22 agosto 2011

Democracia y Cultura Política

No hay democracia sin determinación.
Julio Anguita

¿Está todo pueblo o nación preparado para todo cambio político de tendencia democratizadora? Esta cuestión, como casi todas las que se plantean en el ámbito de las Humanidades en el sentido más amplio de la palabra, no tiene una respuesta única, o al menos, no verificable. Las respuestas universales y únicas no existen cuando el ser humano es el objeto de estudio, o en este caso, de hipótesis.

Ello no impide que podamos permitirnos fantasear a partir de esta cuestión, establecer una teoría en base a unos argumentos y generar debate, o al menos, generar una inquietud, un planteamiento y una reflexión.

Si contestáramos afirmativa la pregunta plateada estaríamos de la misma manera afirmando que la cultura política es innecesaria para una democracia. Si entendemos la cultura política (entiéndase democrática implícitamente) como aquellos conocimientos, inercia, hábitos o conciencia democráticos de los individuos que conforman las sociedades, puede existir una mayoría que sí que la considere democrática. Planteándolo de otra manera: ¿puede exigirse un derecho que se desconoce que se tiene?

Por eso mismo, respecto la pregunta que abría la entrada, mi opinión se aproxima más a una respuesta negativa. Para que los cambios en el sistema político (entiéndanse grandes cambios) ha de existir una demanda social, una conciencia de ese cambio, una voluntad. ¿Tendría sentido un sistema de Monarquía Parlamentaria o de República Democrática en la Edad Media? Es necesaria cierta cultura política para poder asumir cambios democráticos. Si no, esta democracia “impuesta” pronto deformará, por la tendencia natural del poder a concentrarse, en sistema autoritarios o, cuando menos, demagógicos.

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17 agosto 2011

La Propiedad

Cuanto más posee el hombre, menos se posee a sí mismo.
Arturo Graf

Uno de los principales pilares sobre los que se asiente el sistema liberal burgués es el derecho a la propiedad privada. De la misma manera, la corriente opuesta a éste, el marxismo (al menos en su versión primitiva), considera que la propiedad privada ha de suprimirse: todo ha de pertenecer al Estado en pro de la igualdad entre los ciudadanos.

Desde luego, el mundo en el que vivimos hoy es impensable sin la propiedad, sin la posesión de cosas. La propiedad ha sido objeto de reflexión continua a lo largo de la historia. Véase, por ejemplo, el voto de pobreza en las órdenes religiosas cristianas, que no es más que el desprendimiento del mundo material, la renuncia a la posesión, ya que son las cosas, la posesión, la ambición, la que de alguna manera nos alejan del mundo espiritual.

En cierta manera algo parecido está sucediendo en la actualidad, en este sistema social y económico en el que el beneficio a toda costa es el principal objetivo de las organizaciones, principalmente en las sociedades mercantiles. El deseo exhacerbado de poseer (esto son, la ambición y la codicia) deja de un lado la parte más humada y solidaria de los seres humanos y de las agrupaciones de los mismos.

El hecho de poseer lleva implícito el poseo de poseer más cuando, por un lado, no se acompaña esta posesión con unos valores humanos, y por otro, cuando el ser humano se vuelve en exceso individualista, egoísta.

Por otro lado, se ha comprobado también como la supresión de propiedad privada, la supresión de una recompensa individual material provoca la desbandada de la motivación, y con ello, del proyecto vital de la persona. La necesidad de ir mejorando, de ir superándose, de progresar, es necesaria para el hombre: el saber que uno permanecerá en el mismo estado actúe como actúe hace que para que el individuo rinda le sea necesario una fuerza moral considerable. Este progreso o evolución se satisface de una manera relativamente sencilla a través de la propiedad, en la búsqueda de aumentar el patrimonio.

La solidaridad es un valor humano, adquirido, no innato. El ser humano tiende a su propia supervivencia, al egoísmo. Si olvidamos o relativizamos los valores humanos el hombre se vuelve un lobo para el hombre, y si le negamos su naturaleza, lo destruimos. Por ello, para poder hacer posible una optimización del hombre y de la sociedad es necesario, una vez más, acudir al equilibrio aristotélico del punto medio.

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04 agosto 2011

La Vuelta a Casa

Una casa es el lugar donde uno es esperado.
Antonio Gala

Sin duda, el viaje de ida siempre es más interesante que el viaje de vuelta. Cuando uno emprende el camino hacia algún lado siempre va acompañado de fantasías acerca de ese lugar al que va a visitar: se proyecta en un futuro inmediato en aquel que será su destino, recreándose en cuánto disfrutará, aprenderá o conocerá.

La vuelta, sin embargo, suele ser más cansada. Los paisajes ya nos son familiares. El cansancio se acumula. Nuestro destino es más que conocido por nosotros. No obstante, en el regreso de ciertos viajes que se hacen, uno se vuelve emprendedor, intentando aplicar ideas que viera donde estuviera, o bien realizar proyectos meditados durante el viaje. No hay duda de que los viajes son inspiradores.

Esta vuelta descrita arriba son para aquellos viajes cortos, en los que uno no ha llegado a echar de menos el hogar, la familia, las amistades, el clima ni ningún otro factor que es tan importante para nosotros pero que, debido a su cotidianidad, somos incapaces de apreciar con suficiencia.

Cuando el viaje emprendido es largo, la vuelta al hogar se asemeja más a la ida en un viaje corto que a la vuelta en una de estos. Se vuelve a casa cargado de experiencia, proyectos, comparaciones y nostalgia.

Al fin y al cabo, el hogar es aquel sitio donde está aquello con lo que hemos crecido, aquello que se recuerda en cada uno de nosotros como “de siempre”, “de toda la vida”.

Cierto es también (cada ser humano vive, siente y piensa diferente; no podemos olvidarlo tampoco) que hay quien tiene un espíritu más dinámico, que tiene un sentimiento interior que lo obliga a cambiar, a irse del origen, a partir, por el mero hecho de cambiar, por el verse a sí mismo fruto de una evolución. Y poniendo tierra de por medio es una forma más que evidente del cambio individual.

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