29 abril 2008

Orense 2008


Del infortunio a la gloria, del éxito al fracaso. Pocos acontecimientos en la vida consiguen, como el deporte, recorrer en dos horas los sentimientos de una muchedumbre.
Jorge Valdano

Hola a todos después de tantos días. He estado en el VIII Inter-informáticas, celebrado en esta ocasión en la localidad gallega de Orense. Al no disponer ni de tiempo ni de medios me ha sido imposible poder escribir entradas durante este tiempo.

El Inter., es una competición deportiva que celebran todas las escuelas de informática de España (todas las que quieren, vamos). Es una especie de olimpiadas en tres días, donde se compiten en varias modalidades deportivas, principalmente, deportes de equipo. La sede va rotando cada año, sin ningún orden establecido, buscando siempre a alguien que no haya organizado nunca el evento.

La experiencia ha sido del todo satisfactoria, tanto a nivel deportivo, como a nivel personal. Hay muy buen ambiente en este campeonato, donde al final se olvida la procedencia y todo el mundo convive en perfecta armonía.

Sobre Orense poco puede decir, ya que no tuve tiempo de pasear por ella tranquilamente. De lo poco que percibí de ella la puedo definir brevemente como cuestas y verde. Orense es una ciudad a la ribera del Miño, en su sinuoso paso entre montes y peñas. El verde pertenece a todo el norte de la geografía española.

No es una ciudad con muchos monumentos, aunque sí con buen paisaje. Tampoco pude degustar la gastronomía. De ambiente tranquilo, tendiendo la fortuna de visitarla bajo un sol radiante y caluroso, digno de Andalucía.

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21 abril 2008

Diálogo y Democracia


Una buena conversación debe agotar el tema, no a los interlocutores.
Winston Churchill

He de confesar públicamente que las buenas conversaciones son una de mis aficiones favoritas. Intentado acompañar siempre con la lucidez que otorga un poco de alcohol y eligiendo bien la compañía, una charla prolongada puede proporcionarnos más conocimiento y experiencia que un libro o una clase.

Y es que, como bien decían los antiguos griegos, el diálogo es también fuente de conocimiento. Ya las obras de Platón (el padre de nuestra filosofía actual) se denominan “diálogos”, y si alguno ha tenido el placer de leer alguna, habrá podido corroborar que las obras son conversaciones entre personajes.

La charla enriquece tanto al que habla como al que escucha. El intercambio de ideas nos hace percibir ciertos aspectos de la vida o de las ciencias de una manera diferente a nuestro pulido punto de vista. Un intercambio de ideas tranquilo, apacible y sincero puede concluir en una nueva tercera idea que mejore a las dos anteriores utilizando de cada una sus mejores aspectos.

Y es tal vez ese punto intermedio, esa concentración de ideas, lo que se echa de menos en la política actual. Las dos grandes ideologías (o crisol de otras muchas) únicamente miran su ombligo, intentando imponer siempre antes que comprender, dando lugar así a n debate estéril, subjetivo y poco enriquecedor.

Es quizás esta falta de mesura, este desgastado intercambio de insultos y ataques, lo que echa en falta España. Y es tal vez, aunque roce la utopía, lo que un partido nuevo, o más bien una serie de partidos nuevos, pretenden: acabar con la esterilidad del actual debate político español.

Aprovecharé pues para hablar uno de estos nuevos partidos que siguen creyendo y luchando por un debate donde sea más importante la idea que el color, donde el futuro siempre sobreponga al pasado, donde las personas de a pie, los ciudadanos, sean los protagonistas.

El nombre del partido es Centro Democrático Liberal, y en el he depositado mi esperanza.

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19 abril 2008

Ambición


¡La ambición! Inmortal óleo divino con que Dios purifica el barro humano.
Francisco Villaespesa

De chicos todos nosotros, o al menos una inmensa mayoría, quisimos ser astronautas. ¿Por qué? Realmente no lo sé. Pudiera ser que fuera por dar un paseo por las estrellas, por pisar la luna o porque la ciencia-ficción nos inculcara un sentimiento hacia las naves espaciales.

Lo cierto es que conforme vamos creciendo, vamos apartando nuestro sueño de la infancia, vamos, diciéndolo de alguna manera, poniendo los pies en el suelo, y cambiamos nuestras aspiraciones por otros que se convierten más factibles.

Propio es de la infancia también, generalmente entre los varones, soñar con ser una estrella deportiva, un ídolo de la afición. Soñar pues con ser el mejor en el deporte que por esos dulces años practicábamos y que mejor se nos daba.

Pero vamos creciendo, y poco a poco vamos aparcando nuestros sueños e ilusiones hacia un lado, vamos apartando esa ambición con que competíamos todos los sábados para poder algún día ser eso que tanto anhelábamos.

La ambición, aunque se nos muestra a veces como un valor negativo, tiene sin embargo una connotación positiva, necesaria para la consecución de un objetivo. La ambición sólo aparece una vez que la posibilidad se hace factible, es decir, una vez que vemos alcanzable un objetivo. Nadie es ambicioso con algo que cree perdido.

La ambición acentúa las ganas de conseguir algo. Nos vuelve competitivos. Nos hace mejores. Un conformista no es ambicioso no porque no quiera conseguir algo, sino porque no se ve capaz. Disfrazamos con modestia la cobardía o la impotencia.

La ambición siempre aspira alto. No se conforma con un segundo puesto, o con ser “de los mejores”. No. Siempre exige esfuerzo, exige coraje. Quiere ser siempre un primero, un mejor. Nos hace luchar por eso que anhelamos, casi siempre ajeno a la necesidad y cercano a la vanidad. La ambición lucha siempre (casi siempre) por nuestra vanidad, por nuestro ego, más que por la supervivencia. La ambición desea superar siempre un reto.

El problema aparece cuando somos capaces de todo por pura ambición. Entonces una vez más hay que dialogar con nuestra ética y conciencia. Pero de eso hablaré otro día.

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17 abril 2008

Lo Profundo y lo Superficial


A mí dadme lo superfluo, que lo necesario todo el mundo puede tenerlo.
Oscar Wilde

Aunque saber sea un único verbo y defina lo mismo, ocurre como con todas las palabras, que hay muchos tipos de saberes, hay distintos matices. Uno de ellos, y tal vez el más popular y conocido, sea el saber culto, el hecho de poseer unos conocimientos sobre la Humanidad en general, la Naturaleza o cualquier otra entidad objetiva.

Existe también un saber más subjetivo, más cercano a personas concretas, no aplicable universalmente y quizás de más bajo nivel; que es ese saber de todos los días, como por ejemplo saber con quién sale Fulanito, o saber qué dice Menganito de Jaimito, etc.

En el fondo, todo es saber, todo es conocimiento; pero existe una abismal diferencia entre ambos. El primero es, y resulta totalmente paradójico, un saber personal. Saber en qué año nació Cervantes, cuántas obras escribió y el mensaje de cada una de ellas, es algo que nos basta saberlo a nosotros mismos para sentirnos realizados.

No ocurre igual con el segundo, más cercano al mundo del chismorreo y el cotilleo. Con ese saber de la calle, de las cosas más cercanas a las personas, uno no quiere saber más que para poder comentar a otros. Y es totalmente curioso, porque yo estoy convencido de que si se nos otorgara por acción divina la respuesta a cualquier chisme, y nos impusieran la condición de que no pudiera ser contada, éste saber perdería todo atractivo.

Y es que quizás estos saberes vayan vinculados con los tipos de personas, con los intereses y los fines vitales. Hay a quién le gusta saber, por cultivar su persona, su individuo, y para ello lee por lo general; y hay quién es más de hablar en corrillos, de sentir la necesidad de ser popular, de ser escuchado y reclamado por otros.

Y quizás de aquí pueda hacerse distinción entre lo superficial y lo profundo: mientras que lo superficial queda siempre para la galería, para deslumbrar al resto, y que sin ese resto de personas pierde totalmente su sentido; lo profundo es individual, privado, siendo de esta manera la única manera de serlo, y que cuando se comparte no se hace en corro sino en la más cuidada intimidad.

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16 abril 2008

Animales para el Matadero


Nombre: Animales para el matadero.
Director: Egon Monk
País: Alemania
Duración: 99 minutos.
Reparto: Bruno Dietrich, Ernst Jacobi, Gerlach Fiedler.

Ayer, como suelo hacer casi todos los martes de este cuatrimestre, fui al Aula Magna de la Facultad de Ciencias, donde proyectaron esta película. No es que fuera un peliculón la mar de divertida. Tampoco tocaba ningún tema profundo ni presentaba ninguna paradoja espeluznante. Simplemente fue una metáfora, muy directa, de la sociedad.

La película trataba acerca de un tren. Un tren en el que viajaban pasajeros en clase alta. Y en este tren empiezan a ocurrir cosas sumamente extrañas, como un mensaje militar por el altavoz, el bloqueo de las ventanas, la inutilización del freno de emergencia, etc. Ante tal serie de despropósitos surgen en el tren dos corrientes bien distintas: los que quieren saber la verdad, y los que confían en que el tren arribará a su destino.

La película es un clara crítica hacia aquellos que permanecen impávidos a su alrededor. Los que no se preguntan por las injusticias sociales, ni por los poderes. Aquella clase complaciente que prefiere vivir su vida, ajena al resto, sin meterse en nada.

Esta metáfora es aplicable también a la sociedad española. La mayoría, inmensa mayoría, es ajena a sus problemas más directos (como puede ser si maltratan o la vecina de al lado) y a los problemas que nos afectan a todos: la política. ¿A cuánta gente le interesa la política durante la legislatura? A muy poca, realmente muy poca.

Los políticos nos utilizan. Abusan de nosotros diariamente. Hablan del pueblo cuando les interesa. Cuando interesa nos representan, cuando no, son una entidad aparte. Roban de nuestros impuestos, mienten descaradamente, hacen más importantes las palabras que los hechos (ver trasvase del Ebro); y encima, tienen unos medios de comunicación a su servicio, siempre dispuestos a dar propaganda.

Cada día se comenten cien mil injusticias en el entorno de cada uno; y muchas veces somos conscientes de ellas. No obstante, preferimos agachar la cabeza, o mirar a otro lado. El abuso de poder está a la orden del día, pero los políticos están amparados por unas leyes blandas y un poder judicial sumiso. Y los ciudadanos seguimos indefenso ante abusos; y muchas veces, esta postura de complacencia es comprensible, ya que es preferible a una vida tranquila, rodeado de la familia y sin ningún tipo de preocupación más allá del fútbol, que una de pleitos y conflictos.

Pero hay que dar el paso. Hay que luchar por unas ideas, por unos valores, por una Justicia. Hay que dar el paso de buscar una vida mejor, no sólo para uno, sino para todos. Y es por eso que no podemos dormirnos sentados en el vagón de la vida.it.

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14 abril 2008

II República


Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico
Gregorio Marañón.

Para muchos nostálgicos, hoy es un día memorable, un día de fiesta. Hace setenta y siete años se proclamó en España la Segunda República. Y pese la inestabilidad que trajo al país, la más que dudable legitimidad con que se proclamó y la quema de conventos e iglesias que tuvo el mismo día de la proclamación, hay quién piensa que hoy debemos celebrar algo.

La República, como sistema político es evidentemente más justo que la Monarquía, donde la máxima autoridad del Estado es una cuestión más de sangre que de legitimidad. Una república elige a sus gobernantes todos, y está mucho más cerca del sistema ideal que la monarquía.

Lo que no consigo entender es por qué el movimiento republicano español tiene la mira en la II República Española. Y no lo pueden negar. Festejan su proclamación, utilizan sus símbolos y una larga serie de etcéteras. Los republicanos españoles no quieren una república, quieren otra II República Española.

Según éstos, fue un tiempo de máxima libertad e igualdad. Yo no entiendo la igualdad como una persecución ante lo católico, ni como una prohibición de la Semana Santa. Tampoco la entiendo como una proclamación de independencia del resto de España (véase Cataluña). La igualdad no es oprimir a una mitad española que se siente identificado con una religión. Ni igualdad tampoco es dar un golpe de Estado cuando se pierde el poder (1934).

Como teoría la II República pudo ser maravillosa, como práctica, un fracaso que desembocó en una guerra. Pienso que le movimiento republicano español debería poner sus miras en otros sistema republicanos, tales como Francia, que también son República, pero sin la exclusión ni opresión de una mitad del país.

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11 abril 2008

Detalles


El mejor regalo que podemos darle a otra persona es nuestra atención íntegra.
Richard Moss

Hay palabras y gestos que para uno pasan totalmente desapercibidos. Es más, en nuestra más profunda ignorancia acontecen a diario una cantidad de sucesos, que si pudiéramos conocerlos todos, acarrearían más de un disgusto. Sin embargo, cuando somos conscientes de estos gestos y palabras, nos cuesta muchas veces fingir indiferencia.

Se habla de nosotros a todas horas, se opina, se elogia, se desprecia. Estamos continuamente en pensamiento ajeno. Y no nos importa. No nos importa porque en cierta manera lo vemos como algo distante, algo lejano y ajeno a nosotros. Más suposiciones que hechos, más cerca de lo incierto que de lo cierto.

Muchas veces sabemos que ciertas palabras o ciertos gestos no son del todo espontáneos, sino que vienen alentadas desde otra persona en forma de consejo. Y sin embargo, las tomamos como auténticas, y no nos importa, ni estamos interesados muchas veces en conocer su origen, creyendo o queriendo creer que son palabras propias y gestos propios.

Y nos gusta que sea así. Y sucede cuando nos enteramos de que la iniciativa no proviene exclusivamente de la persona en cuestión que nos molestamos. Nos decepciona que esa persona no haya sido la promotora de la acción o la palabra. Y es que en los detalles, en las pequeñas cosas no nos conformamos sólo con el hecho, sino que deseamos también la intención, la idea, la originalidad.

Si fuera únicamente cuestión de contenido, ¿qué más nos daría? Pero es que no se trata sólo de eso, no se trata de un hecho o palabra objetiva; es de la carga emocional que contenga dentro, de lo que signifique en el lenguaje del corazón, de las intenciones, de las pretensiones.

Los detalles son detalles no por su significante, no por lo que son, por su forma o color; sino por su significado, por el sentimiento que transmiten, por la carga emocional que envuelvan. Los detalles sólo tienen sentido si proceden únicamente del corazón.

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10 abril 2008

Fotografías


Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar.
Elliot Gould

Cualquier que haya visitado mi dormitorio alguna vez sabrá que hay una atracción especialmente turística: las fotografías que hay por todos lados. Es una de mis pequeñas manías, costumbres o características, a veces casi una atracción turística.

¿Pero qué de especial tienen las fotos? Recuerdos. Únicamente recuerdos. Es admirable levantarse cada mañana y recordar otros tiempos. Además, suele pasar en los fines de semana que uno tiene todo el tiempo del mundo para levantarse, que se deleita con las emociones y sensaciones de aquella época; y es francamente difícil ocultar una sonrisa, o incluso a veces una carcajada.

Y es que las fotografías son eso, momentos plasmados en un papel, que aparte de colores y formas llevan sentimientos. Son, después de la música y la pintura, la mejor manera de manera de plasmar sentimientos sin palabras y sin recurrir a la imaginación, sino empleando únicamente elementos y personas reales. Las fotografías son una manera barata de soñar, pero hacia atrás. Son una constante invitación a no borrar momentos que provocaron alegría, tristeza o euforia.

Y gusta, lo cierto es que gusta ir viendo las distintas etapas de la vida, y ver como uno va evolucionando, como va creciendo y madurando; como evoluciona también el pensamiento, las prioridades y hasta los gustos; todo lo relacionado con el individuo. Ver como la vida es algo dinámico, que nunca cesa de cambiar. Es agradable sentirse vivo contemplado fotografías a la vez que uno se da cuenta de que también sigue siendo el mismo.

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08 abril 2008

Dependencia


Descripción del hombre: dependencia, deseo de independencia, necesidad.
Blaise Pascal

Siguiendo un poco con la retahíla que traigo estas últimas entradas, vengo pensando la suma dependencia que tenemos hacia ciertas personas, actividades y cosas. Pero, ¿es buena esa dependencia?

La dependencia hacia nuestro entorno está en todos nosotros, auque a veces se nos presente de manera más clara, y otras de forma más turbia. Ésta es gradual, es decir, aumenta o disminuye dependiendo de lo que estemos hablando, o de quién estemos hablando.

Esta dependencia nos proporciona felicidad, o al menos seguridad y estabilidad; y su pérdida puede provocar un gran trastorno en nosotros. Por ejemplo, el trabajo. Eso de que tanto renegamos y nos quejamos; y sin embargo, si lo perdiéramos, sentiríamos un gran vacío en nosotros, un gran dolor y un gran pesar.

Igual sucede con las personas. Somos adictos a ciertas personas, y a veces no sabemos muy bien por qué; y sin embargo, en el momento que dejan de estar, o fallan o sucede lo que sea; sentimos un vacío, un dolor. Y por otro lado, cuando más cerca nos sentimos, más dependemos de éstas para nuestra propia felicidad, más dicha sentimos y más felicidad abarcamos.

Y es que en esto de las relaciones, ya sea con personas, con actividades o con ciertos objetos; hacemos una inversión sentimental. Cuando más nos volcamos, más nos gusta, más nos deleitamos; pero en el momento en que desaparece, sentimos un profundo vacío. Y sin embargo, con aquello a lo que no dedicamos apenas tiempo y/o esfuerzo, no podemos sentir nada más que indiferencia, o a lo sumo una ligera nostalgia.

Y es por eso la importancia de lo que dependemos, de elegir con criterio, a la par de muchas cosas. Porque si elegimos suficientes, en el momento en que una falle, podemos agarrarnos a las otras para rellenar el hueco temporalmente mientras buscamos sustituto.

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07 abril 2008

La Vida es Sueño


¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Calderón de la Barca

Si la vida es un sueño o no es algo que resultará imposible de saber, o a menos eso parece a día de hoy. Mucha es la tradición literaria que existe sobre este tema, al igual que numerosa es en la mitología judeo-cristiana la aparición de sueños donde se desvelaban mensajes de Yahvé y múltiples profecías.

Lo que sí sucede a veces, normalmente cuando uno anda cansado y extenuado, que se le nubla la vista y el pensamiento; y determinadas cosas no sabe si las ha vivido, las ha soñado o ambas a la vez.

Nos pasa también cuando estamos cansados que cualquier sensación o emoción se exagera, se vive más intensamente, y se hace centro de todo. El sueño nubla la razón y nos hace animales puramente instintivos, donde cualquier recuerdo, pesar o alegría es infinitamente exagerado y sacado de tiesto.

¿Y cuál es la diferencia entre vivir una cosa o soñarla intensamente, a nivel de emociones? Pues si me apuráis… ninguna. Es decir, si vivimos determinadas cosas para que produzcan en nosotros una serie de sensaciones, y con esos sueños intensos vivimos esas sensaciones, ¿qué más da vivir que soñar?

La diferencia que yo percibo es la autenticidad de una o de otra. Una digamos que es “verdad” y la otra no, enmarcando la verdad como algo objetivo y admirado por todos. Y volvemos una vez más a lo mismo, la admiración y aprobación del resto por encima de la experiencia propia, de la vivencia personal.

Otra diferencia tal vez pueda ser la conciencia de la realización. Es decir, el consentimiento de sentir cualquiera emoción que sea, el ser dueños de nuestras sensaciones que siempre nos aporta esa seguridad necesaria para dar el siguiente paso. Por eso no legitimamos aquellas que nos provocan los sueños de manera involuntaria.

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06 abril 2008

Residuos Morales


Sería muy simpático que existiera dios, que hubiese creado el mundo y fuese una benevolente providencia; que existieran un orden moral en el universo y una vida futura; pero es un hecho muy sorprendente el que todo esto sea exactamente lo que nosotros nos sentimos obligados a desear que exista.
Sigmund Freud

Está claro que es imposible no caer en la doble moral. Somos muy cuidadosos con unos temas concretos para proteger, por ejemplo y ahora que está muy de moda, el medio ambiente; y para ello separamos las basuras meticulosamente en los distintos cubos de orgánica y envases ligeros; pero luego somos muy descuidados para otras que vienen a perjudicar eso mismo, de nuevo en este caso el medio ambiente, que estamos procurando salvar o subsanar; y dejamos las luces encendidas durante horas, la televisión puesta aunque no haya nadie viéndola o preferimos usar el aire acondicionado antes que abrir las ventanas.

Nos es imposible no caer en las contradicciones morales. Y es que, en el fondo de los fondos, el cuidar el medio ambiente o cualquier otra obra social o benéfica no es más que una excusa para subsanar nuestra conciencia, para sentirnos buenos con el mundo, con nosotros mismos. Y eso suele pasarle a la gente que no se atreve a ser “mala” más que a los que sienten necesidad de ayudar.

Y es que la ética parte muchas veces más desde el miedo y la falta de atrevimiento que desde las convicciones. Y muchas de nuestras acciones son “buenas” porque no somos capaces de hacer las “malas”; no porque creamos que lo que hacemos sea bueno o práctico.

Somos buenos por miedo muchas veces. Por miedo a unas represalias, a una opinión, a salirse del camino marcado, de la vereda que la sociedad ha construido. Muchas veces somos buenos porque es lo que la sociedad acepta, lo que ve con buenos ojos; aunque luego, la mayoría de sus integrantes no le otorguen valor alguno. Con las obras sociales todos estamos de acuerdo, todos lo vemos bien, nadie se atreve a contradecirla; y sin embargo, todos mostramos una letal indiferencia. Y ésta incremental exponencialmente cuando se trata encima de llevarla a cabo uno mismo.

Y es que la moral, a fin de cuentas, es más una serie de descartes que una decisión. Son las sobras de lo que no somos capaces de hacer muchas veces antes de lo que queremos ser. Sólo las grandes voluntades son capaces de crearse la suya en vez de seguir la establecida.

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03 abril 2008

La Locura


El sordo siempre cree que los que bailan están locos
Jorge Bucay

Tendemos a acusar de locos a todos aquellos que se apartan de lo establecido, de lo normal. Asimismo, en el siglo XIX se empezó a acuñar el término “locura” a todos aquellos individuos que su comportamiento implicaba el rechazo de las normas sociales.

Aunque poco a poco la sociedad se va curando de espanto, y va asimilando una amplia variedad de ideas y comportamientos, la sociedad actual sigue apartando y señalando con el dedo a todo aquel individuo que no sigue unos cánones de comportamiento, a todo aquel que se sale de la línea.

Una vez más, y en este caso se demuestra a nivel social, el hombre se asusta de lo desconocido, y lo desprecia. La rutina y la “normalidad” dan seguridad al individuo. Unas pauta ya marcadas, unos comportamientos establecidos hacen que cada persona pise duro cada día, no se tambalee y pueda mantener un ritmo constante.

Lo desconocido nos aterra, lo diferente. Acusamos de malo aquello que difiere de nuestras costumbres y hábitos. Y muchas veces acusamos de loco a aquel que se salta el protocolo, muchas veces por llamar la atención. ¿O qué es lo que pensamos cuando vemos a un espontáneo desnudo en un campo de fútbol con una pancarta en contra de las guerras? Que está loco. Y señalamos su locura porque nos vemos incapaces de realizar ese acto, ni ningún otro que ponga a prueba nuestra reputación en sociedad.

Por tanto en el saco de los locos entran los atrevidos, los valientes, los cansados de soportar una rutina, los inconformistas. Metemos en el caso de los locos aquellos que no se acongojan por la opinión social, por la mirada de toda una sociedad, por los comentarios, por las miradas. Son locos aquellos que creen en sí mismos, en sus ideas. Aquellos que han comprendido que la sociedad marcha en un ritmo equivocado, que el Sistema es necesario pero mejorable. Son locos aquellos desencantados que alzan la voz ante el miedo de la masa ante la reacción, los que creen en sus ideas y las transmiten sin complejos, los utópicos, los que se han cansado de vivir la farsa de las sociedades modernas, la continua hipocresía.

En el fondo, todos tenemos dentro un poco de locura; pero la sociedad nos cohíbe lo suficiente como para que esta locura en forma de ideas inconformistas mueran en el letargo de uno mismo.

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02 abril 2008

La Crueldad de la Guerra


La guerra deja ardua herencia de guerras.
Guglielmo Ferrero

Estamos más que acostumbrados a ver por la televisión, especialmente a través de los informativos, escenas de guerra, tanques y soldados armados, disparos y explosiones; y por muy acostumbrados que estamos a ver la crueldad de una guerra, no somos conscientes del daño y sufrimiento que realmente inflinge.

Tal vez por la censura, o tal vez quizás por la continua emisión de imágenes y noticias, estamos cada vez más insensibilizados ante tal problema. Tanto es así, que hasta nuestro gobierno propone una Ley que supone la reabertura de heridas, suponiendo éste que éstas se cerraron. Pero lo cierto es que las heridas de una guerra difíciles son de sanar.

La guerra nunca se declara por los motivos que se exponen en la declaración. Y empezando por ahí, es la excusa perfecta para cometer toda clase de atrocidad impudente. Es el escondite perfecto para las bestias, que ven como pueden desarrollar su instinto más agresivo y violento gratuitamente.

También está el otro lado. La gente inocente, los civiles, o los soldados que están alistado por pura necesidad, sin creer ni en las patrias ni en las banderas. A ellos también les marca la guerra, y les influye mucho más que a los individuos descritos arriba, ya que la inocencia es como la virginidad; una vez que se pierde no se puede recuperar.

Los daños de una guerra son irreparables. No hay tratado ni capitulación capaz de satisfacer a ninguno de los individuos que la hayan sufrido de lleno. No hay justicia para las víctimas supervivientes de una guerra. Y mucho menos para los que perecieron.

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01 abril 2008

Descartes


El cambio es la única cosa en el universo que no cambia.
Helmuth Wilhem

Leyendo uno de los tantos blogs que hay por Internet, pero de esos que tanto escasean que preguntan más que responden, he encontrado el tema para esta entrada. Como podréis comprobar a continuación, el tema no es nuevo, y me sirve más bien para reafirmar mi pensamiento acerca del tema.

En este blog (Mi vida es mi sueño) se trata el tema de los descartes. Se entiende por descarte aquella persona u objeto de la cuál prescindimos, usualmente para ser sustituida por otra, aunque no tiene por qué.

Infinidad de veces he hablado sobre el dinamismo de la vida, y sobre la necesidad de huir continuamente de las rutinas. Los cambios en la vida nos marcan la vida, en el sentido de que marcan las etapas y los pasos que damos. Si viviéramos cien años una vida totalmente idéntica, acabaríamos hastiados de esta, aburridos por la rutina y por las mismas cosas. Sin embargo, son los hitos, los cambios, los que marcan la vida. Los cambios de vivienda, la compra de un nuevo vehículo, el cambio de trabajo, el cambio de pareja, etc.

Y es de estos cambios de lo que luego podremos hablar, y lo que en un futuro podremos recordar. Y si todo el mundo se parara a hacer sus memorias al final de su vida, no relataría día a día los diez años que pasó haciendo exactamente lo mismo, y si lo hiciera, su relato no destacaría, no llamaría la atención. Y muy distinto sería el relato de aquel que hubiera tenido una vida ajetreada, cargada de viajes, sensaciones y aventuras.

Los cambios son parte de la vida. Quién permanece con la misma ropa, el mismo reloj y la misma decoración mucho tiempo está condenado a la muerte lenta de aburrimiento (ya lo recordaba Neruda en su “muere lentamente”). Todo cambio, por ínfimo que sea, toda ruptura con la rutina, nos proporciona un poco más de vida, aunque a priori nos pueda parecer que ese cambio nos acerca a la destrucción.

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