26 junio 2007

Comunicación de Cambios


Las personas cambian y generalmente se olvidan de comunicar dicho cambio a los demás.
Lilliam Hellman

Tenemos costumbre (mala o buena) de estar continuamente disconformes con nosotros mismos, de ser unos inconformistas con nuestra personalidad, con nuestra forma de hacer las cosas, con nuestros cómos. Sin embargo, nunca arremetemos contra nuestros ideales.


Las ideas parece que son algo sagrado, intocables. Si creemos algo, que a veces no es saber sino simplemente creer, nos aferramos a defenderlo a toda costa, dejando entrever nuestro orgullo y soberbia. Curiosamente el ser humano defiende más afanosamente lo que cree que lo que sabe. Quizás porque necesita una prueba en sí mismo de que lo que cree es cierto.

Tenemos unos deseos de cambio sobre algo que nos molesta sobre nosotros mismos, y llegado el día, decidimos hacerle frente y cambiar o poner remedio a esa manía o defecto. Sin embargo, si decidimos contar ese cambio de hábito a alguien, éste cambio llega a convertirse en un ideal, más que en un hecho, y pasa absolutamente igual que con el resto de ideas: que llegan a ser obstinaciones, y comenzamos a promover ese cambio olvidándonos entonces de que el cambio lo hacíamos por nosotros mismos, y ya lo hacemos por una demostración de fuerza de voluntad.

Y no obstante, si hubiéramos guardado esa intención en secreto, nuestra actitud hubiera sido distinta; porque mientras intentamos engañar al resto de semejantes, no podemos hacerlo con nosotros mismos. No podemos engañarnos. Y si por algún casual no pudiera consumarse el cambio, no sentiríamos nuestro orgullo herido; mientras que si hemos comentado previamente nuestras intenciones podemos ser objeto de reproche y mofa; olvidando totalmente su primitiva intención.

Paradójicamente sucede también al revés. Parece a veces asimismo que si contamos nuestras intenciones sobre cambios personales, no se entienden como propósitos hacia nosotros mismos, sino como algo que deber ser visible al resto; y ese cambio no es valorado por los demás, tal vez por la falta de sorpresa o asombro.

Como siempre, los hechos valen más que las palabras.

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24 junio 2007

El Muchacho Persa


Título: El Muchacho Persa.
Autor: Mary Renault.
Género: Histórico.

Una gran novela que relata desde ojos de Bagoas, un eunuco de la corte de Darío que adoptaría para sí Alejandro, la vida y hazañas del gran Alejandro Magno. Narra las contiendas y campañas de Alejandro y describe al rey de Macedonia en sus facetas bélica y humana.

Resaltaría de este libro, además de unas cuantas citas, la figura de Alejandro en el papel de Jefe del Estado y del Ejército. Se muestra como una figura cercana, que tras las campañas y las batallas, se acerca al campamento a saludar en persona a los soldados. Así estos sentían que eran uno más, una parte de un mismo todo.

La cercanía del líder es importante. Siempre sin faltar al respeto, como pasaba con el macedonio, y siempre acatando sus órdenes; quien está al servicio o bajo el mandato de una persona, y siente a este personaje cercano, y casi como un amigo, rescata en cada individuo una confianza y una lealtad distinta a aquel líder que jamás trata con la parte más baja de su jerarquía.

El contacto humano crea la dependencia. El simple hecho de haber tenido contacto con alguien, inspira una, aunque sea leve, muestra de afecto. La confianza en alguien hace más difícil la deslealtad. El haber mirado a los ojos o haber dormido noches invernales a la intemperie, como hizo Alejandro junto a sus soldados, y haber recibido afecto por parte de alguien superior incrementa los lazos, porque en cierta manera, siente el afecto del líder, la confianza y la importancia que el líder deposita en cada uno de sus hombres.

Creo que es una de las grandes virtudes de Alejandro, que deberían ser extensibles a cualquier Jefe de Estado o líder en cualquier empresa. Un capitán deportivo, por ejemplo, debe ser aquel que mejor consiga llegar al resto del equipo, quién aparte de dirigir el juego, dirija y conozca la moral del equipo y de cada uno de sus miembros.

Ser un líder es una responsabilidad mayor que el hecho de dar órdenes: debe ser un líder moral, un ejemplo a seguir, un guía a nivel de grupo y a nivel de individuos. El mantenerse cercano a unos seguidores no provoca más que afecto y lealtad por parte de éstos. Para no caer en una supuesta debilidad o falta de autoridad, ha de ser estricto en las normas, y contundente en las decisiones, evitando siempre mirar atrás y dejando el arrepentimiento como cosa de débiles, tal y como hacía Alejandro. Aunque también es cierto, que eran otros tiempos. Él por ejemplo, ante motines o intentos de traición, era inapelable. Alejandro no rechazaba el amor, se dejaba querer por sus tropas y generales; pero jamás perdonó la traición.

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23 junio 2007

Razón y corazón


Dos excesos: excluir la razón, no admitir más que la razón.
Blaise Pascal

Todos, y aunque algunos se empeñen más en ocultarlo o en hacerlos palpables, tenemos sentimientos. El odio y el amor son dos de ellos, antagónicos entre sí, y estrictamente forzosos en cada persona. Estos sentimientos forjan y modelan nuestra vida, en ocasiones toman nuestras decisiones y siempre son los culpables del estado de ánimo de cada cual.


Sentir en exceso es malo. Idénticamente sucede con quién no siente. Más bien, ya que no sentir lo considero imposible, quién no hace caso de sus sentimientos, o los filtra de tal manera que consigue debilitarlos casi hasta su extinción.

Descartes afirmaba que pensar era la evidencia de la existencia. Es cierto. Pero pensar no significa vivir, en un sentido más alejado del biológico. Sentir significa vivir. Cada sensación nueva es una experiencia vital irrepetible, solo comparable con otras sensaciones. Es imposible razonar un sentimiento, explicarlo de forma racional. Podemos explicar su origen, su efecto, sus consecuencias; pero no podemos crear un sentimiento a través de la razón. Es el parecido con otras sensaciones el que a veces nos ayuda a comprender la descripción del alguno. Recurrimos constantemente a las comparaciones para ello.

Es el dilema eterno, la razón o el corazón. Y ninguna solución que nadie dé será correcta. Cada situación tiene sus condicionantes, y no es fácil distinguir cuando es necesario recurrir a una u otra. Aunque claro queda que ambas en exceso o de forma única y absoluta malas son.

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20 junio 2007

Crecer


Encontré en el espacio del Messenger de un amigo este texto, que me encantó no tanto como otros pero si lo suficiente como para colgarlo aquí. Es una pena que no todos podamos escribir así de bien.

Imposible atravesar la vida sin que el trabajo salga mal hecho, sin que una amistad cause decepción, sin padecer algún quebranto de salud, sin que un amor nos abandone, sin que nadie de la familia fallezca, sin equivocarse en un negocio. Ése es el costo de vivir. Sin embargo, lo importante no es lo que suceda, sino cómo se reacciona. Si te pones a coleccionar heridas eternamente sangrantes vivirás como un pájaro herido incapaz de volver a volar.

Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe. Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo de vivirla. Cuando acepta su destino, pero tiene la voluntad de trabajar para cambiarlo. Uno crece asimilando lo que deja por detrás, construyendo lo que tiene por delante y proyectando lo que puede ser el porvenir. Uno crece cuando se enfrenta al invierno aunque pierda las hojas. Recoge flores aunque tenga espinas y marca camino aunque se levante el polvo. Uno crece cuando es capaz de afianzarse con residuos de ilusiones, capaz de perfumarse con residuos de flores... y de encenderse con residuos de amor. Uno crece dándole a la vida más de lo que recibe.

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19 junio 2007

El dicho y el hecho


Las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos.
Gustavo Le Bon

Llevo ya mucho tiempo escribiendo en este espacio prácticamente todas mis inquietudes, alegrías y tristezas. No siempre soy explícito en ellas. Suelo hablar de mi vida indirectamente en las entradas, sin dar nombres ni apellidos, usando casi siempre la tercera persona y tocando todos los temas muy por encima.

Me dedico a teorizar sobre cuáles son los problemas y en cómo pueden resolverse. Doy mi opinión acerca de temas metafísicos, y probablemente, me contradiga en incontables ocasiones.

Escribir sobre los problemas y las soluciones no es tarea complicada. Sólo hay que pararse a pensar un poco, mirar por la ventana, o salir a dar un paseo y de camino vivir un poco.

Lo realmente admirable es poner en práctica. Es dejar las teorías en tu casa y salir a cambiar el mundo; o cambiarlo en tu entorno más cercano. Las palabras son fáciles, son bonitas y emotivas a veces. Las palabras son también moldeables, fácilmente interpretadas acorde con unos intereses, metafóricas, retractables y fugaces.

Los hechos sin embargo son firmes, concretos y directos. No nos quedamos en pintar la pared. No. La pintamos de un color, con una técnica y en un tiempo. Los hechos son precisos y claros. Son los que mueven el mundo y a las personas. Son los que construyen, derrumban, cambian y arreglan.

Y llevar a la práctica un ideal es lo realmente complicado. Solucionar un problema en vez de dar una solución es eficaz. La vida son hechos, no palabras.

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16 junio 2007

Constancia


La gota horada la roca, no por su fuerza sino por su constancia.
Ovidio

Todo el mundo tiene planes y aspiraciones. Aprovechamos cualquier rato en el sofá o en la cama para irnos por los mundos fantásticos e imaginar sin cesar actividades que podríamos incorporar a nuestras vidas para sentirnos más completos y realizados.

El primer problema viene cuando debemos emprender el proyecto; el comenzar, el poner la primera piedra, el sentarse a escribir algo, el abrir un libro y comenzar a leer, el salir a correr la primera mañana o el ir al gimnasio a apuntarse. El transformar una idea a realidad es algo difícil, pero hemos de convencernos a nosotros mismos y tener fuerza de voluntad, así como recordarnos que queremos eso, aunque luego decepcione o no sea lo que esperamos; pero debemos probar para saberlo.

El siguiente y quizás gran problema es la constancia. Hasta que no llevamos un tiempo prudencial desempeñando cualquier actividad no podemos estar seguros si desfrutamos o no, si nos conviene, si es perjudicial o si no tiene sentido. La constancia es la parte donde uno vence a su pereza y hace día tras otro aquella actividad que se ha propuesto.

Es complicado conseguir lo que uno se propone. La fuerza de voluntad es una virtud humana que a veces se esconde en sitios remotos. Pero tal vez por la satisfacción que supone haber conseguido , haber logrado uno de estos proyectos, merece la pena.

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14 junio 2007

Palabras

Las preguntas no son nunca indiscretas. Las respuestas, a veces sí.
Oscar Wilde

Cuando uno se comunica con alguien o algo, intenta trasmitir un mensaje. No siempre este mensaje es recibido correctamente, ya sea por problemas del emisor, receptor, canal o incluso del mismo mensaje.

Una correcta comunicación es aquella en la cual el receptor asume lo que el emisor procuraba transmitir con el mensaje, pero no siempre se consigue. Sucede en ocasiones, que un mensaje puede resultar ambiguo, o que uno cree entender algo cuando se pretende decir lo contrario.

Las faltas en comunicación se producen también por el mal uso de las palabras, provocadas por ejemplo, por la falta de sinceridad; o por el orgullo o vergüenza que impiden utilizar en ocasiones palabras más concisas y concretas, eliminando así cualquier residuo de ambigüedad.

Las palabras son, aparte de contenido, continente. No es lo mismo decir “un negro” que “una persona de color”, por ejemplo. Las palabras llevan implícitas en su composición mensajes e ideas asociadas, un estereotipo y una especie de clase social en cada una de ellas. Y aunque su significado sea totalmente equivalente, su efecto emocional quizás no sea el mismo.

Un ejemplo claro de ello es el uso de palabras en otros idiomas. Recurrimos a la traducción en otros idiomas de un vocablo concreto cuando en castellano puede sonar cursi, o lleva implicaciones emocionales lo suficientemente serias. Y ambas significan lo mismo, y se entiende exactamente igual de bien; pero el mensaje no es el mismo. El mensaje ha sido modificado por ese cambio en la palabra extranjera, se ha suavizado su carga emocional.

Las palabras, por tanto, son algo más que un conjunto de caracteres encadenados. Todas llevan aparte de su significado literal un mensaje tácito.

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11 junio 2007

Perder el Tiempo


Como no tenemos nada más precioso que el tiempo, no hay mayor generosidad que perderlo sin tenerlo en cuenta.
Marcel Jouhandeau

Muchas veces tenemos en nuestra vida una sensación de vacío, de incompletitud, por el hecho de no estar realizando ninguna tarea que reporte algún beneficio o bienestar. Hablamos de estar pendiente el tiempo.

Le damos valor al tiempo porque es irrecuperable, porque no se puede volver hacia atrás, porque no puede formar parte de ningún tipo de trueque, ni puede ser comprado, ni vendido, ni alquilado. El tiempo es único e indivisible, personal e intransferible; y por eso que tenga un valor tan alto y el hecho de perder el tiempo algo que provoca rechazo.

Seguramente a lo largo de una vida se hayan desaprovechado infinidad de momentos y ratos, bien por pereza, bien por falta de imaginación o iniciativa. Hay veces en las que uno no sabe qué hacer con su vida, en qué emplear el tiempo o como hacer una vida más productiva. En esos momentos de inactividad por incapacidad de la persona a proponerse nuevas metas y nuevos objetivos puede sentirse que se está perdiendo el tiempo, y creo que con razón.

Sin embargo hay otros días, en los que el cuerpo pide estar tumbado, sin pensar en nada, sin hacer nada, simplemente tumbado y respirar. Y quizás queden muchas por hacer y tenga uno un sinfín de obligaciones esperándole encima de la mesa, y un montón de preocupaciones que atender; pero uno escoge quedarse tumbado sin hacer nada. ¿Pierde el tiempo? Creo que en esta ocasión, si la persona disfruta, goza y aprovecha ese descanso no lo pierde. Creo que esta situación es distinta a la anterior en la que la falta de ideas y el hecho de tumbarse por la pasividad mental, sí se pueden considerar pérdida de tiempo.

Es inevitable después de haber pasado una jornada “reflexiva” no sentir cierto cargo de conciencia cuando se tienen quehaceres pendientes. No obstante, si uno está convencido que necesita ese descanso, no tiene nada que temer. El caso es hacer todo lo que se haga con un orden y sentido, y creer en lo que se hace y deja de hacerse.

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07 junio 2007

Poder


Todo poder es deber.
Víctor Hugo

Ha sido y siempre será una de las mayores ambiciones por el hombre. El poder, al igual que el dinero y tal vez por su estrecho paralelismo, ha sido motivo de discordia y guerras entre hombres.

El poder no llega a ser más que un acuerdo tácito donde entregamos a cierta persona o grupo de ellas legitimidad para dirigir a otro grupo. El poder es algo que se entrega, algo que por nuestra condición y tradición humana se tiende a respetar y en ningún caso plantear.

Por ejemplo entre un grupo de personas, pongamos un equipo de fútbol, se designa a una persona que fuera el encargado de decidir quién juega y quién no juega. En principio nadie rebatiría las decisiones por éste tomadas. Todas sus alineaciones y cambios serían acatadas pese al desacuerdo. Pero, ¿y si un día uno de los jugadores no estuviera de acuerdo con las decisiones del entrenador y protestara? Podría pasar dos cosas: una, que el resto del equipo siguiera asumiendo el poder del entrenador para designar las demarcaciones; y otra, que todo el equipo secundara a este jugador rebelde. Si pasara la segunda de las hipótesis, el entrenador perdería su poder, porque ninguno de los jugadores le seguiría otorgando legitimidad en sus decisiones, y le retirarían, mediante la desobediencia, el poder previamente asignado.

Con esto no quiero decir más que somos los individuos los que otorgamos el poder; los que asignamos un poder moral sobre nosotros, y que somos nosotros mismos los que somos capaces de derrocar cualquier poder, mediante la insumisión. Somos nosotros también los que legitimamos el poder. Si en el ejemplo anterior, el equipo respalda moralmente al entrenador, este jugador desairado no tiene nada qué hacer contra él. Si se encerrara a un rey en una habitación con un ciudadano, ¿tendría el rey poder alguno sobre él? No más que el que las normas de convivencia le otorguen.

Somos nosotros quienes aceptamos el poder sin plantearnos si estamos otorgándolo a las personas correctas, a las que propugnan nuestro beneficio antes que el suyo propio. Aceptamos nosotros sin más consecuencias el poder, y a todo aquel que cuestiona la legitimidad del poder lo miramos raro.

La vanidad y soberbia humana son infinitas. Son estos los dos grandes motivos por los que una persona decide entrar en el poder. El hecho de ser más que el resto de mortales, de poder imponer unos caprichos y conductas al resto de semejantes realiza al ser humano. Sin embargo, el poder conlleva una responsabilidad. Conlleva a la delimitación del camino a seguir por los que se encuentran bajo ese poder, aunque esto frecuentemente se olvida.

Culpa de ello teneos nosotros también, que no castigamos a aquel que mal utiliza el poder. Dejamos impunes a todos aquellos que con el dinero de todos, deciden emplearlo en sus fortunas y caprichos personales. No hay una ley de responsabilidades políticas a aquellos gobernantes que no han sabido gestionar el poder que el pueblo le ha otorgado. Y lo peor no es que sea por negligencia o ignorancia; sino por ambición y sed de poder.

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06 junio 2007

Justicia Histórica


Los pecados escriben la historia, el bien es silencioso.
Johann Wolfang Goethe

Han emitido recientemente en televisión un reportaje sobre Adolfo Suárez, el primer presidente de la historia. La mayoría de los españoles hoy en día lo considera el mejor presidente de la democracia; pero es evidente que todos esos que lo votan han olvidado como un día lo trataron.

Es ahora, cuando la pobre criatura sufre no sé si de alzheimer u otra enfermedad mental que le hace difícil o imposible ser consciente de la actual realidad; cuando España se acuerda de él.

Una vez más la Historia me demuestra que es el tiempo quién coloca a cada uno en su lugar, que es la perspectiva la que da valor a las acciones y discursos de uno, y es sólo con el tiempo cuando se puede juzgar sobre algo o a alguien.

Sin embargo, no puedo dejar de sentir pena al pensar que este hombre jamás verá ni sentirá reconocido su trabajo por España. Seguramente no le importe, ni haya hecho lo que hizo por el reconocimiento ni por la gloria; pero ya que la tiene y que la merece, que menos que poder disfrutarla.

El problema que quiero plantear es el por qué hacemos las cosas: si buscamos un reconocimiento de nosotros mismos, o un reconocimiento en los demás. Aquel que busca un reconocimiento, inmediato además, de los demás, sabe que tiene serias opciones a quedar relegado en el olvido en una temporada. La fama es temporal, caduca. La historia sin embargo escribe sus páginas con la tinta del tiempo, difícil de borrar aunque no de manipular.

Sin embargo, el que busca auto realizarse, el que busca el deber personal y lo persigue, sentirá la satisfacción de haber realizado las cosas de forma correcta, o por lo menos, como él las creía correctas. Aunque no siempre se obtenga el respeto y la admiración del mundo, ya sea por envida ignorancia o causas semejantes.

El dilema viene a ser una vez más el mismo de siempre: ¿es preferible ser feliz, o ser recordado, quedar para siempre? Supongo que la mayoría de las personas buscan en vida la felicidad, explorando caminos como es el poder, el dinero, el lujo o cualquier otro forma seductora, y quizás errónea, de felicidad. Sin embargo, no todo el mundo consigue ser feliz pese a sus esfuerzos. Y personas como esta, que aparte de su felicidad buscaron la felicidad de un conjunto de personas, en cierto modo ajenas a él, y que sacrificaron su felicidad, tranquilidad y bienestar por un grupo de personas únicamente pueden ser recompensadas con el consuelo del recuerdo. Es un trato difícil el de la felicidad por el recuerdo y la gloria.

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03 junio 2007

Inspiración


Mi consejo es que te cases: si encuentras una buena esposa serás feliz, si no, te harás filósofo.
Sócrates

Normalmente antes de escribir, tengo pensando qué voy a escribir o qué tema voy a tocar. Otras veces me siento delante del ordenador para tratar de escribir en el blog y no encuentro tema alguno que poder desmenuzar y compartir.

La inspiración es algo que no atiende a unos siempre que se necesita. Es bastante selectiva en cuando a los momentos en los que hacerse visible y palpable.

El tiempo que llevo escribiendo aquí, que son ya unos pocos meses, me ha hecho saber que la inspiración viene de la mano de ascensos del alma. Es mucho más fácil cuando se tiene agitación en el alma, ya sea positiva o negativamente. Cualquiera que lleve leyendo un tiempo sabrá y notará cuándo estoy más triste, más feliz y más indiferente. Sólo tiene que basarse en los textos.

Pienso muchas veces que los genios literarios debieron sufrir bastante en vida. Aunque la inspiración acuda a uno tanto en las alegrías como en los pesares; normalmente cuando uno siente el gozo del alma, no se para a analizarse a sí mismo, ni a describir su situación: simplemente vive cada momento intensamente. Sin embargo, cuando el alma pesa considerablemente, uno está más retraído, más encerrado en sí mismo, y dedica su tiempo a sí mismo, huyendo de las multitudes, a escribir y pensar.

Y es entonces, cuando uno tiene el alma agitada además de tiempo y ganas de plasmar en un papel un sentimiento o una idea, cuando pueden nacer obras realmente bellas.

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