27 diciembre 2009

En Busca de lo Universal


La Historia Universal es la de un solo hombre.
Jorge Luis Borges

Uno de los objetivos de la ciencia es el descubrir el funcionamiento de los distintos objetos que estudian. Incluso en las “ciencias” modernas, como son las sociales o las jurídicas, persiste la obsesión de encontrar un mecanismo universal que rija el comportamiento de aquello que estudian. Hay, sobre todo a partir del positivismo, una tremenda obsesión de racionalizar y universalizar todo lo que al ser humano rodea, creyendo que ésta es la única fuente de conocimiento válida.

Se han conseguido cuantiosos logros en áreas donde el objeto de estudio parece ser estático. Las ciencias naturales son el ejemplo más claro. Todo avance que se ha hecho en este campo ha partido de que el mundo es el que es y va a permanecer para siempre. Pero, ¿es eso cierto? Por ejemplo, en geología, concretamente el área que estudia la evolución de la Tierra nos permite obtener conocimiento gracias a que los cambios son relativamente lentos (tomando como punto de referencia la vida media del ser humano). Creemos así que los climas son universales, que los periodos de lluvia, las estaciones, etc. son y serán así por siempre. En cierta manera, parece que así será por lo menos hasta que esta generación (y muy probablemente la siguiente, y la siguiente, y la siguiente) perezcan, pero esto no indican que ese conocimiento sea universal, que la Tierra haya tenido siempre estos climas, o que el Everest sea el pico más alto del mundo.

Algo similar ocurre en Astronomía, donde tomamos el mapa del cielo como eterno, cuando bien sabemos que éste cambio a lo largo de los años, aunque sus perturbaciones no afecten en toda una generación.

Sin embargo, cuando tocamos materias relativas al ser humano, la cosa cambia. Las sociedades cambian con cierta celeridad, las leyes prácticamente todos los años, cada día estamos escribiendo parte de la Historia, las fronteras son fácilmente moldeables, las lenguas andan en continua evolución, etc. Todos estos elementos relativos al hombre son fácilmente moldeables, y es muy probable que en una misma generación se hayan producido muy diversos cambios en diferentes áreas del conocimiento relativas a las humanidades.

Pretendemos siempre lo estático, cuando ciertamente, todo es dinámico. Tenemos métodos que nos permiten únicamente conocer el instante concreto de las cosas, como simples fotografías, pero desconocemos aquellos que nos permiten analizar las evoluciones o predecir los cambios. ¿O acaso alguien sabe cómo será el clima dentro de 10.000 años o cuándo ocurrirá el siguiente terremoto?

Necesitamos creer que todo es universal, que todo es estático y quieto para a partir de ahí inferir conocimiento de un modo lógico. Necesitamos la seguridad del instante, de lo constante. Somos incapaces de concebir que absolutamente todo está en un continuo cambio, más o menos rápido, y que todo lo que hasta hoy conocemos, probablemente deje de ser cierto en un tiempo finito. Tenemos la obsesión de creer que el mundo será siempre tal y como hoy lo concebimos, que las sociedades son inmutables y que las leyes siempre apropiadas.

El conocimiento es válido y útil hoy, pero no podemos asegurar nada de mañana. La obsesión por lo universal es mera vanidad del ser humano, queriendo que su legado y conocimiento perdure por los siglos. Una parte más de su instinto de supervivencia.

Por otro lado, habríamos de analizar el objetivo del conocimiento. Al fin y al cabo, éste no tiene otra función que facilitar la vida al hombre, satisfacer sus necesidades, ya sean físicas o espirituales. El saber que tiene el ser humano le es suficiente para solventar los problemas diarios y las cuestiones éticas del momento, pero ha de tener siempre conciencia de que lo que sabe y presupone eterno es sólo válido en una estrecha franja temporal, aunque para convencerse de ese saber necesite disfrazarlo de universalidad.

Por eso, cuando uno pretender saber qué lleva al hombre a comportarse de una determinada manera, cuáles son los valores de la humanidad, cuál es el motor del comportamiento del hombre, no puede aspirar a otra cosa que no sea conocer qué principios, valores e ideas han perdurado por más tiempo entre los seres humanos, sabiendo que hubo un día en que no existieron y que habrá uno en que no existirán.

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25 diciembre 2009

Feliz Navidad


El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien.
Francisco de Quevedo

La verdad es que tengo bastante descuidado el blog. Y no porque quiera, porque últimamente tengo una cantidad ingente de reflexiones que me gustaría plasmar por aquí, pero paso demasiado tiempo fuera de casa, y cuando ando por ella es para emplearlo en otras obligaciones. En cualquier caso, el fin de este mensaje no era una justificación sino un agradecimiento a todos los lectores (se sobreentiende que lectoras también) que seguís este blog. Os deseo feliz Navidad a todos, y espero que el año próximo sea más productivo, también en cuanto a entradas se refiere.

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08 diciembre 2009

La Esencia del Individuo


Me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una variedad de su especie.
Miguel de Cervantes Saavedra

Podríamos decir que ciertos comportamientos dentro de los seres humanos están predeterminados. Hay determinados patrones de conducta que parecen repetirse en las personas, que de una u otra forma todos repetimos. Puede deberse esto a que los seres humanos aprendemos, en cierta manera amplia, en base a la imitación; y que es esta imitación la que nos hace comportarnos igual que las personas a las que imitamos.

También es cierto que cada persona es única. Cada cual tiene una experiencia vital propia, una educación personalizada (amalgama de familia, colegio y sociedad) y unos intereses, deseos e intenciones propios. Intentar determinar el comportamiento absoluto de una persona de manera universal, habiendo tantas variables propias para cada individuo es imposible, o al menos, queda mucho aún para poder realizarlo.

La esencia de las personas es precisamente esa incógnita en cuanto a sus actuaciones. Pese a que hay tendencias y hay valores y principios “regulados” por el entorno, las sociedades y las culturas; no se puede nunca afirmar a ciencia cierta que un determinado individuo vaya a actuar siguiendo un determinado patrón. Únicamente podemos fiarnos de las probabilidades, de lo que es más o menos probable, pero afirmar a ciencia cierta una actuación concreta es subestimar al ser humano.

Las personas tenemos una serie de voluntades ocultas, una capacidad de pensar por uno misma, una auto-determinación. Las decisiones, en última instancia, son propias de cada ser. Somos nosotros quienes decidimos hacer o dejar de hacer algo, los que pensamos de una u otra manera, y aunque a nuestro alrededor se tienda a un pensamiento o a una forma concreta de actuar, tenemos nosotros la última palabra, la última reacción. Somos quienes decidimos, aunque algunas decisiones, como todo en la vida, sean más difíciles que otras, precisamente por los condicionantes sociales y del entorno, en definitiva, por las consecuencias.

La libertad de decisión es algo que siempre pertenecerá al individuo. La sociedad, la cultura y las demás instituciones que conforman nuestro entorno no podrán sino influir y establecer “sanciones” o “consecuencias”. Esas consecuencias podrán limitar nuestra libertad, en el sentido de que agregarán peso a uno u otro lado de la balanza y la elección no estará exenta de consecuencias; pero pese a tener todo en nuestra contra, un individuo puede actuar contra lo esperado, rebelarse contra todo y todos y marcar su propio camino. Es esta capacidad de salirse del camino trazado, esta voluntad última personal, la que hace imposible determinar con rotundidad el comportamiento de cada individuo. Es lo que constituye la verdadera esencia del individuo.

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02 diciembre 2009

Conceptos y Palabras


Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento.
Voltaire

Con las palabras, con el lenguaje en general, tratamos de hacer reglas generales a través de los conceptos, creándonos ideas mentales acerca de las cosas que suceden en la realidad. Esta característica “idealizadora” tiene, como todo en la vida, su parte positiva y su parte negativa; y como todo en esta vida también depende del punto de vista con el que se vea.

En primer lugar, esa conceptualización general de las cosas nos permite comunicación. Cuando hablamos de “árbol”, tu interlocutor tiene en su cabeza una idea más o menos similar a la tuya, y gracias a ello, es posible la transmisión de un conocimiento, de unas ideas o de unas sensaciones.

Cuando son objetos concretos, todo funciona de maravilla. Sin embargo, cuando entramos en el campo de los sentimientos y de las sensaciones se suscitan ciertos problemas: ¿es el amor igual para todo?

Ocurre, con las sensaciones y sentimientos también, que uno se encuentra sumergido en una de esas sensaciones. Rara es la sensación o sentimiento que uno guarda para sí; normalmente uno intenta transmitirlo, sino con gestos y acciones, con palabras. Cuando se emplean estas palabras para describir un sentimiento, nos estamos dejando siempre algo sin describir, o tal vez, algo puede no ser entendido tal y como nosotros los vivimos.

Toda expresión lingüística supone la mutilación de una idea. Es el gran problema de las palabras, que al fin y al cabo no son más que un instrumento de comunicación, y no una traslación de conceptos universal y unificada. Y es a la vez lo que tanto encanto les da, la esencia de la literatura, el doble juego que a veces proporcionan, pudiendo interpretar de ellas cada uno lo que uno quiera interpretar.

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