25 noviembre 2008

El Consuelo de un Porqué


Frío e insípido es el consuelo cuando no va envuelto en algún remedio.
Platón

Hay personas que tenemos un curioso defecto: no nos conformamos con los hechos y siempre queremos saber algo más que consideramos fundamental: el por qué. Bien sabemos que no cambiarán las cosas, que lo que haya sido seguirá siendo, mas sentimos una intensa necesidad bien de sufrimiento, bien de aprender de lo cometido.

El hecho de querer saber la estructura de las consecuencias de los acontecimientos no demuestra sino una resignación ante la realidad. Pero no una resignación pasiva como sufre la mayoría de las personas; si no una activa, un deseo de cambiar el pasado, de arreglar lo roto y de enderezar lo torcido.

Pero sucede también que el hecho de saber demasiado, el hecho de sobrepasar el umbral del conocimiento necesario y básico acontece consigo una serie de desagradables noticias. Mas no por eso se desanima el intelecto para la próxima inquisición; sino que la próxima vez lo tomará como un examen sobre lo ya acontecido una vez.

Y es que, como ya digo, somos así de inútiles. Incapaces de vivir lo que la vida nos proporciona. Vivir los hechos y no los porqués, que son los que muchas veces traen los verdaderos quebraderos de cabeza. Aceptar, resignarse y continuar no basta; es necesario analizar, filosofar, discurrir y por último aprender. Comprender. Entender la esencia de lo que verdaderamente somos, que no es otra cosa sino lo que hacemos.

Por tanto amigos, buscamos los porqués de las cosas en busca de un consuelo, de un razonamiento certero que nos alivie el fracaso. Y nos consuela el porqué porque en él buscamos un eslabón que falla, un trozo de la maquinaria que no estaba lo suficientemente bien encajada, porque de ese porqué, de ese fallo, buscamos al responsable de todo lo que ocurra. Maldecimos ese porqué y nos engañamos creyendo que ese era el problema, cuando el realidad el problema es el hecho en sí. Es, sin duda, una forma más de mirar hacia otro lado, de eximir responsabilidades, de obtener consuelo.

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22 noviembre 2008

La Llamaban Libertad


El hombre nunca ha encontrado una definición para la palabra libertad.
Abraham Lincoln

Está ahora, y desde hace ya algún tiempo, muy en la boca de estos pseudo demócratas y pseudo progresistas la palabra libertad. Si hubiera un campo en la filosofía que pudiera resultar el más amplio, éste sería un serio candidato; ya que podríamos escribir cientos y cientos de hojas acerca del tema y todavía quedarían flecos sueltos.

La historia de la Humanidad ha sido una continua lucha en pro de la libertad. La abolición de la esclavitud o el sufragio universal han sido uno de los grandes logros, de los cuales podemos concluir que somos un poco más libres; pero bien me temo que la palabra libertad jamás podrá ser definida correctamente por la sencilla razón de que alberga demasiados campos y grados.

La palabra libertad se queda muy corta. Habría que inventar más palabras para que definieran distintos grados de libertad. Porque la libertad sólo puede ser comprendida y evaluado en un contexto, en un marco, y por tanto, de manera relativa. Podemos, por ejemplo, sentirnos libres para decidir si ir a Madrid o Barcelona, elegir cuál es nuestro equipo de fútbol favorito o de qué color vestiremos hoy; pero sin embargo podemos sentirnos reprimidos ante la incapacidad de volar.

Por tanto, amigos míos, la libertad puede estar más cerca del sentimiento que de la razón. No se trata tanto de ser libres como de sentirnos libres. La libertad es algo subjetivo, algo personal, algo que cada uno aprecia para sí mismo. Podemos ser esclavos de una rutina y sentirnos dichosos de libertad. Ser libres representa la armonía entre el deseo y la capacidad, entre el querer y el poder. Sólo siéntese uno esclavo u oprimido cuando desea decir o hacer algo, y algún obstáculo lo impide.

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18 noviembre 2008

Divide y Vencerás


Cuanto más se dividen los obstáculos son más fáciles de vencer.
Concepción Arenal

Ya los romanos utilizaban en sus antiguas estrategias de guerra la división del enemigo para así debilitar la fuerza de éste y hacer favorable la batalla. Y es que, como ya dice la sabiduría popular, la unión hace la fuerza; y por consiguiente, la desunión, la debilidad.

Y esta división es lo que andan buscando aquellos que lo único que pretenden en campar a sus anchas por el mundo del poder y la política. Para ello invierten tantas energías en campañas de división entre españoles, entre izquierda y derecha, entre buenos y malos, entre ellos y nosotros. Y nosotros, el conjunto de los ciudadanos me refiero, caemos en la sutil trampa que nos preparan, caemos en nuestra desunión.

Ya por los años de la II República se manejaba esta terminología, esta distinción de las dos Españas. Y no contentos con la distinción y separación, se han dedicado a promover el odio entre estas divisiones, de tal manera que aumenten los prejuicios de manera desorbitada de los unos contra los otros.

Consiguieron pues la división de los españoles entre unos y otros. Tal fue la división que ésta derivó en una guerra, una guerra entre hermanos, de rencillas entre parroquianos, entre vecinos del mismo pueblo; donde los odios personales se impusieron a las ideologías. Odios que mantenían a todos ocupados en vigilar al vecino que no veíamos como otros andaban por los barrios del poder. Y tanto anduvieron, que les duró cuarenta años. Desde luego les salió rentable el negocio.

Llegó después la transición. Y España volvió a ser una. Se unió en torno a una Constitución. Y esta unión ha sido la que más próspera ha hecho a España jamás.

Sin embargo, poco a poco, y viendo que la unión entre los ciudadanos hacía más consistente el sistema, más democrática España, reinventaron la división, el odio, la guerra de las dos Españas. Y con ese mismo argumento, con esa misma guerra, con esas misma heridas; hoy nos vienen a la luz pública personajes que sólo pretenden la desunión de los españoles para llegar al poder o para conservarse en él. Y otra vez se repite lo mismo: los prejuicios para con el partido contrario (ojo, que no hablo de ideología sino de partido), el fanatismo, el odio de los unos contra los otros.

Y es que aunque los ansiosos de poder pudieran expulsar del país a todos aquellos que llaman sus enemigos, la cosa no cambiaría: buscarían otro elemento de desunión, otro elemento de odio entre hermanos, otra polémica con tal de tener a la gente en continua lucha y mientras ellos hacer en el poder (legitimados por el odio hacia el enemigo) lo que se les antoja.

Digo legitimados por el odio hacia el enemigo porque muchísimos votos de cada partido son para que no gobierne el otro, en vez de a favor de uno. Y lo único que consiguen es que se tienda al bipartidismo y por tanto al retroceso democrático, a la desaparición de la diversidad ideológica, a la escasez de alternativas.

Y todo esto está permitido debido a la desunión que profesan, al odio al enemigo, al adversario, provocando desunión. Y caemos en su trampa y ni nos damos cuenta.

Visto lo visto sólo tengo algo que pedir a mis lectores: que no nos dejemos dividir, que no nos dejemos vencer.

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15 noviembre 2008

Mirar Hacia Otro Lado


Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemöller

Estamos hartos de leer periódicos y ver informativos televisivos donde nos cuentan las miserias humanas. Leemos o escuchamos, y después de la recepción de información, sentimos un ligero alivio al saber que el tema no va con nosotros. Lamentamos, a veces, la fortuna de los protagonistas del suceso, y acto seguido miramos para otro lado.

No hay una conciencia ciudadana de lucha por lo justo. Somos unos auténticos conformistas, unos egoístas por omisión, unos pasotas, unos borregos.

Estamos hartos también de ver toda clase de abusos a nuestro alrededor, de comprobar que la codicia humana no tiene límites y que el dinero prima siempre por encima de las personas. Y no nos disgustamos, o quizás sí. Pero en cualquier caso no movemos un dedo ni alzamos la voz para que esa injusticia o abuso no siga sucediendo.

¿Y eso por qué? Porque vivimos bien. Porque pensamos que eso no nos va a pasar a nosotros, que eso no tiene nada que ver con nosotros. Pero lo cierto es que todos somos susceptibles de alguna desgracia; y si generalizamos esa indiferencia hacia los demás en sus problemas, esa misma indiferencia recibiremos cuando seamos nosotros los desgraciados.

Si nos miráramos por dentro, nos daríamos cuenta de que somos unos cobardes que no somos capaces de hacernos oír ante las injusticias. Pero es que tampoco lo hacemos, porque sabemos que no recibiremos respaldo de nuestros compañeros y vecinos. Y es un círculo vicioso que nunca acaba; pero que lo único que consigue es que el poder, la administración y las autoridades puedan hacer con nosotros los que le de la gana, y encima se lo permitamos.

Reflexionemos un poco sobre lo que la unión puede hacer. Y no ha de ser una unión explícita. No. Simplemente que el sentido común y el sentido de la justicia sean nuestros eslabones. Si tuviéramos el coraje de denunciar lo injusto, cada uno por separado, al final formaríamos un grupo numerosísimo de descontentos; y no el silencio que respondemos ahora.

El poema que he dejado hoy como frase se refiere a lo que pasó en la Alemania nazi. Denuncia de manera magistral cómo el silencio y la pasividad de unos y de otros permitieron las atrocidades. Si hubiera sido un poco solidarios, quizás otro gallo hubiera cantado.

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11 noviembre 2008

Un Día Cualquiera


Sin esperanza se encuentra lo inesperado.
Heráclito de Efeso

Te levantas un buen día. Un día cualquiera. Uno de tantos otros, con la salvedad de que es fiesta, pero sin nada de especial, sin ningún plan que despierte un entusiasmo fuera de lo normal. Te levantas porque en algún momento del día tienes que levantarte. Desayunas, estudias, ves un rato la tele y haces el vago otro tanto. Recuerdas que has quedado, a eso de las siete de la tarde, como otros tantos días.

Pero resulta que hay una salvedad, hoy quedamos para preparar una fiesta, y quedamos con la dueña de la casa, a quien ni conocemos. Precisamente ese el objetivo de quedar, conocernos un poco antes de invadir una casa ajena, y ya intentar encontrar un denominador común en los gustos para la hora de elegir las bebidas y los juegos o cualquier cosa que vayamos a hacer.

La dueña es la amiga de unas amigas. La conocemos, o al menos yo, de vista; de haber coincidido en algún cumpleaños o cualquier otro evento de mayor escala. Sé su nombre, su cara; y el de algunas amigas que también están invitadas a la fiesta. Por lo menos conocemos gente nueva, nuevos aires –pienso- aunque a veces las mezclas pueden resultar heterogéneas. Pero bueno, es una fiesta, y el alcohol siempre echa una mano a la hora de la socialización.

Llega la hora y estamos todos en el lugar. Nos vamos a un bar, pedimos nuestras consumiciones y empezamos a hablar un poco de quiénes vamos a ir, qué vamos a comprar y cómo tenemos pensando que transcurra la noche.

La conversación con nuestra anfitriona resulta fácil y agradable, ya que se muestra entusiasta ante nuestras propuestas. Se va animando la conversación. Reímos, comentamos y planificamos. Cruzamos alguna mirada, alguna sonrisa. ¿Cómo no había hablado nunca antes con ella? Poco a poco vamos concretando y se van vaciando nuestros vasos.

Proponen, una vez ya aclarado el tema de la fiesta, ir a otro lado; por no acabar lo noche ahí. Me parece perfecto. Es pronto para volver a casa y acabo de descubrir unos ojos y una sonrisa que me inquietan más de la cuenta, ¿qué me pasa? Es extraño, pero siento una especie de adicción: necesito mirar, necesito ver. Y me siento bien cuando las miradas se cruzan.

Una vez allí empiezo a buscarla de reojo. Está con sus amigas, que también son las mías. Nunca pierde la sonrisa. Parece tan feliz, tan entusiasta, tan llena de energía. Y encima es guapa. Pero su belleza es especial… no es una belleza comercial, ni sensual. Es una belleza simple y jovial, alegre, llena de luz. No es una belleza espectacular, es una belleza inocente. Y me gusta.

El azar, ella o yo, quiere que nos quedemos a solas. Hablamos de los estudios, del colegio, de nuestras amigas… de banalidades; pero es que toda relación empieza con banalidades y según pasa el tiempo los temas y el interés evolucionan lentamente. Se va. Vuelve con sus amigas. Y yo me quedo donde estaba pensando.

Se hace tarde y hemos de irnos. Ella se va dirección opuesta a la nuestra. Les pregunto a mis amigas por ella. Les digo qué hemos hablado, y a la vez pienso todo lo que me queda por hablar. Les pido su dirección de correo, y una vez en casa la agrego al programa de mensajería instantánea, esperando que no se moleste por el atrevimiento.

Es tarde. Me acuesto ya ignorante de mi futuro. Cierro los ojos con el recuerdo de su sonrisa en mi cabeza. Por primera desde hacía mucho tiempo vuelvo a tener interés en que llegue el día siguiente. Sus ojos me siguen mirando. Yo me voy quedando dormido. Y por fin, un día más, un día cualquiera, termina…

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07 noviembre 2008

Conformismo e Inquietudes


La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido.
Anónimo

El siglo XX ha significado sin duda alguna un aumento exponencial tanto en calidad de vida como en progreso de los ciudadanos del mundo, en concreto de los ciudadanos occidentales. Este progreso ha venido propiciado por el desarrollo de las tecnologías de la información así como de un considerable progreso en la ciencia en todos sus disciplinas.

Este progreso tan profundo en la ciencia y la tecnología ha dado lugar, probablemente, a que otros aspectos del ser humano queden relegados a un segundo plano, como puede ser la ética, la autorrealización, las creencias o los principios.

Ha llegado un punto en el que creemos ser dueños y conocedores de todo. Hemos llegado a creer que nada necesitamos salvo un trabajo, una casa y el alimento que nos sostiene como elementos básicos, y algún que otro capricho en el ámbito del placer. Nos sentimos tan sumamente bien que hemos caído en un conformismo constante, relegando las inquietudes y las metas a elementos de la historia.

Hemos vivido sumamente bien durante años, creyendo que todo andaba bien porque satisfacíamos nuestras necesidades. No hemos querido mirar más allá de nuestra nariz, ni hemos querido ser hormigas de fábula, previendo el futuro; es más, hemos sido cigarras despilfarradoras e insolentes.

Hemos hecho de las inquietudes un hobby o una rareza. Nos hemos dormido en la mansedumbre que provoca la tele-basura. Hemos caído en el conformismo absoluto, en el borreguismo más feroz a causa de nuestro bienestar.

Y debe sobrevenirnos el paro y las dificultades económicas para darnos cuenta de que no todo es tan perfecto, cuando se veía a leguas que no podríamos estar toda la vida vendiendo pisos. Siempre fue más importante la codicia que el deber.

Hemos visto a un Gobierno que una legislatura entera no ha movido ni un dedo en prevenirse, en guardarse las espaldas. Y mientras tanto nosotros mirábamos para otro lado, porque nos iba bien.

Sin embargo, debemos de tomar conciencia que siempre quedará mucho por hacer, siempre habrá algo que mejorar, y siempre se podrá pulir algún detalle. Caer en la soberbia de la ilusión de que todo lo sabemos, que todo lo tenemos y que todo es perfecto no es sino adelantar nuestro perecimiento, como bien la historia vuelve a demostrar.

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04 noviembre 2008

La Complejidad de lo Evidente


Como los sentimientos, la evidencia se demuestra, pero no se proclama.
Juan Teba

Es curioso que el cerebro humano haya desarrolado la capacidad de complicarlo todo. Conforme vamos adquiriendo nuevos conocimientos y nuevas capacidades vamos relegando en estas la responsabilidad de proporcionar soluciones apartando la simpleza de nuestra camino y de nuestras herramientas más a mano.

Es muy dado, sobre todo en las ciencias, emplear las herramientas más potentes que sabemos, por ejemplo derivación e integración, en problemas que con un poco de paciencia se obtienen con simples ecuaciones.

Y este método es aplicable a otras disciplinas de la vida. Obviamos la lógica evidente en favor de otra mucho más maquiavélica y retorcida. Buscamos motivos dónde no los hay. Pasa como con nuestra imaginación, que cuando desea ver algo, por ejemplo cuando alguien teme encontrarse a alguien en la oscuridad, al final lo consigue, creyendo ver fantasmas en esa oscuridad.

Y es que la mente tiende siempre a agudizar su ingenio, a exhibir sus capacidades. No se conforma con la suma si puede multiplicar; no se conforma con los axiomas simples si puede que haya otra lógica más compleja. Repudiamos lo simple porque sobrestimamos nuestro esfuerzo; porque preferimos sacar a relucir nuestro trabajo ante lo costoso que conformarnos con lo simple de una solución.

Por eso tantas veces tenemos las respuestas que buscamos delante nuestra sin ningún tipo de maquillaje, tal cuales son, y nos empeñamos en creerlas falsas y trazar otro argumento más sinuoso.

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03 noviembre 2008

El Lugar de Nacimiento


Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir.
Federico García Lorca

Sin duda un acto involuntario entre los involuntarios es nacer, al menos desde la perspectiva subjetiva, es decir, en primera persona. Nadie nos ha preguntado jamás si deseábamos nacer, si deseábamos existir; y sin embargo lo hacemos, por voluntad de unos padres, y sin posibilidad ni de reproche ni de enmienda; al menos desde un punto de vista ético tradicional (por eso del no suicidio como normal moral) y natural (por eso del instinto de supervivencia).

Una vez se ha nacido, por tanto, no se tiene remedio. Se ha de contentar o resignar uno con lo que tiene. Ha de resolver sus propios dilemas, labrar un futuro y elegir una senda por la que ha de acontecer su vida. Y así, en base de lo que uno vaya escogiendo (y por tanto de lo que uno vaya renunciando) su vida girará en torno a unas u otras cosas, y se llegará a un sitio u otro.

Pero no sólo de nosotros depende nuestra vida. Depende mucho más de lo que somos incapaces de cambiar que de lo que sí. No podemos elegir nuestros padres, ni nuestra cultura, ni nuestra infancia más tierna. Tampoco podemos elegir nuestro país, ni nuestra familia. Debemos aceptarla y con más o menos habilidad y destreza, encauzarla por nuestros apetitos e intereses.

Y es ahí donde reside la verdadera proeza de los hombres: construir una vida, un proyecto de vida, a partir de una base que puede ser totalmente contraria a lo que hubiéramos escogido.

Pero qué injusta es realmente la vida. Determina el dolor o el sufrimiento de una persona sin más criterio que el azar, que la familia, que de donde nazcamos. No nos mira a los ojos, ni nos hacen una prueba psico-técnica; ni nos mira nuestro expediente académico, ni nuestros antecedentes penales o delictivos. Da igual el carácter de cada uno, la bondad o la nobleza. El punto de partida quedará siempre determinado por la suerte o el infortunio.

Y después de tanto lidiar con nuestro destino, con nuestro azar o con nuestras circunstancias (distintos nombres de una misma causa); después de haber sobrevivido, haber sufrido y padecido una vida que nadie nos ha preguntado si queríamos o no vivir, llega la muerte, la inevitable muerte. Y puede que ésta llegue cuando más cariño le habíamos cogido a nuestra existencia, cuando habíamos aprendido a soportar el dolor y a superar los baches de la vida, el mismo azar nos devuelve al mismo sitio de dónde veníamos: la nada.

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