29 septiembre 2013

El Manantial (I)

El ego del hombre es el manantial del progreso humano
Ayn Rand

Varias advertencias he de hacer para con esta entrada. Lo que se va a plasmar aquí es la crítica de una película (no del libro) El Manantial por lo que, en primer lugar, he de anunciar que los personajes a tratar, así como la trama, son los de la película que desconozco si coinciden con más o menos exactitud con los del libro o no y, en segundo lugar, también he de prevenir de que es posible que el argumento de la obra quede destripado, por lo que será exclusivamente parte de su responsabilidad el proseguir leyendo estas líneas.

Para llevar a cabo esta especie de crítica o comentario de la película analizaré de uno en uno a los personajes. Entiendo que esto debe hacerse así porque cada cual representa un estereotipo, una postura rígida y clara, difícil de encontrar ninguna en la vida real (aunque no en el arte). A continuación, extraeré el pensamiento y/o planteamientos filosóficos que creo que se desprenden de la película.

Habría que comenzar en primer lugar por el protagonista: el arquitecto Howard Roark. Desde el primer momento se deja translucir en la película el carácter decidido y obstinado del mismo, sabedor (o creyente) de su valía, que entiende que sus ideas artísticas/arquitectónicas son superiores a las dominantes en el momento. Así empieza la película: siendo expulsado de la Facultad por no adecuarse a los cánones, por creerse superior al paradigma establecido y siendo, luego, apartado de los grandes trabajos por ser su estilo demasiado rompedor, demasiado diferente al gusto común y de las masas. Se repiten varias peticiones para que transija, para que se adecúe a la sociedad, para que respete lo que ya está establecido.

Pronto nuestro protagonista tendrá su primera tentación a su integridad: adecuar un edificio de estilo moderno y eminentemente personal a los cánones clásicos, con ciertos ajustes que sin duda corromperían el estilo de Roark. Decide, como hará a lo largo de toda la película, mantenerse íntegro en sus ideas (estilo) y afirma que prefiere ser un vulgar peón de obra a pervertirse intelectualmente.

Y así es como puede quedar identificado este personaje (con la ayuda de diversos diálogos y su alegato final): como defensor de que el individuo ha de ser íntegro y que sus ideas personales (en este caso, el estilo arquitectónico) han de ser inalienables, aunque la sociedad de su tiempo no los apruebe. El individuo, por tanto, en cuanto a su capacidad de expresión y creación ha de estar por encima de la sociedad, no puede verse afectado por ella. Sin duda, uno de los principios filosóficos básicos del liberalismo: el individuo y el conjunto de derechos inalienables a su persona.

En segundo lugar tenemos a la crítica de arquitectura Dominique Francon que muestra otra concepción de la libertad opuesta a la de Hoark. Ella, aunque su personaje evolucionará hasta unas posiciones más afines a las de Hoark, entiende la libertad como la ausencia de cadenas, sean estas del tipo económico, social o, incluso, emocional. Por ello aparece desprendiéndose de todo lo que ama (esa estatua europea de un dios griego) y continuamente renegando del amor o de cualquier otro tipo de dependencia del tipo que sea. No está dispuesta a ceder en su concepción de la libertad como ausencia de cadenas o dependencia y por ello, cuando encuentra algo que le gusta o alguien a quien ama, decide huir, para garantizar su propia integridad y libertad.

A lo largo de la película, y he aquí también uno de los mensajes de la misma, ella se da cuenta de que esa libertad no consigue en no depender o sentir afinidad por nada ni por nadie, sino en hacerlo por aquellas causas o personas con las que uno se siente identificado. Puede leerse aquí entre líneas una apología al derecho de asociación, pilar fundamental también del liberalismo: cada individuo es libre de asociarse con quien lo desea y se adepto a las causas que considere oportunas, pero siempre desde el consentimiento, desde su más profunda libertad, no desde la imposición por parte de una sociedad que en muchas ocasiones carece de criterio.

Se puede ver, entonces, una contraposición entre dos conceptos o dimensiones de la libertad: una positiva (la capacidad para elegir cómo uno quiere ser y con quién quiere relacionarse) y una negativa (la no dependencia de nada ni nadie). Y, en mi opinión, la película aboga por un entendimiento de la libertad en un sentido exclusivamente positivo.

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