28 septiembre 2011

Fracasos

No existe el fracaso, salvo cuando dejamos de esforzarnos.
Jean Paul Marat

Como todo, o casi todo, el fracaso tiene también dos vertientes: una objetiva y otra subjetiva, aunque realmente la primera es parte de la segunda en tanto y en cuanto es únicamente la percepción del sujeto el que puede determinar la existencia o no de fracaso.

Podríamos definir el fracaso como la no consecución de uno o varios objetivos. Si los objetivos son públicos o fácilmente deducibles por la mayor parte del quórum, se podría hablar de fracaso objetivo, ya que es contrastable por cada uno de los observadores. No obstante, la mayoría de los objetivos son personales, y es únicamente uno el que sabe a lo que aspira o lo que ambiciona.

Es por ello que fracaso y metas u objetivos van necesariamente relacionados. No puede haber fracaso sin objetivo. Y es por ello que la medición del fracaso ha de hacerse de acuerdo con los objetivos que a su vez han de ser elaborados en base a las circunstancias individuales y subjetivas de cada uno, a sus capacidades y ambición.

Por lo tanto el único sujeto autorizado para determinar al fracaso o no es uno mismo. Nadie más se halla en posición de evaluar los objetivos de nadie. Lo más que puede hacerse es suponer, dadas unas características de una persona, suponer unos objetivos. Pero insisto, el fracaso es personal e individual. El fracaso es de uno mismo.

Y por más que otros encuentren causas justificadoras, en la mayoría de los casos tras suponerse ellos en dicha situación, la catalogación de fracaso o no depende de cómo cada cual lo sienta.

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