28 enero 2010

El porqué de las épocas


El cambio es la única cosa inmutable.
Arthur Schopenhauer

Algunas veces, cuando uno lee acerca de una teoría filosófica, política o sociológica puede sentir por parte del autor o autores de las obras cierto desprecio por las teorías antiguas, que considera desfasadas y obsoletas. Pareciera como si lo que ahora escribiera fuera a ser la verdad absoluta, la panacea del pensamiento, tan buscada por tantos durante tantos siglos.

Pero lo cierto es que no. Lo que ocurrirá será que la obra que estamos leyendo, por muy actual que nos parezca, por muy renovadora y revolucionaria que pretende ser, acabará por ser obsoleta, tarde o temprano. Es el precio por pertenecer a uno u otro tiempo.

Cada teoría, método o pensamiento está encasillado a una época, a una sociedad, a una cultura, fruto de un tiempo concreto. El pensamiento de toda una cultura está condicionado al tiempo en el que vive, a su ciencia, a su ética, a su arte. No podemos comprender una corriente del pensamiento sin conocer todo su entorno, todo lo que le rodea, todo lo que le influye.

En lo relativo al hombre y sus sociedades no ocurre como en las ciencias naturales, donde los fenómenos pueden aislarse. La astronomía puede sobrevivir sin la medicina, evolucionar por sí sola. En cambio, la ética no puede avanzar sin la política, o al menos no puede comprenderse.

Cuando estudiamos las disciplinas del ser humano no podemos estudiarlas aisladas. Un pensamiento filosófico dependerá de la sociedad del momento, de la ética dominante, de sus corrientes artísticas e incluso de su historia más reciente. Estudiar fenómenos históricos políticos sin comprender cómo era el mundo en cualquier momento puede suponernos grandes decepciones.

Por eso, cuando estudiamos a grandes pensadores de otras épocas, puede parecernos que su pensamiento está anticuando, que es demasiado simple o simplemente nos resulta cruel. Si nos cuentan de Maquiavelo que “el fin justifica los medios” puede provocarnos rechazo, y es lógico. Pero si vemos su contexto histórico, quizás no provoque tanto. Y es este “fin justifica los medios” el que provoca reacciones a su vez hasta llegar al Estado liberal, y es este Estado liberal el que es necesario para acudir al Estado democrático, y así sucesivamente.

Los cambios en las disciplinas humanísticas vienen casi siempre como reacción a lo actual. El neo-clasicismo no se comprende sin el barroco, el realismo literario sin el romanticismo, etc.

Es por eso también que el hombre precisa saber de dónde viene y cuáles han sido sus pasos hasta llegar a donde está. Eso es parte de la evolución, aprender de la experiencia ajena y comprender por qué hoy somos lo que somos, por qué impera la ética que impera, por qué el arte contemporáneo es así y por qué vivimos en el Estado en que vivimos.

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24 enero 2010

Sobre el Recurso Previo de Inconstitucionalidad


No todo lo que es permitido por la ley es siempre honesto en moral.
Jacques de Lacretelle

La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña sigue demorándose y, según parece, seguirá así unos cuantos meses más. El debate lleva servido mucho tiempo, porque mientras el ilustre Tribunal se decide, en Cataluña se aplica el polémico Estatuto como una norma más, como si su constitucionalidad no estuviera más que en entredicho.

Sea o no sea, finalmente, constitucional, lo que es innegable es la controversia generada. Muy clara no puede estar su constitucionalidad cuando la demora va ya por los tres años. Cada vez, los políticos catalanes presionan más al Tribunal, anunciado manifestaciones, protestas y salidas a la calle en caso de que la sentencia modifique lo más mínimo la norma. Alegan, además, que algo que ha votado el pueblo no puede revocarlo ningún tribunal.

Lo cierto es que toda esta discusión, o al menos lo referente a la aplicación y a la supuesta legitimación que le otorga el referéndum, podría haberse evitado. Originariamente, el sistema jurídico y político español preveía que una norma de dudosa constitucionalidad fuera paralizada y examinada por el Tribunal Constitucional antes de su entrada en vigor, y en el caso de un estatuto, de la celebración del correspondiente referéndum. Se trataba de la figura denominada Recurso Previo de Inconstitucionalidad.

Cierto es que este recurso es incómodo para cualquier Gobierno. Tener paralizadas las leyes “estrella” de los programas hasta que el Tribunal se pronuncie no es agradable. Por eso, mediante la ley orgánica 4/1985, se decidió que mejor primero se disparaba y que luego se pasara a las preguntas. Vamos, que primero aprobamos la ley, y ya después que el Tribunal Constitucional se pronuncie; y si la ley ha estado aplicándose unos cuantos meses y resulta finalmente inconstitucional, pues mala suerte.

Esta medida, que es un claro menoscabo de la democracia, ya que menosprecia totalmente lo que tenga que decir el Poder Judicial, debilita el conjunto del sistema democrático en pro de una comodidad para el Gobierno y el Parlamento. Parte de la seguridad constitucional se evaporó para favorecer a gobiernos impacientes y egoístas.

Parte de ese precio, como ya digo, lo estamos pagando en parte con el Estatuto de Cataluña. Pero es que la cosa podría ser mucho más grave. Supongamos que un partido consigue la mayoría absoluta. Esto significa que sus trámites parlamentarios son automáticamente aprobados, ya que no necesita pactos de ningún tipo. Supongamos además que este partido, ya conformado Gobierno, propusiera una ley en la que se autorizara a la policía que pudiera entrar en cualquier domicilio sin previa orden judicial, intervenir cualquier comunicación, detener sin justificación y, además, permitiera las torturas en las cárceles. Esta ley, claramente inconstitucional, sería aprobada por el Parlamento (la disciplina de partido haría otro flaco favor a la causa constitucional). Entraría en vigor y rápidamente sería recurrida al Tribunal Constitucional.

Todo el mundo es consciente de la lentitud de los procesos judiciales. Supongamos que el Tribunal Constitucional tardara en declarar inconstitucional la ley dos meses (si no tres años). Pues, durante ese tiempo, la policía podría campar a sus anchas por cualquier domicilio, detener a quien quisiera y torturar con total impunidad. Todo eso sería legal dentro del ordenamiento jurídico español hasta que el Tribunal Constitucional no se pronunciara.

Lógicamente, después tal vez interviniese el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la Corte Penal Internacional; seguramente, también el Tribunal Constitucional declararía inconstitucional la norma… pero, ¿se repararía el daño infringido durante los meses que la ley estuviera siendo aplicada?

Este exagerado ejemplo pretende dar cuenta de uno de los errores estructurales de la democracia: la eliminación del recurso previo de inconstitucionalidad. Error, como tantos otros, que no se debe a un mal diseño del sistema jurídico y político, sino a la adulteración de éste posteriormente por parte de los propios elementos del sistema: en este caso del Gobierno y el Parlamento. Error, que llegados a un caso extremo, podría salirnos caro al conjunto de la población. Se ha sacrificado la seguridad jurídica de los ciudadanos por comodidad política de los gobernantes en un momento dado.

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13 enero 2010

Complejos


Los sentimientos de culpa son muy repetitivos, se repiten tanto en la mente humana que llega un punto en que te aburres de ellos.
Arthur Miller

Hay una parte de nosotros que intervine de forma involuntaria en la toma de decisiones. Estos son los complejos, que podrían estar ubicados en una parte del cerebro próxima a los prejuicios, ya que ambos están ahí y ambos condicionan. Pero, ¿qué es un complejo?

Sin ánimo de dar una respuesta psicológica y científica, sino más bien al contrario, una respuesta metafísica o filosófica, intentaré contestar la cuestión.

Un complejo es la parte de la moral o de la consciencia que nos impide la realización de algo basándose en falsas suposiciones. Un complejo de inferioridad sería la predisposición de uno mismo a ser inferior a otra persona, por ejemplo.

Los complejos son parte de un arrepentimiento en cierta manera. Cuando se siente un complejo se está sintiendo culpa por algo que sucedió en el pasado y que estimamos no fue del todo correcto, y en pro de evitar una nueva situación que repita lo ya acontecido, un mecanismo interno nuestro nos hace sentir mal, creyéndonos peores, malos o perversos ante una situación que ningún otro así la consideraría.

El complejo siempre lleva restos del pasado incrustados. Suele proceder de una opinión que se forjó de nosotros y que a toda costa queremos evitar que se repita, ya que detestamos esa imagen que pudo formarse de nosotros. Un complejo es una negación de uno mismo, un intento de mejora, sólo que este aparece y nos hace ver lo que sea de manera negativa o errónea cuando realmente no lo es.

El problema de estos complejos es que muchas veces limitan nuestras capacidades. Es una forma de minusvaloración personal, de baja autoestima. El complejo aparece en voluntades débiles, o en al menos en aquellas personalidades que no saben con certeza que rumbo siguen, o si ese rumbo es el adecuado o no.

Es difícil eliminar un complejo, pero un método para ello puede ser la perspectiva racional del problema, poniéndose en situación contraria, cambiando los protagonistas o los roles. Tal vez así seamos capaces de ver la ridiculez del mismo.

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