13 febrero 2014

La Sacralización de las Ideologías

Hay más religión en la ciencia del hombre que ciencia en su religión.
Henry David Thoreau 

El paso de las religiones hacia las ideologías supuso el paso de la adscripción política (y social) de un grupo por la mera creencia, superstición o tradición a una nueva adscripción con bases racionales. Al fin y al cabo, tanto religiones como ideologías tratan de explicar la realidad y por qué ésta se configura así y no de otra manera, además de dar una serie de prescripciones sobre actuaciones, individuales y colectivas, que harían del mundo un sitio mejor.

Así, las explicaciones de las ideologías (aunque no exentas de mitos), procuran tener una base enteramente racional, procuran, en relación a unos hechos descritos y observados, aportar unas soluciones y una nueva configuración de las cosas. Ello no implica, desde luego, que no se apele al sentimiento o a la creencia (no demostrable, se entiende), aunque los fundamentos de la ideología pretendan siempre mostrarse como más objetivos e incluso científicos.

Podemos afirmar, por tanto, que la base de la ideología son unos hechos que tienen lugar en la realidad que mediante la razón se ordenan y que se proyectan en el mundo de las ideas de manera que dé como resultado una sociedad más armoniosa y justa. Se trataría, al menos en la génesis de estas ideologías, de un debate de ideas, racionales, basadas en hechos, mediciones, observaciones y constataciones.

Transcurrido el tiempo, el hecho objetivo y el análisis de la realidad se dejan a un lado. Se han formado ya grupos estables con estructuras sólidas de organización y lo que comienza a primarse no es ya la refutación o no de la bondad unos hechos, la corrección de unas políticas o la adecuación de unas u otras actividades. Lo que comienza a primar es la adscripción por parte de unos individuos a unos u otros grupos ideológicos. El sujeto reemplaza al objeto en los debates, y son los actores y no las actuaciones las que hacen ponderar al público en general la bondad o maldad de lo acontecido. Dependiendo de quien promulgue una u otra actuación, la actuación será buena o mala, aunque sea la misma (como se ha vista en España) fomentada por gobiernos de diferente color, la oposición siempre estará en contra.

Los hechos, las ideas e incluso los valores morales han pasado a una segunda fila. Lo importante de una ideología es adscribirse a ella, no seguir sus pautas. Además, los mensajes ideológicos y políticos se simplifican cada vez más, llegando ser meras consignas, cada vez más sencillas y banales, apropiándose de los conceptos de bien y otorgando de manera automática el mal a los adversarios. “Nosotros defendemos la justicia”. “Ellos nos roban”. Y un largo etcétera.

Hemos llegado a un punto en que es más importante quién hace o dice qué, que realmente qué hace o dice, algo que parece ir en contra del propósito o la filosofía de las propias ideologías. Cabe preguntarse entonces ¿son las ideologías las nuevas religiones?

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