14 junio 2008

Competitividad


El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.
Ludwig van Beethoven

La bondad. Ese término tan relativo, tan subjetivo más bien. Probablemente uno de los temas del pensamiento filosófico eterno, concretamente de la ética. Realmente, ¿qué es ser bueno?.

Ser bueno es actuar conforme a una ética. La ética se presupone buena, porque digamos recoge el comportamiento que más beneficio obtiene, ya sea para el individuo o para el conjunto de éstos. Por tanto, un acto podemos considerarlo “bueno” en cuanto es conforme a una ética.

Otro tema es cómo se constituyen las éticas: qué debemos hacer y qué no debemos hacer; y enjuiciar cada uno de estos actos en los dos grandes subconjuntos: buenos y malos.

Pero dando por hecho el concepto de bien y de lo “bueno” hay que resaltar que lo bueno siempre es más costoso que lo malo. Supone más esfuerzo un acto bueno que un acto “malo”. El bien es una idea racional, algo artificial que ha nacido del ser humano (igual sucede con lo malo). Creamos pues los humanos la ética para “humanizarnos” y consideramos el egoísmo, los instintos naturales, como algo malo.

Y es ahí donde surge el conflicto: lo que nos apetece (instinto) contra lo que debemos (ética). El ser humano tiende a superar al prójimo, tiende a la vanidad y tiende al egoísmo; y mantiene una perenne contienda interna sobre cómo actuar, sobre qué anteponer antes, si la superioridad o la bondad.

Una parte de la bondad nos hace ser superiores, nos hace sentirnos más humanos, más buenos, y por tanto superiores. Es una forma de demostrar superioridad mucho más sutil, conforme a las reglas humanas en vez de las naturales. Mostrar la superioridad mediante actos nos resulta más difícil porque mediante esta “técnica” es difícil de percibir.

Si nos damos cuenta, nos cuesta mucho menos ser buenos con alguien inferior a nosotros (o alguien a quién consideramos inferior) que con nuestros iguales. No vemos competitividad con los inferiores, queda clara nuestra superioridad, y accedemos a portarnos bien con ellos. Un ejemplo claro de esto puede ser la práctica de un deporte con niños, o algún juego de mesa. Si jugamos un partido de tenis contra un niño, no jugamos al 100%, nos sentimos piadosos e intentamos ser estrictos con las reglas.

Sucede lo contrario cuando es un partido igualado, cuando es la final de un torneo y te estás jugando ser mejor o peor que tu rival, y aparte que das el todo por el todo, puedes incurrir incluso en la fullería o la picaresca.

Sólo somos competitivos y “lobos” con nuestros iguales, con lo que consideramos rivales. Y quizás el fracaso de la humanidad resida en esto, que nos vemos todos compitiendo con todos; pero es que si miramos a la naturaleza, ¿qué es la vida sino una competición por la supervivencia?. Una vez más el dilema naturaleza y humanidad, vitalismo y razón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Sólo somos competitivos y “lobos” con nuestros iguales, con lo que consideramos rivales".Nunca lo había visto así y tienes toda la razón. Curioso... me dará que pensar, porque se me caen esquemas éticos, de los que anteriormente hablabas....
GABRI

Anónimo dijo...

"Sólo somos competitivos y “lobos” con nuestros iguales, con lo que consideramos rivales".Nunca lo había visto así y tienes toda la razón. Curioso... me dará que pensar, porque se me caen esquemas éticos, de los que anteriormente hablabas....
GABRI