30 septiembre 2020

De por qué el aprobado general perjudica a las clases más bajas

Donde hay educación no hay distinción de clases.

Confucio

Parece que la última idea del Gobierno en materia de educación es permitir que los alumnos de la ESO y el Bachillerato puedan obtener los respectivos títulos con asignaturas suspensas. Quiero entender que la razón de esta aberración es la idea, siempre presente en el mantra socialista, de “no dejar a nadie atrás” y se fundamentará en un principio fingido de “no discriminación” y “favorecer a las clases más bajas”, cuando lo que realmente van a conseguir es justo lo contrario: abrir una brecha cada vez mayor entre las clases con poder adquisitivo y sin él. 

Parece que hay cierto consenso en que el mejor ascensor social es el de la educación. Por eso se ve como un triunfo de la igualdad de oportunidades y de la democratización de las élites el hecho de que todo ciudadano reciba obligatoriamente una instrucción gratuita, de tal manera que su condición familiar no lo perjudique o discrimine en sus posibilidades de ascender en la escala social. 

Los títulos académicos se basan en una confianza: la confianza de que el poseedor del título tiene una serie de competencias o capacidades. Y es por eso por lo que cuando uno obtiene, por ejemplo, el carné de conducir no necesita, cuando la Guardia Civil lo para, demostrar fehacientemente sus habilidades conductoras y su conocimiento del código de circulación, sino que con la presentación del documento en cuestión se le presume habilitado para tal efecto. Lo mismo cabe esperar de un médico: a alguien con una licenciatura en medicina se le presupone una serie de conocimientos sobre la salud humana suficientes para que asuma las tareas de sanación de los ciudadanos. 

El problema está cuando el significante confunde el significado. Es decir, la habilidad para conducir no la otorga el carné, sino que el carné se otorga porque se reúnen las aptitudes y conocimientos necesarios para poder conducir. Igual ocurre con la licenciatura en Medicina: no es el título el que otorga conocimientos, sino el que ayuda a identificar a quienes los poseen. 

Esto que parece algo lógico y sencillo, no lo parece tanto para el Gobierno. No se trata de crear bachilleres: se trata de crear individuos con los conocimientos que se le presupone a un bachiller. Al permitir que el bachillerato pueda aprobarse de manera casi automática o sin el rigor suficiente, simplemente estamos engañando a quienes de damos un título, que por cierto está devaluado. Tener un título de bachiller ya no significará una serie de conocimientos, significará haber estado dos años de tu vida en un centro académico. Salvo que, lo hayas obtenido en no se qué centros (que casualmente serán privados y de pago) que crearán una serie de controles y rigores que serán suficientes para que las empresas y otros agentes económicos sepan discriminar quien SÍ reúne los conocimientos que se esperan de él. 

Esto que cuento no es ciencia ficción. De hecho, ya pasa con los idiomas. En España se da la siguiente paradoja, que ya he denunciado alguna vez en este blog. Un alumno se pasa en su vida académica al menos 8 años estudiando inglés. 8 años, insisto, como mínimo. Una media de 3 horas a la semana. Calculen ustedes solos la cantidad de horas que eso son. Pues bien, luego ese alumno llega a la Universidad y para obtener su grado, oh sorpresa, necesita un certificado de nivel de B1. Efectivamente. La propia Universidad desconfía de que, en esos 10 años de estudios obligatorias de inglés, el alumno haya adquirido los conocimientos de B1. Creo que esto se comenta solo. 

Sin embargo, si un alumno acude con un certificado de una organización cuyo derecho a examen ronda los 200€, entonces la Universidad sí da por bueno el título que sí acredita que el alumno tiene el B1 (o el que tenga). ¿No es maravilloso? 

Y ahora viene el quid de la cuestión. ¿A quién perjudica que la única forma de demostrarse competitivo en un mercado laboral sea a través de la obtención de un título de Máster (eso ahora, ya mismo descenderemos a los grados, y luego al bachillerato) cuyo precio sean miles de euros? ¿Beneficia, entonces, el aprobado general a las clases más desfavorecidas en el llamado ascensor social? En mi opinión, francamente, no. ¿Beneficia al conjunto de la sociedad un conjunto de ciudadanos y profesionales menos capacitados cada vez? En mi opinión, tampoco. Entonces… ¿a quién beneficia? A ustedes les dejo la respuesta.

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