27 julio 2008

Vacaciones


Nadie necesita más unas vacaciones que el que acaba de tenerlas.
Elbert Hubbard

Aunque todo el mundo esté ansiándolas, no todo el mundo sabe luego disfrutarlas y en ocasiones ni tan siquiera qué hacer con ellos. Me refiero a las vacaciones, esa etapa de descanso que según los gustos y apetencias se emplean para fines muy distintos, que comprenden desde una intensa agenda turística hasta una “hibernación”.

Tendemos hacer infinitos planes para cuando lleguen las vacaciones, como sucede con el principio de curso. Queremos leer lo que no hemos podido leer, aprender lo que no hemos podido aprender, celebrar lo que no hemos podido de celebrar; y así, un sinfín de quehaceres pendientes durante todo el año que postergamos para las vacaciones.

Pero lo que realmente ocurre es que, cuando estamos de vacaciones, perdemos ese ritmo de trabajo, ese ritmo de actividad, de estrés, de interés. Y al final, todo se queda en una sarta de proyectos incompletos.

El ser humano necesita una continua actividad para poder seguir emprendiendo. En el momento en que se para de golpe con la rutina, con los quehaceres, se detiene el interés en favor de la pereza más absoluta.

Para realizar eso infinitos planes que siempre preparamos con ilusión es necesario mantener un ritmo, obligarnos a unos horarios; porque sino, nunca será buena hora para empezar, siempre querremos estar tirados en el sofá un par de días más antes de iniciar aquello que tanto deseábamos.

Cierto es también que el descanso es necesario. Después de todo un año de actividad intensa, el cuerpo y la mente necesitan descansar, disiparse de cualquier actividad. Quien tiene unas vacaciones muy amplias tiene tiempo para todo (siempre que se planifique medianamente bien); y el que no, ha de elegir entre el descanso o esos pequeños placeres sólo disponibles ante tiempo libre. Todo un dilema. Aunque por norma general siempre prima la pereza, ya que “ya lo haré cuando tenga más tiempo”.

Lo que el hombre necesita generalmente no es tiempo, sino ganas. Para tener esas ganas es necesario un ritmo de actividad, una serie de obligaciones o actividades que estimulen la mente; y partir desde el reposo total hacia una actividad grande es francamente difícil. El cuerpo se acomoda rápidamente al descanso, a la paz. Tal vez por eso, sea precisamente en vacaciones, cuando menos propósitos, acumulados durante el año, llevamos a cabo.

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22 julio 2008

Cataluña


El que no sale nunca de su tierra está lleno de prejuicios.
Carlo Goldoni

Por fin en casa. Después de una semana por Cataluña vengo con ganas de parar en casa y poder dormir hasta que el cuerpo me lo pide, sin que ningún monasterio ni ningún museo me estén esperando.

He de reconocer que la visita al noreste de España ha sido realmente grata. Monumentalmente Cataluña es increíble. Tiene una cantidad ingente de pueblos, monasterios e iglesias. Predominan por allí, como cabía de esperar el gótico y románico; donde su plenitud se alcance, tal vez, en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, en Barcelona, donde se recogen obras muy significativas del románico español (ahora no recuerdo nombres, vengo un poco saturado de santos y santas).

El paisaje es también precioso. Estuve por el parque natural de la Garrotxa, y realmente tiene unos parajes increíbles. Sucede igual con la Costa Brava. Sus acantilados, sus bosques junto al mar y el serpenteo de la costa, entre otros tantos elementos, hacen de este paisaje algo único.

Y por último, sobre las personas, he de reconocer que ha sido la más grata sorpresa de todas. Yo esperaba encontrar allí una horda de banderas nacionalistas, catalanes que se negaran a usar el castellano y otro sin fin de barbaridades; pero he podido comprobar con mis ojos, que ese nacionalismo aferrado e intransigente es fruto de los políticos. Cierta era que hubiera banderas en algunos balcones, pero en proporción a lo que he visto, son una completa minoría; muy ruidosa, pero minoría al fin y al cabo. La gente, por tanto, muy amable y hospitalaria; para mi, la gran sorpresa del viaje.

La forma de trabajar de los catalanes es súper eficiente. Por lo menos, en los aspectos que he podido contrastar (básicamente hostelería e información de turismo). Su dedicación es total, al menos aparentemente, y su atención deslumbrante.

Al bajar en el aeropuerto de Granada he querido confirmar mi teoría y me he acercado a la oficina que tiene la diputación de Granada allí. He solicitado información sobre la provincia. La señorita, se ha dedicado a darme dos folletos y un mapa, y ya está; como si cobraran las palabras. Alí sin embargo, todo pueblo tenía ya trazada una ruta que visitar, un ruta recomendada; y la persona que te atendía te comentaba dicha ruta y otros lugares de interés, aunque en el mapa viniera totalmente claro. No sé, serán formas distintas de entender el negocio.

Sobre la lengua, sí, es cierto que todo está en catalán; salvo el Barcelona, donde las cosas están en los dos idiomas. Sobre las banderas en los ayuntamientos… pues no se cumple la ley de banderas, no; sobre too en los pueblos. Como antes, en Barcelona todas las banderas conviven en perfecta armonía.

Otra gran sorpresa del viaje ha sido Barcelona. Ciudad increíble, increíble. Enorme como ella sola, con avenidas amplísimas, y todas preciosas. Su trazado ortogonal da pie a la exageración de las avenidas. Limpia, ordenada, moderna, gótica… tal vez a ciudad más completa que haya conocido (tampoco soy un trotamundos, lo sé) capaz de mezclar lo nuevo y lo viejo de una forma apabullante. Y en la vida había visto tanto puente de autovía junto. Una autentica obra de ingeniería.

Sin duda el viaje ha merecido la pena. Tanto arte junto hace despertar en uno sus inquietudes artísticas, incluso en las que uno es más desacertado. A ver si este verano consigo hacer aquello que siempre propongo.

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12 julio 2008

Vistas al mar


Para aprender a rezar no hay como viajar por mar.
Proverbio inglés

Llevo casi una semana sin escribir por aquí. Se debe a que he estado una semana recibiendo un cursillo en Almuñécar y no he tenido acceso a Internet desde allí como para escribir una entrada.

Para los que somos muy de interior y que no disponemos de vacaciones estivales en la costa, el mar nos impacta bastante. Ya no sólo el mar como cantidad ingente de agua que no alcanza fin, sino el mar como sistema de vida, como cultura.

Cierto es que el mar no deja indiferente a nadie; y es más, a muchos poetas, donde quizás el más representativo sea Alberti, ha influida de manera especial. El mar (la mar para los que gozan siempre de su compañía) provoca paz. El simple hecho de respirar el aire salino, la monotonía de las olas, el ruido de las gaviotas ya provoca en el espíritu una serenidad implacable.

Tuve la suerte de visitar la casa de un conocido desde cuya terraza se divisaba la bahía donde se asienta la Herradura. Sin duda, una de las vistas contempladas por mi mismo (que no es de fotografía) que jamás haya visto.

¿Qué suponen unas buenas vistas? Bienestar. El hecho de contemplar algo agradable, algo bello, supone ante todo bienestar. La belleza nos tranquiliza, nos relaja, nos agrada. Influye en el alma, en el espíritu. La percepción sensorial ataca de manera directa a nuestras emociones y sensaciones. Así, al igual que la música puede provocar en nosotros sentimiento totalmente adversos dependiendo de la música que escuchemos; y al igual que para descargar adrenalina no podemos escuchar una balada ni para relajarnos una canción de heavy metal; para relajarnos ayuda de forma considerable lo que la vista perciba; acompañado siempre por el resto de sentidos.

Al bienestar del alma se llega con la tranquilidad de los sentidos y con la calma espiritual, como puede ser la ausencia de preocupaciones o de cargo de conciencia. Y el descanso del alma llega pues con el bienestar de la misma.

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06 julio 2008

Conversiones


Desgraciados los hombres que tienen todas las ideas claras.
Louis Pasteur

Toda persona a lo largo de su vida sufre una evolución, tanto en aspecto físico, como en pensamiento; aunque dentro de esa evolución, siempre se mantiene una esencia, una identidad. Se mantiene en el pensamiento igual que un rostro sigue identificando a una persona a lo largo de su vida.

Hay ideas que se mantienen fijas toda la vida. Más que ideas, principios, conductas, actitudes. Quizás las ideas sobre algo concreto vayan evolucionando, mutando y cambiando; pero el punto de vista siempre es el mismo. Punto de visto no me refiero a la interpretación o a la idea, sino el proyector que proyecta la idea. En un símil, las ideas son los rollos de película que va cambiando y la persona la máquina cinematográfica.

Y es tal vez el que más se ha aferrado a una idea, el más obstinado, el más defensor de una inmutabilidad en los principios, de una perennidad en el pensamiento, defensor del pensamiento único, el que más radical hace el cambio.

Será por eso que dicen que los conversos sean los peores. Y tal vez sea así. Antiguamente, cuando alguien cambiaba de religión, éste se convertía más exigente con los ritos, mucho más prácticamente que el cristiano viejo. Esto podía deberse a dos cosas: o ha caído en la cuenta de su craso error y necesita enmendar su pasado, o bien necesita la aprobación del sector original de la idea.

Pues bien, esto mismo sucede con las personas cuando cambian de ideas por otras contrapuestas: que radicalizan su comportamiento. Y el motivo puede seguir siendo el mismo que el de los antiguos conversos; o el reconocimiento del error, o la necesidad de aceptación por sus antiguos contrapuntos ideológicos y ahora nuevos compañeros de pensamiento.

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02 julio 2008

Humor y Bromas


Cuando al tirano se le puede llamar tirano el humor deja de ser necesario.
Cándido

El sentido del humor es una de esas tantas características que distingue a los seres humanos de los animales. En él demostramos una capacidad de abstracción respecto de la realidad tal cual, una deformación de ella y un análisis más allá de lo evidente.

El humor proporciona un modo de pensar diferente. Nos da una capacidad de ridiculizar desde lo cotidiano a lo sagrado. Se sustenta en lo absurdo, lo paradójico y lo irónico. Decir algo sin decirlo explícitamente dice mucho de su interlocutor, nos habla de la capacidad de transformar una realidad por otra más distendida, amena e intrascendente.

Nos sirven las bromas, y el humor en general, para proporcionarnos un colchón de ambigüedad. Parece como que si algo es de cachondeo o no tiene un aire serio, no es verdad; y nada más lejos de la realidad: las bromas son verdades disfrazadas de mentiras, son frases que no tienen que tomarse en cuenta, que pueden saltar de un lado para otro sin provocar ofensa alguna. Y lo curioso y llamativo es que muchas de estas bromas llevan más verdad que discursos pronunciados con toda la solemnidad del mundo.

Si algo esta dicho de broma, parece que no hay que hacer caso, que no es verdad, que eso que acabamos de pronunciar no forma parte de nuestro pensamiento sino de nuestras ocurrencias para crear escenas divertidas, y por ende ridículos. Pero es que en muchas ocasiones somos ridículos en nuestras actuaciones, somos totalmente absurdos y somos incapaces de sentirlo así, salvo cuando algún monólogo divertido nos lo recuerda.

La broma, o el tono de broma, nos da además una legitimidad hablando que hace imposible la ofensa, salvo que sea algo realmente exagerado. Alguien que sea bromista, que tenga sentido del humor, no llega a revocar ofensa, o tarda más en hacerlo. Si alguien entra con el semblante serio y dice cualquier cosa, como por ejemplo “¡qué feo eres!” rápidamente sentimos nuestro ego herido. Sin embargo, si este comentario es dicho entre risas, no provoca nada más allá de una contestación o incluso otra sonrisa. ¡Y nos han dicho absolutamente lo mismo! Si es que las formas, una vez más, importan más que el contenido.

Por lo tanto, si alguien quiere tener realmente libertad de expresión, decir lo que realmente piensa, ha de escudarse en el humor, en el chiste, en la broma; y así, nadie saldrá herido. La ironía, la paradoja y la hipérbole son recursos básicos para el humor; herramientas fundamentales para poder quedarse a gusto uno, sin ofender a nadie.

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