30 julio 2007

Turismo, Vacaciones y Descanso


Nadie necesita más unas vacaciones que el que acaba de tenerlas.
Elbert Hubbard

Coincidiendo con mi reciente viaje y habiendo tenido numerosos momentos de silencio en viajes, me ha dado que pensar sobre el actual turismo, sobre las vacaciones y sobre el descanso.

Mi aventura italiana queda lejos de ser unas vacaciones de descanso. Es más, el estrés acumulado durante los días de viaje a lo largo de la geografía italiana despeja cualquier duda. Llega entonces la cuestión del turismo ¿por qué viajamos en vacaciones?

El concepto clásico de vacaciones conlleva un descanso, una relajación, haciéndose ajeno uno de las rutinas, los madrugones, el estrés y de la escasez de tiempo libre. Uno concibe unas vacaciones con un despertar más cercano al medio día que a la salida del sol; sin embargo, uno es capaz de sacrificar su periodo de descanso por conocer nuevos lugares.

Sin embargo, he podido comprobar como las personas se acumulan en distintas ciudades artísticas y culturales en busca de obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas en su mayoría. ¿Pero puede uno decir que va a contemplar arte cuándo en seis horas ha de ver ciudades enteras del calibre de Florencia, Roma o Venecia?

Cuando uno contempla un cuadro, un trozo de mármol esculpido o un edificio parece que está buscando el “yo estuve allí”, más que comprender la esencia y el misterio de cada obra de arte. Para poder llegar a apreciar una obra de arte hay que saborearla, disfrutarla, palparla, sentirla. Permanecer tal vez varios minutos simplemente contemplando y enriqueciendo el alma a través de los sentidos. Respirar distintos aires. Escuchar distinta música. Degustar gastronomías. Entonces es cuando uno aspira a comprender y asimilar su magia y esencia. Pero eso, hoy en día, es imposible haciendo el turismo que hoy se practica.

Resulta mucho más práctico hojear cada cual en su casa las distintas obras de arte, comprender su contexto histórico, informarse acerca de las obras; y una vez delante de ellas, fingir o recordar aquella comprensión que uno en la paz del hogar pudo hacer suya.

¿Por qué viajamos entonces? ¿Por qué viaja tanta gente a la vez, hacia los mismos sitios? Será parte de la moda, del turismo como negocio lucrativo. Será por culpa de la televisión, de los medios de comunicación en general, de la sociedad; que confunde el desplazamiento con el viaje, que intenta reducir la categoría de un viaje a la de un simple desplazamiento a través de distintas geografías, que intenta darle un aire erudito a un movimiento puramente superficial e insípido, convirtiendo los viajes turísticos casi a las rutas que realizan los camioneros, con la salvedad de que éstos no vuelven con una cantidad ingente de “souvenir” y fotografías.

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28 julio 2007

Italia


Los italianos pierden las guerras como si fueran partidos de fútbol y los partidos de fútbol como si fuesen guerras.
Wiston Churchill

Aprovecho hoy para dar una perspectiva personal sobre Italia, y aprovecho para inaugurar una nueva categoría que llamaré viajes, dónde pretendo dar impresiones sobre sitios, lugares y paisajes que visite o se me antojen apetecibles.

Italia, como pasa con España es muy distinta en el norte y en el sur. Curiosamente, la riqueza se distribuye igualmente en la geografía italiana: siendo el norte más próspero y rico que el sur. Siendo imposible atribuirle concesiones económicas franquistas a las regiones nórdicas de Italia, me veo obligado a pensar, como ya he citado en alguna otra entrada, que la riqueza y la prosperidad vienen influenciadas por el clima.

Italia es un país que vive del pasado. No sé exactamente la cantidad en euros, pero viendo la cantidad ingente de turistas que por allí transitan, una muy buena parte de beneficios del país debe ser turismo. Verdaderamente el patrimonio artístico y cultural de ese país es impresionante. Prácticamente todos los pueblos tienen interés artístico, ya sea simplemente una iglesia, o el conjunto del pueblo que ostenta una impresionante belleza.

A nivel de infraestructuras es un país bastante paralelo a España, e incluso me atrevería a calificar de peor. Las carreteras son peores que las españolas, y los conductores son tema aparte en ese país.

Italia es un país para artistas, donde encontrar la inspiración y la belleza resulta tan inconsciente como respirar. Es un país de obligada visita de aquellos que se sientan admiradores del arte y la cultura, aunque para recorrerlo detenidamente y en profundidad son necesarios meses o incluso años

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27 julio 2007

El Hogar


Una casa es el lugar donde uno es esperado.
Antonio Gala

Después de un largo tiempo sin escribir por aquí, tengo tantas cosas que decir que no se por donde empezar. Intentaré dosificar los temas, para no quedarme pronto sin nada qué decir, que últimamente tenía la sensación de que me repetía un poco.

Empezaré hoy por el hogar. El hogar: aquello de lo que tantas veces hemos deseado huir, escapar, dejar atrás es lo primero que uno echa de menos cuando está fuera una temporada.

El ser humano es increíblemente tradicionalista y amante de los rituales. Si aprendemos a atarnos los cordones de una forma determinada o aliñar la ensalada con un protocolo concreto; es difícil que aceptemos sin más otra manera de hacerlo. Y es más, tacharemos de “raro” todo aquello que no se asemeje a nuestra tradición natal.

Tendemos a hacer lo nuestro universal y absoluto, a creer que todo lo que hacemos está bien; y ha sido así siempre. No planteamos que otra manera de hacer las cosas puede ser positiva para nosotros, que otro punto de vista puede ser más acertado que el propio. No. Somos inevitablemente imperialistas, difusores de nuestras tradiciones.

Quizás todo esto se deba a la necesidad de seguridad que el ser humana arrastra desde que nace. Uno debe siempre sentirse cómodo y seguro con lo que hace, necesita saber que el resultado de una acción va a proporcionarle una porción de felicidad, satisfacción o beneficio; y cuando proponen una alternativa es imposible saber, por mucho que otra persona nos hable de sus experiencias nadie escarmienta en cabeza ajena, qué va a pasar.

Por eso uno echa de menos su hogar, su casa, su almohada, su sofá, su frigorífico, la distribución de cubiertos y platos en la mesa, su mando de la televisión, su telediario, sus horarios de comida, su marca de cerveza, su escritorio del ordenador, su teclado, su fondo de escritorio, su ventana, su terraza… incluso uno llega a echar de menos por momentos hasta su rutina.

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07 julio 2007

Viajar


Viajar es una buena forma de aprender y de superar miedos.
Luis Rojas Marcos

Uno a veces se cansa de las inevitables rutinas del día a día, de los horarios prefabricados, de levatarse a una hora y acostarse a otra sistemáticamente, de tener un horario pre-establecido de clases y actividades que cicla incesantemente a lo largo de las semanas.

Uno a veces se cansa de las mismas caras, los mis hábitos, las mismas palabras, las mismas risas. Se cansa de respirar el mismo aire cada mañana, de orinar a la misma hora y de comer las mismas cosas.

Uno a veces se cansa de las mismas calles, los mismos coches, los mismos semáforos. Se cansa de sentarse en los mismos bancos, pisar las mismas aceras, pasear los mismos parques.

Uno se cansa de preguntarse cómo es la vida en otro sitio, cómo es vivir en solitario, cómo se come, duerme y organizan las gentes en otros lugares. Y se cansa de estar sentando, cansado, y pensante. Y uno se levanta un día con ganas de cambiar, de aprender, de respirar nuevas sensaciones, de contemplar distintos paisjes y conversar con distinta gente. Y uno de esos días, uno va y lo hace.

Como la mayoría de las personas del mundo occidental, un servidor viaja en vacaciones. Y mi turno comienza mañana. Estaré por tierras italiana hasta el día 25 de julio, que espero volver sano y salvo y con muchas cosas que contar por aquí.

Así que, salvo que por caprichos del azar tenga internet más o menos accesible, no escribiré en el blog hasta mi regreso. Espero que esto no me haga perder lectores, a los que una vez más agradezco que pierdan su tiempo inundándose con estas líneas mediocres.

Una vez más gracias a todos, y un afectuoso abrazo a todos y todas.

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03 julio 2007

Estados de Ánimo


Cuando se lee un libro según qué estado de ánimo, sólo se encuentran en él interpretaciones de ese estado.
Georges Duhamel

Todos los días son días únicos e irrepetibles. El buen o mal uso que le demos al tiempo que transcurre en cada uno de éstos tiene que ver en grandes dosis de importancia con nosotros.

Nosotros, a su vez, somos seres complejos, excesivamente complejos me aventuraría a decir yo. Y la complejidad requiere una costosa depuración. Me refiero a que somos tan sumamente sofisticados que para averiguar el porqué pensamos algo o el porqué nos sentimos de una determinada manera necesitamos a veces tiempo, dedicación y paciencia.

Los días se ven influidos por nosotros, por el enfoque que le demos al comienzo de éste, y a las ganas e ilusión que le pongamos. Nuestro estado de ánimo colorea cada día, incluyendo todas las gamas cromáticas desde el blanco al negro.

Al final, los días no son mejores y peores en sí mismos, sino como quedan en el recuerdo. Y el recuerdo también depende, aparte de las actividades, del estado de ánimo con que nos encontráramos ese día.

A veces estamos enfadados, y no sabemos por qué. Pasa a veces que el hecho de no poder saber por qué suceden las cosas provoque que nos enfademos. Otras veces en cambio, estamos felices porque ha salido el sol, porque ha dejado de llover, o porque es viernes.

El caso es que pasar los días cabreados, insípidos, sin vivir intensamente cada momento o circunstancia es restar días. Nuestro estado de ánimo nos hace restar días de nuestra vida si éste no es el adecuado. Y eso es algo que debemos de evitar.

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01 julio 2007

Obligación y Devoción


Si nada es evidente de por sí, nada es comprobable, y si nada es obligatorio por sí mismo, nada es obligatorio en absoluto.
Clives Staples Lewis

Todo lo que empieza está condenado a acabar. Cuando algo empieza a desbordarnos o consumirnos excesivo tiempo, no cesamos de anhelar el final, bien para emprender otras actividades, o bien para no hacer nada.

Pero a veces llega el final, y uno está descolocado: no sabe qué hacer. Nos pasamos la vida pidiendo cambios que en nuestra cabeza suenan bien; pero cuando estos se transforman en realidad no estamos seguros de desearlos tanto.

A veces, cuando los sueños llegan de golpe nos sentimos incluso insatisfechos. No disfrutamos con la meta, con el fin, con el sueño en sí; si no con el trayecto que nos lleva hacia él. Saboreamos cada paso que damos en el camino. El sentir que estamos en el camino correcto y que en el horizonte se ve la luz es lo que nos proporciona la felicidad, no la luz en sí misma.

Todo tiene su tiempo, y todo ha de hacerse poco a poco, y disfrutar construyendo el camino.

Deseamos también disponer de tiempo libre continuamente para realizar cien mil actividades, pero cuando realmente lo tenemos, no lo empleamos. Lo que de verdad gusta es compaginar las obligaciones con las vocaciones. Se trata de hacer más amena una obligación, una vía de escape. Convertir cada día en algo deseable y no en algo rutinario.

Cuando disponemos ciertamente de tiempo libre al no tener obligaciones, el resto de actividades que hemos desempeñado, ya no las consideramos, porque nos sentimos liberados de la presión de una obligación y preferimos descansar en el sofá antes que hacer nada productivo. Si descansáramos mientras tenemos obligaciones pendientes, tendríamos cargo de conciencia. Sin embargo, si hacemos cualquier otra cosa medianamente productiva, excusamos el déficit de tiempo ante las obligaciones con ese algo vocacional que supone una dedicación temporal. Los hobbies sólo son necesarios cuando tenemos que evadirnos; si nos encontramos evadidos continuamente, no recurrimos a ellos con tanta ansia.

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