29 noviembre 2007

Aprendizaje


Hay ciertas cosas que para hacerlas bien no basta haberlas aprendido.
Lucio Anneo Séneca

El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. No estoy seguro si podemos atribuirle esta hazaña a todo la especie o a algún subconjunto de ella; pero lo cierto es también hay quien acaba quitando la piedra a base de darle patadas al tropezarse.

Hay individuos en la especie humana que no consiguen aprender jamás. Hay otros tanto, que simplemente no quieren aprender; o que lo que han aprendido no acaban de creérselo. Hay también un apartado para los ilusos, para aquellos que creen que las personas cambian, que cada persona es un mundo, que todos somos diferentes. Es cierto que sí, que todos somos diferentes; pero también es cierto que todos nos movemos por unos determinados patrones de comportamiento, que el ser humano es ser humano, y todos somos seres humanos, precisamente por nuestros parecidos, por nuestras características comunes; y una de ellas, inevitablemente es de la de no aprender, u olvidar demasiado rápido.

Yo estoy a favor de la memoria selectiva, entiendo que es necesario olvidarnos de cosas para poder seguir afrontando la realidad y la vida; pero a veces olvidamos demasiado rápido, y es este un factor fundamental para que seamos incapaces de aprender: no asumimos nuevos conceptos, no asumimos cambios en los conceptos ya establecidos.

Tendemos a pensar que esta vez puede ser diferente, a dar oportunidades a mansalva. No. Todos tenemos una oportunidad para todo; un comodín, en el que se nos otorga el beneficio de la duda. Pero sólo uno. Y una vez gastado ese comodín, si volvemos a caer no tenemos perdón, ni excusa, ni oportunidades. Todos tenemos derecho a equivocarnos; pero también tenemos la obligación de aprender, por nosotros mismos y por el resto de personas que sufren nuestras caídas.

Leer más

26 noviembre 2007

Sonrisas


La sonrisa es una verdadera fuerza vital, la única capaz de mover lo inconmovible.
Orison Swett Marden

La entrada de hoy es un tanto especial, porque se sale de mi dinámica habitual de escritura, la cual consiste en tratar un tema que directa o indirectamente ha surgido en mi vida, o sobre el que puedo reflexionar en primera persona. Esta vez, esta entrada, es una sugerencia, es un “por qué no escribes sobre…?”. Más bien es un “¿y por qué no?.

El tema que me han sugerido ha sido la sonrisa. ¿Qué es una sonrisa? Claramente el quid de la cuestión no se encuentra en el qué; sino en el qué representan. Una sonrisa implica bienestar cuanto menos, simpatía, paz, receptividad, acogida. Nos enamoramos de las sonrisas no por su forma ni por su estética, sino por lo que transmiten, por lo que imaginamos a través de ellas. Porque vemos la felicidad en una boca, y ansiamos beber de ella.

Las sonrisas son motores del mundo, son las mensajeras de la paz, los frutos de la alegría y los nietos de la felicidad. Una sonrisa, al igual que una imagen, puede decir más que mil palabras; puede contar secretos inconfesables y puede delatar estados del alma.

Al igual que todo en la vida hay muchos tipos de sonrisas: alegres, melancólicas, corteses, hipócritas, celestiales, perversas, irónicas, sarcásticas. El mundo está lleno de ellas, y aun que no seamos conscientes de ello, pasamos la vida buscando la sonrisa perfecta, mirando rostros en busca de aquella que consiga transmitir lo que tanto andamos buscando: felicidad.

Sin duda las sonrisas han sido el delirio de poetas y artistas. El mismo Da Vinci consiguió sembrar el misterio acerca de la sonrisa más célebre del planeta. Las sonrisas son y seguirán siendo uno de los grandes misterios del ser humano.

Leer más

23 noviembre 2007

Equilibrio


Desafortunadamente, el equilibrio de la naturaleza estipula que la super-abundancia de sueños se paga con el aumento de las pesadillas.
Peter Alexander Ustinov

Aristóteles era un fiel defensor del equilibrio; siempre defendiendo la virtud como la mitad entre dos extremos, el justo centro como sitio más acertado y censurando siempre los extremos.


En cierto modo, yo me considero aristotélico, en el sentido en que procuro siempre encontrarme a igual distancia de la izquierda y la derecha, del suelo y el cielo. Quizás pase la vida buscando un equilibrio emocional, un equilibro en la vida que aporte estabilidad.

Ayer, después de una conversación, comprendí que el equilibro es síntoma de muerte, de descanso, de abandono. En el cuerpo humano por ejemplo, cuando los vasos sanguíneos encuentran el equilibro entre sus presiones, el cuerpo muere.

Igual pasa con la vida; uno se siente realmente vivo cuando sufre o goza; cuando llora o ríe; pero no se siente vivo cuando está tumbado en su cada durante horas mirando al techo.

La vida es pues dinamismo; y la muerte lo perfecto, lo estático. Y aun así, orientamos la vida en pro de la búsqueda de lo estático, de lo perfecto; cuando es la perfección lo que verdaderamente acaba con nosotros. Hemos, por tanto, de procurarnos metas lejanas, para continuamente estar dando dinamismo a las acciones. Hemos también de sucumbir ante la paradoja de alegrarnos cuando sintamos pena; porque esa es una señal irrefutable de que estamos vivos.

Leer más

22 noviembre 2007

Pérdidas


Cuando una batalla está perdida, sólo los que han huido pueden combatir en otra.
Demóstenes

Queda claro que en esta vida unas veces se gana, y otras se pierde. Y queda claro también que quien no arriesga, jamás ganará; y ya no sólo eso, si no que además ya ha perdido.


El principal motivo por el que no arriesgamos en la vida es por miedo a perder; y siempre se nos olvida que si no arriesgamos jamás podremos ganar. Aquel que algo espera de la vida, debe arriesgar siempre que pueda, para ganar lo máximo posible; y deber llegar a comprender que la amargura de una pérdida tiene tan sólo el alcance que cada uno quiera otorgarle.

Ya he hablado en más de una ocasión de esto; hice no hace mucho una reflexión de por qué nos asusta la pérdida, y que es lo que realmente lamentamos con esta pérdida.

De lo que nos lamentamos es la inversión en tiempo y esfuerzo que hemos hecho por una idea, persona o relación. Eso es lo que nos incordia y lo que nos produce pena. Porque si hay algo impagable en esta vida, eso es el tiempo. El tiempo es probablemente el tesoro más preciado que poseemos, y a veces somos incapaces de darnos cuenta.

Por tanto, cuando algo a lo que le hemos dedicado tiempo, esfuerzo, sonrisas y lágrimas acaba por zozobrar; nos sentimos apenados. Y lo que sucede es que no nos damos cuenta de lo que ganamos; no sabemos verle el lado bueno a lo negativo; no sabemos apreciar la experiencia, los recuerdos y las sensaciones que esa idea, proyecto o persona nos ha concedido. No nos damos cuenta de que ese tiempo ha sido bien invertido; no en pro de ninguna idea o persona, sino en beneficio nuestro.

Lo que debemos hacer pues, es vivir cada día con la mayor intensidad posible, arriesgar cuanto podamos, sin miedo a perder; sin miedo a un futuro que raramente se parece al que nosotros habíamos imaginado. No perdamos tanto tiempo imaginando lo imaginable, creyéndonos que eso que imaginamos alguna vez pueda cumplirse. Esperemos que el futuro venga solo, sin prisas, sin precipitaciones. Recibamos al futuro mirando hacia otro lado; viviendo nuestra propia vida.

Leer más

19 noviembre 2007

Odio


El odio del contrario es el amor del semejante: el amor de esto es el odio de aquello. Así, pues, en sustancia, es una cosa misma odio y amor.
Giordano Bruno

Hay quien cree que la vida está basada en pasiones; que somos esas pasiones y que debemos escuchar el corazón a cada instante de nuestras vidas. Otras corrientes del pensamiento piensan sin embargo que las pasiones entorpecen al ser humano, que sólo son un impedimento para distraer al hombre de su senda. Quizás ambas sean ciertas.


No todas las pasiones deben ser positivas; hay también pasiones negativas que a su vez indagan en cada uno de nosotros, en lo más profundo de nuestras almas. Uno de ellas es el odio. Un hombre que odia puede ser la estampa más terrorífica que pueda hallarse a lo largo de la vida. Y se incrementa si además considera el odio como razón de ser y/o motivo de existencia.

Todos hemos odiado alguna vez. Algunos más, otros menos. El ser humano es demasiado mezquino como para no haber odiado jamás. Igual de mezquino que amando.

No se tiene capacidad de odiar ni de amar. Se tiene capacidad de sentir, inteligencia emocional. Y aquel que bien ama, bien puede odiar; y aquel que tanto ama, eso mismo puede ser capaz de odiar. Estos sentimientos pueden ser los extremos del amplio segmento del corazón.

Muchas veces sucede que nos creemos incapaces de sentir alguna de estos dos sentimientos; y este escepticismo se amplía cuando sentimos su opuesto. Pero todos sabemos odiar; y a veces odiamos tanto que dejamos de saber por qué odiamos; y nos llega hasta a dar igual. Sucede también que es a veces el odio el que nos mantiene vivos, el que nos da un sentido. Podemos llegar a amanecer por odiar, por una venganza; y odiando podemos sentirnos completos, e incluso felices; con una menta, con un objetivo.

Pero uno de los problemas que tienen los sentimientos llevados a su extremo, como cualquier otro extremo, es que no son infinitos; que son temporales, que se van un día al igual que vinieron, y podemos llegar a ser incapaces de comprender ni recordar la semilla de nuestro odio. Todo sentimiento nos parece ridículo mirando hacia atrás.

Leer más

17 noviembre 2007

Madrid


Ciudad grande, soledad grande.
Estrabón de Amasia

Volví. Sano y salvo, tal como se preveía. Ha sido un viaje corto pero intenso, del que seguro que guardo un tierno recuerdo. Allí he tenido tiempo de pasear por los parques y avenidas de la capital; de ver la pinacoteca más prestigiosa de España y de contemplar las maravillosas obras que allí moran.


Madrid es una ciudad grande, imperial, fría. Capaz del día y la noche en una misma calle; capaz del cielo y el infierno en la misma boca de metro. Siempre impone Madrid, tan distante, tan inabarcable, tan firme, tan formal.

Es impresionante la cantidad de gente que concentra, y la cantidad de negocias que ampara. He visto tiendas que jamás hubiera imaginado que existieran. Las personas, todos en su mundo, a su ritmo; como si de autómatas se trataran. Nadie saluda a nadie, nadie gesticula con nadie. Todo el mundo en su particular percepción del mundo, con su mente ocupada en asuntos netamente egoístas.

Y sales del metro, acompañado de una cantidad ingente de autómatas que siguen tu mismo camino. Y te encuentras con la grandiosidad de una gran ciudad, con sus seis carriles en cada sentido, con sus edificios de veinte plantas, con sus fuentes, sus jardines. Todo magnificado. Incluso la miseria.

Vuelves al metro y es allí donde quizás vea la mayoría de las desgracias existentes en Madrid; y ves a algunos, que pese a su estado lamentable, no pierden la sonrisa. Y uno se pregunta como es posible que lo hagan; y se siento estúpido por la magnitud de sus problemas, en comparación con las de estas gentes. Y entonces da gracias a Dios, o quien quiera que haya de dárselas por tener familia, comer todos los días y dormir entre cuatro paredes y sobre un colchón.

A veces viajar sirve para darse cuenta de lo a gusto que está uno en casa.

Leer más

13 noviembre 2007

Preparando el Equipaje


Se viaja no para buscar el destino sino para huir de donde se parte.
Miguel de Unamuno

Hoy en día, y con el progreso que ha habido en los últimos años en el tema de las comunicaciones, en todos sus sentidos, las distancias se reducen, como bien dijo Borges, porque medimos dichas distancias en tiempo. Con el avance de los transportes, uno puede reducir ochenta veces el tiempo de Willy Fog en dar su vuelta al mundo.


Eso no quita que el hecho de viajar deje de ser emocionante. Lo que pasa, es que ahora los viajes no son de meses, ni de años; ni uno se juega la vida tanto como antaño. No hay tampoco grandes despedidas, porque las telecomunicaciones también han avanzado, y uno puede estar en constante contacto con otro, estando cada uno en una antípoda terrestre.

El papel ha sido sustituido por una pantalla digital. Las cartas por e-mail. Ya no existe la impaciencia por noticias: sólo hay que conectarse a la Red, o bien marcar un número de teléfono. Progreso al fin y al cabo.

Pero aunque los viajes hayan perdido categoría respecto a los pasados; esto no significa que uno no siga poniéndose nervioso o se emocione ligeramente ante el embarque en una nave (hoy frecuentemente coche, autobús o tren); o que uno no siga sucumbiendo al mágico ritual de la preparación del equipaje. Y esto a su vez no quita, que uno una vez embarcado, no se pegue a la ventana más próxima y contemple el mundo como si acabara de nacer.

Los viajes siempre van cargados de ilusión; y le sirven a uno para comparar; pasa salir de su pequeño universo que a veces se tiene tan visto. Muchas veces, la preparación y la ida resultan más reconfortantes que la estancia; y por supuesto que la vuelta.

Hay quien viaja, dice, por cambiar de aires, por ver mundo; cuando lo que persigue realmente es caer en una nueva una ilusión, sentir que espera algo del mundo. Y es que a veces necesitamos agregar un poquito de ilusión a nuestra monotonía para sentirnos vivos de nuevo.

Nota: Estaré ausente del hogar hasta el viernes, por lo que es muy probable que no pueda escribir hasta el fin de semana, o la semana que viene. Viajo a la capital de España, e intentaré reproducir en el blog las impresiones acerca de la metrópolis. Aprovecho también para saludar de todos aquellos que más o menos siguen el blog. Muchas gracias.

Leer más

11 noviembre 2007

Tiempo y Estrés


Conciencia del tiempo es igual a estrés y agotamiento corporal y emocional.
Shirley MacLaine

Hay veces en que una hora, un día o una semana se nos pasa en una volada, y no nos hemos dado ni cuenta; y otras, que transcurren como años, despacio. Ya dijo Einstein que el tiempo era relativo, aunque seguramente no se refería a esto.


El tiempo transcurre para nosotros en función del estado de ánimo y de lo que estemos disfrutando los momentos; así como de manera proporcional a la cantidad de cosas que tengamos que hacer. Es decir, cuanto mejor lo pasamos, más contentos estamos, más deprisa transcurre el tiempo; y cuanto más tengamos que hacer, menos nos parecerá la cantidad de tiempo que nos queda.

Y es que nos suele pasar que no hacemos buenos cálculos sobre el tiempo que nos queda, o de cómo emplearlo. Nos saturamos pensando la cantidad de cosas que tenemos que hacer y nos anulamos. Cuando sucede esto, nos invaden unos nervios, un estrés que nos dificulta aun más nuestras labores. Sentimos como si cada una de las cosas que tenemos que hacer fuera definitiva, fuera de una trascendencia sublime e inigualable.

Pero la realidad camina por otra senda. Rara vez, nada de lo que hacemos tiene tanta trascendencia o dramatismo. Y es más, cuando sentimos o creemos que algo no tiene importancia, lo hacemos de manera más tranquila, más pausada, y por lo general suele salirnos mejor que aquello que hacemos bajo la presión de una fecha.

Demos a cada cosa la importancia que tiene. Administremos correctamente el tiempo, y no perdamos el poco que tenemos en ponernos nerviosos y lamentarnos. El mejor discurso siempre es el ejemplo.

Leer más

09 noviembre 2007

Aconfesionalidad y Laicismo


Amo a todas las religiones, pero estoy enamorada de la mía.
María Teresa de Calcuta

Es un tema que he debatido con mucha gente, y de muy diversas maneras. El problema que tiene la discusión de estos dos términos es que no queda muy clara su definición; y lo que sucede la mayoría de las veces es que aplicamos un mismo concepto, y lo llamamos de manera diferente.


¿Qué implica que un Estado sea aconfesional? Implica únicamente que el Estado no tiene una confesionalidad, que el Estado no se define; pero si permite y facilita la confesión de sus ciudadanos; y en cierto modo da facilidades a aquella religión mayoritaria o tradicional.

¿Y un Estado laico? Es un Estado que pretende separar completamente la religión de la política; que la religión sea un ente totalmente del individuo y esta quede expulsada completamente de las administraciones e instituciones oficiales.

Sin duda alguna, un Estado laico es más progresista, y según corrientes ideológicas, más demócrata e igualitario. A efectos prácticos todo depende del gobierno de turno.

Lo que sí hay que tener en cuenta es la especial configuración de España. España es un país occidental, europeo y por ende histórica y culturalmente cristiano. Se confunde en España, y puede que a veces con razón, los términos religión, Iglesia, cristianismo, franquismo e Inquisición. Y ello lleva a odiar las religiones en nombre de la historia del cristianismo.

Lo cierto es que vivimos en una sociedad cada vez pluricultural; lo cual enriquece, pero a su vez olvida raíces. Un estado debe de cuidar su historia, su pasado y su cultura; porque en el fondo, tenemos este presente porque tuvimos aquel pasado. España no debe querer sacar a toda costa los valores cristianos de la sociedad, porque en el fondo son parte de nuestra identidad. Lo que si deben fomentar tanto Estado como medios de comunicación es la correcta definición de términos, y llamar a cada cosa por su nombre.

Leer más

06 noviembre 2007

Esfuerzo y Valor


Nada que se consiga sin pena y sin trabajo es verdaderamente valioso
Joseph Addison

Estamos rodeados de un sinfín de enseres. Miramos a nuestro alrededor desde la silla de nuestro dormitorio y contemplamos una infinidad de cosas; y seguramente si miramos con atención cada día descubramos algo que no sabíamos o no nos acordábamos de que estuviera ubicado donde está.

Vemos las mismas cosas todos los días que somos incapaces de percibir el valor que tienen la mayoría de ellas; y damos por supuesto que algo nos deba pertenecer, que podamos dormir bajo techo o que comamos todos los días; y somos totalmente inútiles a la hora de valorar dichas rutinas.

Queda claro que para el ser humano las cosas tienen valor de manera proporcional al esfuerzo empleado. Así pues, si un coche vale doce millones de euros, pero es papá quien lo paga, no tiene ni por asomo el mismo valor que un coche de seis mil euros que hemos ahorrado durante no se cuantos años. Y es que somos así de ruines, egoístas y miserables; y sólo alcanzamos a valorar lo que ha supuesto para nosotros un esfuerzo.

Quizás no seamos nosotros los culpables de forma tan directa. Será que es la propia experiencia acerca del esfuerzo, la parte del esfuerzo en la que requiere sufrimiento, la que nos hace valorar las cosas. Y es que la tristeza y el dolor ahondan más sin duda que la dicha y alegría.

Concluyo diciendo que son las cosas en las que nosotros nos mostramos interesados; las que nos han supuesto cierto tiempo (y recuerdo que en la vida no hay nada más caro que el tiempo, pero eso lo dejo para otra entrada), cierto sufrimiento, ansiedad, ilusión, trabajo; las que son realmente valoradas por uno.

Y ocurre de forma homóloga con las relaciones interpersonales.

Leer más

05 noviembre 2007

Obstinación


Hay que perder la mitad del tiempo, para poder emplear la otra mitad.
Anónimo

El hecho de no desear nada produce desencanto. El hecho de desear excesivamente produce desesperación. Como todo en esta vida, los deseos también deben ser pasados por el rasero del término medio.


Hay veces en la vida en las que deseamos algo concreto; pero este algo se nos resiste. Entonces ponemos todo nuestro empeño en satisfacer dicho deseo. Perdemos el sueño y el hambre, desviamos nuestra atención, nuestra mente pasa la mayoría del tiempo buscando un método de consecución y puede incluso alterar nuestro humor.

Pasa un tiempo prudencial de penalidades y desencantos, hay veces que seguimos obstinados. No sabemos por qué. A veces ni sabemos con qué estábamos obsesionados; pero la sensación nos persigue a lo largo de los días y de las noches. No conseguimos ser felices del todo, y seguimos gastando fuerzas en pro de nuestro deseo inicial.

También ocurre a veces que nos damos cuenta de la inutilidad de nuestra obsesión; pero una parte del orgullo intrínseco a cada uno no nos deja abandonar ese camino. Lo ve como un abandono, como un arrojo de la toalla, como una deserción. Y muchas veces no somos conscientes que con el camino de la obstinación nos hacemos más daño que persiguiendo una alternativa; pero seguimos creyendo que aquel deseo que una vez sentimos es universalmente válido, y nos quedamos atrapados en él.

Leer más

04 noviembre 2007

Optimismo y Confianza


El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo.
Gilbert Keith Chesterton

El otro día me llegó, como todos los días, una frase a mi correo electrónico. Esta frase, que es lógicamente la que encabeza esta entrada, versaba sobre el optimismo y el pesimismo desde un punto de visto que jamás me había planteado.

Esto me lleva a reflexionar por dos vías distintas. Una, lógicamente, es sobre el contenido de la frase, que posteriormente trataré de desarrollar. La otra, más ligada a los formas aunque no de forma directa.

Comenzaré por las formas. Lo que me hizo pensar la lectura de esta frase fue que siempre hay puntos de vista que se nos escapan, que siempre hay una manera deber las cosas ocultas, una perspectiva escondida entre las ideas que aún no han sido ni exploradas ni desarrolladas. En política por ejemplo, estamos hartos de una polaridad izquierda y derecha; y nada se sale de esas dos tendencias. Seguro que hay otros puntos de vista que no tienen que ser combinación lineales de estos dos; puede que haya también un arriba, y un abajo. O posiciones en las diagonales, con políticas totalmente diferentes. Únicamente necesitamos ideas nuevas, puntos de vista nuevos.

Sobre el optimismo. Considero totalmente cierta esta afirmación. Un optimista cree en las personas, cree en las cosas que no depende únicamente de él. Es confiado, atrevido, alegre. Piensa que el hombre es bueno para consigo, que existe un mundo mejor y que todos debemos ser partícipes de él.

El pesimista sin embargo, no cree más que en sí mismo. Es un ser individualista. Conoce al individuo, se conoce a sí mismo. Es consciente de las limitaciones, y no pondría la mano en el fuego por nadie, y a veces ni por sí mismo.

Nunca me había planteado que nuestra forma de ver el mundo dependiera tan directamente de la manera en que creemos en el resto de las personas, en lo solos que nos sintamos en el mundo y en lo que nos cuesta enhebrar hilos de confianza.

Leer más