02 junio 2019

La “Alta Velocidad” en Granada o Cómo Tomarnos el Pelo por Enésima Vez

El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
Winston Churchill

Recientemente se ha publicado la noticia de los horarios de los trenes AVE (siglas de Alta Velocidad Española) que unirá la ciudad de Granada con la capital de España. Habrá, según se publicó, servicio de tres trenes diarios: uno por la mañana (3 horas y 19 minutos de duración), otro al mediodía (3 horas y 5 minutos) y un último por la tarde (3 horas y 24 minutos). La distancia que une las estaciones de Puerta de Atocha y de Adif de Granada, según Google, es de 417 kilómetros (por carretera). El buscador de Internet estima que el trayecto dure 3 horas y 48 minutos en coche.

Cuando uno ve estos números se pregunta cuál es la ventaja que supone la llegada de la “Alta Velocidad” a Granada. Se puede argumentar que el tren tradicional (sin el que hemos estados más de tres años, por cierto) tarda unas 5 horas y media y que la llegada de este tren supone un ahorro significativo en tiempo. Y es así, pero estos tiempos de casi tres horas y media son tiempos de trenes convencionales, no de Alta Velocidad. Celebremos, entonces, que tenemos un tren normal y corriente a Granada, no que llega la Alta Velocidad a Granada. Celebremos, pues, que Granada ha entrado en el siglo XX (no sé cuántos años tarde).

Para sostener lo que digo sobre la no alta velocidad granadina, veamos qué ocurre en otras ciudades españolas que sí gozan de alta velocidad:


  • Málaga: 533 km. Tiempos entre 2 horas y 25 minutos y 3 horas y 5 minutos.
  • Sevilla: 511 km. Tiempos entre 2 horas y 21 minutos y 2 horas y 45 minutos.
  • Valencia: 353 km. Tiempos entre 1 hora y 40 minutos y 1 hora y 53 minutos.
  • Barcelona: 615 km. Tiempos entre 2 horas y 30 minutos y 3 horas y 10 minutos. 

¿Se imaginan ustedes que a Sevilla el AVE, además de llegar 27 años después, tardara entre 3 horas y media y 4 horas el trayecto (que es lo que tardaría el tren a la velocidad media que resulta del tren de Granada:411 kilómetros entre 3 horas y 20 minutos)? ¿Se imaginan a los gobernantes de Sevilla celebrando y vendiendo a bombo y platillo el éxito de la llegada del AVE a la capital andaluza? Pues eso está pasando en Granada.

Si uno, además de leer la prensa local, escucha las declaraciones de los políticos, ve que sus discusiones y reproches van sobre si las migajas que nos dejan son más o menos grandes; sobre si al trazado hasta Antequera vamos a poner doble vía o no, entre otros (¿alguien se imagina el debate de la doble vía en Sevilla? ¿Alguien se imagina que no hubiera doble vía en Sevilla?).

Ahora, además, nos esperan días en los que los políticos irán a inaugurar el primer trayecto de este Madrid-Granada. Declararán, con toda probabilidad, que Granada está más conectada al mundo, que esto es un gran éxito de la Administración que en ese momento esté el partido que hace las declaraciones y un largo etcétera de palabras autocomplacientes.

Pero, ¿de verdad debemos estar los granadinos con la gestión de la alta velocidad en la ciudad? ¿De verdad podemos llamar alta velocidad a un trayecto a 126 kilómetros a la hora? ¿Acaso alguna administración ha velado porque esto no sea el fraude que es? ¿Nos ha considerado acaso la Junta de Andalucía como andaluces para defender unas infraestructuras dignas, que conecten lo que tenían que conectar, que es Jaén, Granada y Almería/Motril? ¿Se imaginan (y perdonen que insista) que el AVE a Sevilla tuviera que pasar por Antequera? ¿Por qué tenemos que seguir soportando nosotros agravios continuos? ¿Por qué tenemos que seguir soportando que Sevilla nos quiera únicamente como una provincia en la que recaudar del monumento más visitado de España y de la estación de esquí más al sur de Europa? ¿Alguien me puede explicar la ventaja que ha supuesto a Granada y su región histórica la pertenencia a este invento sevillano llamado Andalucía?

Este de la “alta velocidad” es sólo el último de los agravios, pero quizás el más flagrante porque la evidencia de los números es demoledora. ¿Alguien ha escuchado a algún político granadino rebelarse contra esta falsa alta velocidad? ¿Alguien desde Granada se ha plantado en San Telmo o en Moncloa a exigir que la ciudad o la provincia tengan una alta velocidad de verdad y no una meramente nominal? ¿Alguien se ha enfrentado a las cúpulas sevillanas o madrileñas desde Granada y le ha dicho a quien correspondiera que esto es una tomadura de pelo? ¿O, por el contrario, veremos celebraciones y palmaditas en la espalda de un proyecto que es un auténtico fracaso? ¿Habría pasado esto mismo si el interlocutor con el Ministerio de Fomento no hubiera sido alguien desde Sevilla sino alguien desde nuestra tierra?

Para terminar reutilizaré una frase que tomo prestada de un buen amigo y que digo con frecuencia, pero que no por ello deja de perder vigencia: el problema del tonto no es que sea tonto, sino que está contento. Y en Granada estamos muy contentos. Y la prueba de ello son el resultado de las últimas elecciones municipales, donde seguimos queriendo en nuestra alcaldía sumisos a las direcciones sevillanas y/o madrileñas. Recuerden que el trayecto Madrid-Granada, con los trazados y velocidades de las ciudades que arriba describía tardaría entre dos horas y dos horas y media, tiempo significativamente inferior y sí digno de ser llamado Alta Velocidad.

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07 marzo 2019

Elementos Religiosos en el Feminismo (I): El Pecado Original

La mayor parte de aquellos que no quieren ser oprimidos, quieren ser opresores.
Napoleón

El último (probablemente ya sea penúltimo cuando escribo estas líneas) hito para defender los supuestos valores de igualdad entre hombres y mujeres ha sido la propuesta de excluir del recreo a los adolescentes varones en un instituto de Andalucía. El motivo o intención, según alegan los promotores, es que los niños "comprendan lo que ha sentido la mujer durante mucho tiempo" (sic).


¿Cuál es el fundamento de estas medidas? ¿La toma de conciencia? Puestos a llevar esta forma de pensar al extremo: ¿Deberían los alemanes sufrir cámaras de gas por parte de los judíos? ¿Deberían los comunistas pasar unas vacaciones en Siberia en algún simulacro de Gulag? Cabe preguntarse entonces: ¿Tiene sentido replicar una injusticia en el tiempo presente para denunciar las que acontecieron en el pasado?


El fundamento, mucho me temo, está bastante alejado de la sana intención con la que nace, y no me refiero tanto a los individuos como a la organización. Aunque sus militantes no sean conscientes, estos movimientos redentores contemporáneos tienen mucho en común con sus homólogos históricos. En concreto, no son pocos los elementos que comparten con el cristianismo. Uno de ellos es el pecado original.

Según la teología católica, todos los seres humanos nacemos con el pecado original, que no es otra cosa que el heredar los pecados de nuestros antepasados en la historia. Es decir, portar la culpa no de nuestros actos sino de aquellos quienes nos han precedido. Contra estos pecados no cabe escapatoria, sólo la aceptación de la culpa congénita y la redención de este pecado mediante un rito (el bautismo), lo que provocará en el individuo su necesidad aceptar los dogmas inherentes al culto en cuestión, o sea, los del cristianismo.

Este mismo pecado original es el que replica el feminismo en la escuela que mencionaba al principio de esta entrada. Un varón nace con la culpa de pertenecer a una estirpe que se ha construido con base en el heteropatriarcado (otro día volveremos a este también elemento teológico). No es esta culpa una idea original dentro del feminismo. Recordemos como en aquel Congreso de Género se invitaba a los asistentes varones a ocupar las filas traseras del auditorio como "símbolo" para huir de su "privilegio" como varones. Curiosamente en este caso el varón que había en la mesa presidencial no cedió el sitio a nadie ni se desplazó. El sacerdocio (al igual que el católico) sigue manteniendo su puesto en el púlpito y sus reglas se rigen por otro código (también podría ser un elemento de análisis en una entrada, como elemento religioso dentro del movimiento general).

Volviendo a la culpa, ¿qué es lo que se esconde detrás de ella en el seno de un movimiento? Pues no es otra cosa que establecer un mecanismo de control y de poder. Insisto en que esta idea no es genuina del feminismo: ya el catolicismo parte de esa culpa y necesita de sus sacerdotes (mediante el sacramento de la confesión/penitencia) para expiarla. Es, además, el sacerdote quien discrecionalmente establece la penitencia y el penitente necesitará su aprobación y validación (aunque sobre esto podría ir más ligado a lo que se llama dentro del feminismo “micromachismos” y que en las religiones tradicionales es “pecado”).

Hoy los varones necesitamos (parece ser) esa penitencia también. Y esto lo establece el sacerdocio del feminismo que se ha erigido ahí no sé muy bien por qué. Sólo me sale argumentar "por obra y gracia de Dios", lo cual las asimila aún más a la ordenación sacerdotal católica. ¿Con qué legitimidad se arroga la autoridad de determinar qué es machista (pecaminoso) o no? ¿Por qué son defensoras de una buena causa? ¿Hay algo, acaso, mejor y más grande que Dios o el amor entre sus hijos, o sea, los seres humanos?

Por fortuna, no he tenido que cumplir ninguna de estas nuevas penitencias feministas y me temo que me negaría en rotundo a llevarla. No entendería que alguien que ha nacido, crecido y vivido en un entorno de completa igualdad tengo que redimirse de los pecados de otros. Y por eso miro con recelo estos nuevos movimientos cada vez más autoritarios. No vale simplemente una causa justa: sus medios han de serlos también. ¿Puede alguien negar la bondad del mensaje del Evangelio? ¿Y puede alguien negar los crímenes que se han cometido en nombre de esta misma buena causa? La Historia está ahí plagada de ejemplos para que aprendamos de ella. No me gustaría ver como otra buena causa se acaba pervirtiendo y convirtiendo en aquello contra lo que precisamente luchaba.

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04 febrero 2019

Discursos y Desafección

Las palabras son enanos, los ejemplos son gigantes.
Proverbio suizo

Es parte de las épocas utilizar vocabularios y lenguajes propios. El síntoma de cambio de era es cómo se denominan de manera diferente las mismas cosas. Los eufemismos, a la larga, acaban convirtiéndose en normalidad hasta que éstos comienzan a tener su propia connotación y será preciso (si se quiere cambiar ésta) volver a buscar un nuevo eufemismo. Son, además, estas connotaciones asociadas a las palabras las que de una manera u otra nos hacen cambiar la forma de ver y entender el mundo.


Dentro de las épocas los gremios también reajustan sus vocabularios. Lo que antes era recursos humanos ahora son departamentos de personas. Intentamos jugar con esa connotación que va a asociada a las palabras con la creencia (con cierto fundamento) de que cambiar las palabras cambia lo que hay debajo. Desde luego, y eso creo que es innegable, detrás de estos cambios se esconde una declaración de intenciones. Pero como bien dice el refranero, el infierno está lleno de buenas intenciones.

En el mundo de la empresa, en concreto, en el mundo de los departamentos de recursos humanos dentro de las empresas, hay una tendencia reciente a referir determinadas palabras: talento, valor, etc. Todo el mundo que esté de una manera u otra vinculada al mundo empresarial (y no sólo en este ámbito) estará familiarizado con ellas. Son palabras generalmente vacías que han conseguido llenarse de connotación. ¿Qué es el talento? ¿Qué es el valor? Probablemente nadie sepa dar una definición precisa de a qué se refieren cuando hablan de "generar valor" o "retener talento" simplemente porque no está claro qué es "valor" ni qué es "talento". Esto, por otro lado, es muy sintomático también de los tiempos posmodernos que vivimos, de la modernidad líquida de Bauman, donde las palabras se escurren y deforman según conveniencia.

Lo que creo que a muchos se les escapa es el efecto que puede provocar en sus auditorios los sacerdotes de estas palabras cuando sus acciones no corresponden con el discurso que pronuncian. Es un poco lo que le ha pasado a grandes movimientos redentores a lo largo de la historia, como puede ser el cristianismo o el comunismo. Al oyente medio le provocan rechazo ciertos discursos que contrastan tanto con las acciones que se emplean. No deja de ser cínico que PP y PSOE se presenten como adalides contra la corrupción, por ejemplo. Pues algo así ocurre, pero a menor escala. Y entre estos oyentes habrá, como ocurre entre la militancia de los dos partidos tradicionales españoles, quien siga votando, comulgando e incluso militando en estos; como quien sienta una distancia tal de estos movimientos que le susciten incluso rechazo.

Cuando alguien emprende un discurso transformador corre el riesgo de que, si no lo acompaña de acciones que lo respalden, el desafecto que provoque pueda ser mucho mayor que la simple inacción.

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07 enero 2019

La Belleza del Páramo

Vistas las cosas en la cámara oscura del recuerdo, toman un relieve singular.
Théophile Gautier

Uno se pasa toda la vida transitando los mismos lugares. Anda las mismas calles, come en los mismos restaurantes, se sientas en las mismas plazas. Son sitios normales, corrientes, sin ningún tipo de relevancia especial. No son especiales por tratarse de monumentos o por restaurantes con estrellas Michelín. Son sitios a los que tiene acceso cualquier persona de a pie, pero han sido parte del paisaje de cada uno durante años. En esos momentos, uno no es consciente de lo hondo que calan ciertos detalles del urbanismo y el entorno.


Al tiempo, uno ha de irse y alejarse de esas calles y rincones y pasa tiempo sin recorrerlos. Comienza a pasear debajo de otros balcones y frecuentar otros comercios. Los tenderos tienen ya otros nombres y otras hablas. Empieza uno a acostumbrarse a los sitios nuevos y los comienza a hacer suyos, hijos naturales de la rutina, dejando a los primeros como espejismos de la memoria.

Esta Navidad volví a caminar por un páramo que hacía años que no recorría. Una inmensa llanura seca con el blanco de Sierra Nevada de fondo. Una estampa que había visto decenas de veces. Sin embargo, no fue hasta ese día que no me había dado cuenta de todo lo que encerraba ese páramo ni tampoco había sido consciente de lo que representaban los días que pasábamos en el pueblo que allí se levantaba.

Cuando pasados los años uno vuelve a caminar por todos esos sitios de antaño, algo se despierta en la memoria y uno se traslada a aquellos años ya lejanos en el tiempo. Es fascinante la capacidad que tiene la memoria para despertar sensaciones dormidas con tan sólo contemplar una calle. Como uno por un momento se transforma en la persona que era y tiene aquellas mismas sensaciones, angustias, preocupaciones y alegrías. Se puede incluso sentir los anhelos de aquellos tiempos y se hace inevitable sonreír al ver lo diferente que se es. La distancia temporal frente a los lugares que han sido parte de épocas pretéritas envuelve los recuerdos con una especie de aura, creando una fijación especial en la memoria.

Eso me pasó en aquel páramo granadino, cuando vi que ese sitio había ganado para su belleza el haber sido inmortalizado entre mis recuerdos.

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