan el mismo nombre.

Vi una vez un documental donde una familia española iba a los casinos con un programa informático basado en probabilidades y ganaba dinero. No sé cuál es el mecanismo de su programa, pero desde luego me entró la curiosidad sobre la predicción del azar, el cómo es posible hacer reglas para lo que precisamente se caracteriza por la ausencia de ellas.

Para terminar dejo un supuesto y quien tenga a bien deje un comentario respondiendo, y pondré la solución:

Se tiran 20 veces dos dados y se quiere apostar 100€ a uno de los siguientes sucesos: que de esas 20 tiradas al menos una es un seis doble, o que no. ¿Qué apostarían?¿Y si fueran 24 tiradas?

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14 marzo 2009

Escapando de la Rutina


Entre col y col, lechuga.
Refrán

Los horarios son necesarios para cualquier organización de un sistema. La coordinación se hace en base al tiempo, y éste es el que queda reflejado en esa tabla de tiempos, ¿o cómo podríamos organizar un curso docente sin un horario concreto?

El hecho de tener prefijada la semana desde antes de que ésta llegue por el horario laboral o académico hace caer en lo que popularmente se denomina “rutina”: el hacer, por ejemplo, todos los lunes del año iguales en el sentido de realizar las mismas actividades a las mismas horas.

Esta rutina proporciona un hábito, un orden; lo que hace que las actividades se realicen más eficientemente que si se dejaran al libre albedrío de cada uno. El orden al fin y al cabo aporta conocimiento. Si uno sabe que Fulanito va a trabajar de 8 a 3 de la tarde de lunes a viernes, sabe que la manera de contactar con él es mediante el teléfono del trabajo o bien en su oficina o donde quiera que trabaje. Si por el contrario sólo sabemos que trabaja 40 horas semanales, sin un horario, su localización en un momento concreto puede complicarse. Es un ejemplo estúpido, pero puede extrapolarse a otras cuantas cosas.

El problema de este orden es que da la sensación de falta de libertad. El hecho de que se pueda prever lo que vas a realizar cada mañana de un día laborable nos hace sentir como esclavos de esa rutina, mientras que el que tiene que trabajar 40 horas a la semana únicamente, puede realizar esas horas cuando estime más oportuno o más le apetezca.

El romper con la rutina se convierte a veces casi en un anhelo o esperanza. Nos hace sentir dueños de nuestra vida, de nuestros actos. Nos creemos por un momento únicos dueños de nuestros destinos, jefes en nuestras vidas, siervos de nuestra voluntad.

El orden es siempre necesario cuando se quiere eficiencia. Pero hemos de reconocer que es aburrido. Todos necesitamos de vez en cuando salir de nuestro día a día habitual, ser un poco la nota discordante y sentir que somos nosotros los que llevamos el timón de nuestras vidas.

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