21 marzo 2017

Reflexiones de Matrix: La Verdad y la Felicidad

Si buscas la verdad, podrás encontrar confort al final; si buscas confort, no encontrarás ni verdad ni confort.
Clive Staples Lewis

Una de mis escenas favoritas de la película Matrix es cuando Cifra está sentado frente al Señor Smith y aquél le dice a éste que aunque él bien sabe que el filete que se está comiendo no es verdad, él lo disfruta y saborea. Que aunque todo sea una recreación de su cerebro, a él le es indiferente, ya que lo está disfrutando, siente el placer y le es agradable. Así, para llevar a cabo el negocio que se traen entre manos, Cifra le pida que a cambio olvide todo lo que sabe y que vuelva a despertarse en Matrix con las condiciones materiales perfectas para llevar una, podemos llamar, vida acomodada.



Y uno, ¿qué quiere uno? ¿La verdad a toda costa? ¿Somos capaces de soportar la verdad? ¿Somos capaces de llevar la losa que supone muchas veces la verdad a lo largo de la vida? ¿Para qué sirve la verdad? ¿Por qué la verdad? ¿Y la mentira? ¿Son la verdades a medias mentiras? ¿Es uno completo con una mentira? ¿Es uno mismo uno sin toda la verdad? ¿Es más fácil reponerse de una verdad o de una mentira? Todo esto, como (casi) siempre, serán las entradas de otro día

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12 marzo 2017

Nuestro Pasado Común

Quienes comparten nuestra niñez, nunca parecen crecer.
Graham Greene

Pasa uno por la calle y ve un grupo de chavales jugando en el parque. Los sujetos en cuestión tendrán unos 8 años. Todos resultan parejos: ninguno mucho más alto que el resto ni ninguno destaca por su color del pelo. Son prácticamente uniformes. Casi clónicos. Hasta su vestimenta es muy similar. Lo que ellos no saben es que dentro de no muchos años sus vidas, prioridades y pensamientos serán completamente diferentes.

No deja de producir un efecto curioso cuando te vuelves a encontrar con alguien con quien has crecido o ves una fotografía de mucho tiempo ha. Puedes, por un lado, perfectamente reconocer a esa persona en vuestro espacio anterior común compartido. Sientes que la conoces. Sientes una confianza y una seguridad considerable. Todo esto a la vez que recalas en cómo de diferentes sois ahora, en cómo de separados son los caminos que cada cual eligió en su día. Tanto es así, que si no os uniera esos juegos pretéritos, probablemente jamás cruzarías ninguna palabra con esa persona o, al menos, no tendrías demasiado interés en profundizar esa relación. Sois, al mismo tiempo, viejos conocidos y profundos extraños.

El pasado común es en este caso la única argamasa de esta amistad (que aunque no puedes considerar a esta persona tu amigo, repito lo escrito arriba, existe una confianza que tampoco la hace ajena a ti, ni se puede considerar como un desconocido). El haber compartido con estas personas emociones y sensaciones en los tiempos en los que estos eran plenamente sinceros y nobles, donde no había mayor interés en la amistad que la amistad en sí misma (pensad en la amistad de los niños y púberes) hace que la sensación de afecto que sintamos de la otra persona lo tomemos como sincero, y sin la mediación de otros intereses subyacentes (dinero, trabajo, poder, etc.).

Es tal vez por eso que cuando nos reencontramos con personas que han formado parte de nuestro sintamos los coletazos aún hoy de aquellos sentimientos puros y nobles. Y es por eso también, quiero creer, que las amistades que se forjan en los primeros años de nuestra juventud durarán para siempre, porque están fundadas sobre esos mismos sentimientos nobles que decía, sin que medie otro tipo de interés o compromiso que desvirtúe a la propia amistad.

¿Sucede esto mismo con las naciones y sociedades? ¿Es por eso tan necesaria la historia común de los pueblos y es por eso el constante y continuo esfuerzo por reescribirla e inventarla? Eso ya lo dejaremos para otro entrada.

Cabe también sorprenderse, y tal vez otro día vuelva sobre el mismo tema, de cómo (retomemos la imagen del grupo de niños en el parque) seres completamente uniformes las personalidades, experiencias y prioridades hayan hecho llegar a cada uno a lugares tan extraordinariamente diferentes, siendo cada uno de estos lugares de la vida, además, opciones de vida que probablemente también nosotros podríamos haber cursado. ¿Dónde se determinan las vidas? ¿Cuándo los caminos comienzan a separarse? ¿Cuándo uno conforme la esencia de lo que realmente será el resto de su vida? Estas cuestiones, como las anteriores, las dejaremos para otra entrada.

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11 marzo 2017

La La Land o el Amor Posmoderno

Amar es una oportunidad, un motivo sublime que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo, para volverse mundo.
Rainer María Rilke

Esta entrada contiene contenido de la película. Si el que está leyendo estas líneas no la ha visto, le recomiendo no leerla hasta que no lo haya hecho. Una vez advertido el lector, y más allá de las consideraciones cinematográficas que pudieran hacerse (y que yo no voy a hacer en esta entrada), procedo a argumentar por qué creo que es una gran película. Entiendo que la película es un reflejo fiel a las relaciones sentimentales en plena posmodernidad. Y explico por qué.



Los protagonistas se encuentran por azares de la vida (como suelen encontrarse las parejas, en realidad) y entre ellos nace una química especial quizás basada en la singularidad de sus personalidades. Ninguno de ellos es un tipo corriente. Al revés, a ambos podríamos calificarlos de extravagantes, con un barniz de idealistas y soñadores. La atracción no se hace esperar y la relación, debido a cómo congenian sus caracteres, se desarrolla en la más profunda armonía.

Ambos, como soñadores que son e hijos de su tiempo, tienen sus aspiraciones individuales. Aspiraciones que llevan arrastrando muy probablemente desde su más ¿volátil? Adolescencia y que traen consigo hasta su presente. Ambas pasiones ligadas con las artes, con la creatividad. El carácter de ambos, además, favorece esta persecución de sueños que realmente es una aproximación cómoda de sus sueños, una adaptación “segura” de los mismos, en el fondo una desvirtuación. De lo que se acaba tratando es en una falsa búsqueda del sueño, de una imposición de la individualidad (pero no de la individualidad original, del sueño original, sino de la adaptación nacida a causa de no haber centrado plenamente los esfuerzos en la relación).

Poco a poco esta necesidad de individualidad los va alejando el uno del otro hasta que, por la distancia espacio-temporal, acaban rompiendo la relación, ya que ninguno es capaz de sacrificar esa individualidad, ese yo, por la relación; ni, por otro lado, son capaces de negociar un término en común.

Al final de la película se muestra una especie de final alternativo en el que ellos, en lugar de escogerse a sí mismos, escogen la relación y apartan del camino todo lo que los aleje del amor. Siguiendo esta línea, se ve como ambos consiguen llevar una vida plena en el plano individual (ninguno renuncia a sus pasiones, actuación y música) y además se ven reforzados por una vida plena en el amor.

El final de ellos, sin embargo, muestra cómo la mediocridad en la vida personal se ha apoderado de ellos aunque han triunfado y satisfecho plenamente sus iniciales ambiciones individuales.

Como bien titula la entrada, creo que esta película es un resumen perfecto de las relaciones posmodernas: el individuo en su vertiente más egoísta está en el centro de todas las cosas. El yo impera por encima de todo y la construcción y satisfacción directa del yo puede incluso llevar a socavar otro tipo de dimensiones que únicamente pueden satisfacerse a través (es decir, con) otra persona.

¿Merece la pena el sacrificio de una vida quizás más plena basada en otras personas que la satisfacción de unas ambiciones individuales muchas veces intelectualizadas y casi impuestas desde fuera (de terceros o de la sociedad? Quizás ésta debería ser una pregunta fundamental que habríamos de hacernos cada uno de nosotros. ¿Nos hacen nuestras ambiciones/sueños individuales más plenos que vivir el amor con otra persona?

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