31 agosto 2010

El Comienzo Como Idealización

Todo comienzo tiene su encanto.
Johann Wolfgang Goethe

Siempre tiene que haber un principio. Es inseparable del acto de inicio de cualquier actividad, y sobre todo de aquellas que se prevén duraderas en el tiempo, un acto de comienzo, un punto de partida, un pistoletazo de salida. Antes de que llegue esa salida debe existir una concienciación previa, una meditación más o menos profunda acerca de la actividad que vamos a desempeñar, con la intención de tomar impulso y ser lo suficientemente fuertes como para no abandonar este nuevo proyecto a la vuelta de la esquina.

El comienzo no es sino una parte más del orden que queremos establecer con nosotros. Tendemos a ordenar. Necesitamos ordenar. Todo lo que carece de orden es difícil de analizar y explicar. El orden es una herramienta para predecir el futuro. Creamos reglas lógicas que se suceden en el tiempo con la finalidad de poder saber qué ocurrirá al cabo de una porción de tiempo.

El empezar algo, paradójicamente, no suele ser nuevo. No suele ser uno el número de intentos de adelgazar, llevar el estudio al día, seguir con atención la liga de fútbol, estar al tanto de las noticias, o incluso, de escribir un blog y actualizarlo con relativa frecuencia.

Forma parte de la esencia humana el desgaste de lo habitual. El curso académico, o el trabajo después de las vacaciones, suele afrontarse con ciertas ganas de hacerlo bien. Nos sentimos con fuerzas e ilusión. Es como al comenzar la carrera, creemos que somos capaces de hacerla entera en sprint. Por mucho tiempo que nos exijamos correr, nunca nos parece demasiado. Igual pasa con el trabajo. Al comienzo de un nuevo ciclo, la idealización nos obliga a creer que nos mantendremos fuertes durante todo el año y nunca se tienen en cuenta los desgastes que poco a poco se van produciendo por el mero paso del tiempo y la repetición sistemática de una misma actividad.

Empezar de nuevo es la forma que tenemos los humanos de darnos otra oportunidad, de intentar conseguir la idealización, de alcanzar un sueño o menta. Curiosamente, como en tantas otras facetas de la vida, de poco sirve la experiencia del fracaso. Somos, o queremos ser, ignorantes a todo lo que ha ocurrido con anterioridad. Nos sentimos diferentes. Queremos ser diferentes.

Es la continua búsqueda del yo perfecto/idealizado la que nos hace empezar una y otra vez de nuevo.

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18 agosto 2010

La Insumisión Catalana

La salud del pueblo está en la supremacía de la ley.
Marco Tulio Cicerón

Que España no es el país modelo de la democracia es algo que ya sabíamos, pero que se consientan declaraciones por parte de un consejero de un autonomía como las del señor Huguet, y que esa persona siga formando parte del entramado institucional de un país no tiene cabida en ningún país que aspire a ser un Estado de Derecho.

El señor Huguet no ha dicho ni más ni menos que lo siguiente: “la única forma de no volver atrás y de que la convivencia no se rompa, es incumplir sistemáticamente cualquier sentencia de estas [Sentencias del Tribunal Constitucional]”. ¿Cómo es posible que un Estado, o una parte del mismo (en este caso una Comunidad Autónoma) puede hacer pública y sin consecuencia política ninguna la insumisión a uno de los tres poderes del Estado?

Desde luego, si este fuera un país serio, democrático y de Derecho; el Presidente de la Generalidad catalana hubiera cesado a este consejero. Y si éste no lo hubiera hecho, el Gobierno central tendría que haber actuado de alguna de las maneras, en último extremo, suspendiendo la autonomía. El gobierno catalán, animado por la impunidad de sus declaraciones y hechos, mantiene continuamente una actitud de insumisión ante la Ley y el Estado. Cosa que no puede degenerar sino en más y mayores conflictos.

Si para acceder a la autonomía Cataluña aceptó la Constitución, que esta aceptación y asimilación sea en todo su articulado. El artículo 153 de la Constitución dice claramente, en su apartado a), que el control de la actividad de los órganos de las Comunidades Autónomas se ejercerá por el Tribunal Constitucional. Si Cataluña no acepta este punto, tampoco es aceptable su autonomía.

No pueden modificarse los acuerdos de manera unilateral, ni se puede elegir qué parte de los pactos se cumplen y cuáles no. Si Cataluña optó por la autonomía, que asuma todas las condiciones, y la primera y más importante de ellas fue el acatamiento de la Constitución.

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