11 julio 2012

Mirando hacia delante

El hoy es malo, pero el mañana es mío
Antonio Machado

Hoy he leído en el diario ABC una reflexión sobre la situación actual de España. Me gustaría compartirla con todo aquel que quiera. Creo que lleva razón y que hay que empezar a mirar hacia el futuro, a empezar a construir, a mirar hacia delante. Hay que salir a decidir nuestro futuro y no esperar a que éste venga solo.

Nuestro futuro está abierto. Es fruto de un aprendizaje y, sobre todo, territorio de una esperanza. Pero nuestra desorientación sólo se resolverá si somos conscientes de lo ocurrido: no ha sido consecuencia de una inevitable desgracia, sino resultado de nuestros actos. No hemos luchado contra molinos ni contra la furia desatada de los elementos, sino contra nuestras propias carencias, contra nuestra dolorosa inmadurez. “El hoy es malo, pero el mañana es mío” dijo Machado hace cien años, cuando España afrontaba la necesidad de reconocerse como nación en marcha. Si el hoy es malo, el futuro sólo será nuestro como reconocimiento de nuestra responsabilidad, como delación de nuestros errores, como acto de construcción y resuelta empuñadura de nuestra decisión de ser, de una vez por todas, ciudadanos de una nación que nos aguarda para realizarse desde hace ya demasiado tiempo. 

Fernando García de Cortázar

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07 julio 2012

A vosotros (políticos) os hemos formado en interés del Estado tanto como en el propio vuestro, para que seáis en nuestra República nuestros jefes y vuestros reyes.
Platón 

No es pequeño el clamor que existe contra la “politización” de todo. Las cajas de ahorro, las universidades, sindicatos y así un sinfín de instituciones, más civiles que políticas, que han desviado el desempeño de sus funciones hacia otras serie de objetivos distintos para los que se crearon se consideran “politizadas”, cuando realmente lo que están es “partidizadas”.

Aunque sé, por supuesto, lo que hoy día “politización” quiere significar, entiendo que el concepto está mal empleado y que lo que realmente se quiere decir es “partidización”, es decir, poner al servicio de un determinado partido o ideología estructurada los recursos, decisiones y acciones de las instituciones en cuestión.

Si miramos la etimología y origen de la palabra “política” nos podemos dar cuenta de que éste significa “relativo a la polis”, es decir, a la ciudad. Este concepto de origen griego puede extrapolarse perfectamente, debido al cambio de las estructuras organizativas, al Estado. Podríamos hablar de política como “de lo relativo al Estado”.

El Estado dejó de ser hace ya el conjunto de estructuras formales burocráticas que garantiza la seguridad de sus ciudadanos y recauda y gestiona sus impuestos. El Estado pasó a ser una nación cuya soberanía reside en el pueblo, en el conjunto de los ciudadanos, y por ende, en el conjunto de sus instituciones.

A lo que quiero llegar es a que el hecho de hacer política, el hecho de influir en la nación, afecta no únicamente a las instituciones del poder político, sino que la capacidad y la responsabilidad de hacer política, de intervenir en los asuntos de la nación, corresponde a cada ciudadanos y a cada una de las instituciones del país. La política, prácticamente, es omnipresente.

Lo siguiente que hemos de ver es cuál es el objetivo de la política, qué se espera de ella. Cuando alguien hace política (en cualquiera de sus ámbitos y niveles) y gestiona unos determinados recursos debe tener claro cuál es el objetivo que persigue, qué es lo que pretende conseguir. Y es aquí donde se produce la desavenencia de los conceptos: se hace política cuando se persiguen los objetivos del conjunto de la nación, y se es partidista cuando se antepone el partido a todo lo demás.

Por eso no considero que el hecho de que miembros de partidos políticos formen parte de instituciones sea malo porque sí. El problema llega cuando éstos, en el desempeño de los cargos institucionales, desplazan los intereses generales por los suyos particulares, ya sea esta particularidad individual o colectiva.

El problema no es que una ideología (a través de las personas que la siguen y de las estructuras que las soportan) llegue a las instituciones. El problema es que una vez en ellas olviden el sentido de dichas instituciones y pongas ésta al servicio de unos intereses concretos, bien alejados del interés general. Los partidos han de comprender que son medios para hacer política, no fines en sí mismos.

Por lo tanto, y aunque hoy la única garantía para evitar la “partidización” parezca esa, no se trata tanto de que los partidos no intervengan en las instituciones, sino de que las respeten, busquen de entre sus miembros los más aptos para liderarlas y hagan así política, procurando siempre el interés general.

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