23 enero 2009

Anonimato


Todo el mal que puede desplegarse en el mundo se esconde en un nido de traidores.
Francesco Petrarca

Internet ha facilitado de manera drástica el anonimato de las personas. Es muy fácil verter en la red una opinión, establecer comunicación con desconocidos o acceder a servicios pudorosos. Internet ha proporcionado tal cantidad de facilidades que podemos fingir fácilmente una segunda vida. Es más, hay programas (Second Life) que hacen que esta segunda vida sea real.

¿Pero por qué recurrimos al anonimato? ¿Qué es lo que realmente nos asusta? Me temo que el mayor miedo que presenta la gente es que vinculen un nombre o una cara a una serie de actos o comentarios. Dichos actos y comentarios que no han de ser aprobados por la sociedad o que de una u otra manera nos hagan retraernos o provoquen en nosotros vergüenza, porque si fueran actos honrosos y decorosos no tendríamos de qué temer. ¿O sí?

Tal vez lo que nos asuste sean las multitudes, el desenvolvernos en público o ante más de una persona o un grupo reducido. Digamos que tenemos el responder ante nuestros actos, el que puedan recriminarnos en pública una acción y un comentario y que lo que no seamos sea capaces de defendernos.

También puede ser que lo que nos dé miedo sea arriesgar. Arriesgar una reputación o un comentario en contra. Tal vez prefiramos mantenernos al margen antes que promulgar o actuar conforme nuestro instinto o convicciones. Y que por ese miedo a arriesgar, recurramos al anonimato para que la acción quede hecha o el comentario dicho, pero la repercusión en nosotros desaparezca.

Sea cual fuere, el denominador común de todas estas posibilidades me temo es la falta de confianza en una mismo, de seguridad. No acabamos de estar convencidos de, o bien, lo que hacemos, o bien cómo lo hacemos, y por eso tendemos a escondernos bajo un pseudónimo o bajo un número de IP.

De cualquier manera, lo que deberíamos procurar entonces es pensar bien lo que hacemos (o pretendemos hacer), y una de dos: o cambiarlo de tal manera que quedemos convencidos; o bien convencernos de que es correcto el planteamiento y pasar a la acción. Si es algo positivo, no tenemos de qué temer; y si no lo es, es malo y por tanto inmoral, ¿por qué queremos realizarlo?

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14 enero 2009

La Prioridad Andaluza


Aquel que es demasiado pequeño tiene un orgullo grande.
Voltaire

Sin duda las palabras de la señora Nebrera no han sido afortunadas. El ataque a una persona por el acento es tan deleznable como por el color de la piel o de los ojos. Sin embargo, no deja de asombrarme la reacción que han generado dichas declaraciones. De repente, el pueblo andaluz se siente ofendido por su modo del habla, cuando está siendo más que pisoteado en el terreno político y económico.

Lo que a mi verdaderamente me ofende (más bien me decepciona) es que estas palabras sean un asunto de Estado y la gestión del gobierno andaluz una mera anécdota. Me ofende que este gobierno presidido por Chaves nos tome por estúpidos. Que compre aprobados de los profesores por 6.000€ para reducir el fracaso escolar. Que el plan de formación para los trabajadores de Delphi sean visitas al parque zoológico (por supuesto con el dinero de todos los andaluces). Que revele por sms las soluciones de oposiciones a sus amigos. Y un largo sinfín de etcéteras.

Desde luego que a todo el mundo estas palabras le han venido bien a todos: al Gobierno, que ha conseguido que se hable menos de la mala (o nula) gestión de la ministra de Fomento o del paro (más de 3.100.000 parados). Y al PP, expedientar con pseudo-argumentos a una rival política (se presentó en contra de la candidatura de “consenso” de Rajoy); por lo que es normal que hasta el señor Arenas se haga el ofendido.

No pretendo justificar, por si queda alguna duda, las declaraciones de esta señora. Pero estimo que hay cosas mucho más importantes que una opinión, que nos afectan en algo más que en el “orgullo” y que verdaderamente atacan y ofenden a los andaluces. Y nadie se queja ni las denuncia. Desde luego hay que pedirle explicaciones, y exigirle una rectificación. Pero estimo que los ataques y las movilizaciones son desproporcionados en cuanto a importancia. Aunque, como ya he dicho alguna vez por aquí copiando al anuncio, la vida es cuestión de prioridades. ¿Y qué es prioritario: un empleo o una ofensa?

Pues así somos. Sacando pecho y orgullo cuando se meten con nuestro habla; pero despreocupados por el fracaso escolar y por las colas del SAS. A veces pienso que no tenemos remedio.

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12 enero 2009

Agobios Varios


Conciencia del tiempo es igual a estrés y agotamiento corporal y emocional.
Shirley MacLaine

Cada día que pasa está más cerca febrero. Febrero es un mal un tanto maldito para los universitarios. Nuestra siembra de todo un cuatrimestre está a punto de ser cosechada, y las conciencias de más de uno empiezan ya a florecer lamentando no haber hecho más cuando se pudo. Vienen los agobios, los estreses la recopilación de apuntes. Pero la suerte ya está echada.

Es singular la sensación de agobio. Y cada cual tiene su manera de exteriorizarla. Las hay muy particulares y diversas, desde comer chocolate hasta reventar, hasta andar con un humor de perros. Pero cierto es que cuando se mira a alguien agobiado ve uno su reacción ante la dificultad.

Porque el agobio no es sino el desborde de una situación, la creencia de incapacidad ante las situaciones, el miedo al fracaso. Y como todo miedo, provoca en nosotros un reacción sublime y desmesurada.

Poco a poco nos vamos convenciendo de que tampoco es para tanto. Intentamos relativizar. Nada es tan importante. Hay otra convocatoria en septiembre, y si no, pues el año que viene la volvemos a cursas y esta vez, nos decimos, sí me la preparo desde el principio. Nos auto-convencemos. Nos tranquilizamos y nos proponemos hacer lo que podamos.

No obstante, para algunos que tienen el deber muy arraigado, no es consuelo suficiente, y tardan en consolarse más de lo habitual. Duermen nada más que regular y no rinden lo que debieran porque su mente está más encaprichada en ver cómo resolver el problema que en el resolverlo en sí.

Y por fin pasa febrero. Y sin saber los resultados, concluimos que tampoco era para tanto, que somos unos exagerados. Y en parte tenemos razón. Pero cierto es también que el diluvio no pareció tanto una vez hubo pasado.

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06 enero 2009

Regalos


El regalo de un libro, además de obsequio, es un delicado elogio.
Anónimo

Ya se ha acabado la Navidad, y por ende mis vacaciones. Resulta amargo para un niño que sus vacaciones acaben justo cuando los Reyes Magos acaban de depositar los regalos sobre sus zapatos. Tal vez todo esté pensado para que dure la ilusión más a los pequeños angelitos y sus juguetes nuevos no decaigan en el olvido a los tres días.

Los regalos son el punto y final de la Navidad, pero el punto y aparte de la vida. Han sido no pocos los regalos que han supuesto un antes y un después en nuestras vidas: nuestra primera video-consola, nuestro primer ordenador propio, nuestro baló de fútbol o nuestra camiseta nueva de nuestro ídolo futbolístico.

Y aunque tremenda fuera nuestra ilusión y alegría, apuesto a que siempre ha sido superior la de nuestro Reyes Magos. Y es que con la edad uno va aprendiendo que regalar puede llegar a ser más reconfortante que ser regalado. Se puede llegar a disfrutar infinitamente más con la sonrisa de alguien a quién queremos que con la nuestra propia.

Sin duda, los comercios aprovechan estas fechas para hacer su particular agosto, y puede que se haya desvirtuado la fiesta en pro del consumismo. No obstante, cada fiesta es para cada uno de forma diferente, dependiendo de cómo la viva. Y la fiesta de los Reyes Magos es una oportunidad magnífica de renovar la ilusión en las personas que queremos.

Los libros son uno de los elementos más recurridos. Hay para quienes son un comodín perfecto: quien no sabe que regalar, siempre puede regalar un libro, que por temáticas y contenidos no será. Pero quien regala un libro a conciencia, un concreto, uno que ha leído, está regalando mucho más que unas cuantas hojas con una tapa de color, está regalando, compartiendo, un parte de su alma.

Un libro puede llegar a significar mucho para una persona. Puede haberle hecho reír o llorar como el más auténtico de los sentimientos. Es un viaje a una realidad diferente, un sueño despierto, sensaciones prestadas. Por ello, todo libro regalado a conciencia siempre levará entre sus páginas mucho más que letras, llevará parte de la persona que lo ha regalado.

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