17 junio 2008

Superioridad


Es imposible ganar sin que otro pierda.
Publio Siro

¡Qué curioso elemento el poder!. Cuánta discordia genera y cuan felices hace a quienes lo posee; o al menos eso creen aquellos que día tras día persisten en su consecución. Algo ha de tener el poder que nos haga distintos a los demás.

Yo creo que hay un elemento fundamental que lo hace tan apetecible: la superioridad, el estar por encima. Querámoslo o no, ser mejores que el resto es algo tan instintivo y tan inconsciente como el pestañeo o el instinto de supervivencia. En cierta manera, como ya he comentado decenas de veces, la superioridad es una forma de sobrevivirnos espiritualmente, intelectualmente.

Muchas veces, cuando competimos con alguien o cuando desempeñamos cualquier actividad, no queremos ganar, no queremos reconocimiento alguno salvo el de que somos mejores, el de que somos superiores.

Cuando nos definimos ideológicamente no defendemos únicamente unas ideas, mejores o peores, defendemos nuestras ideas; y por ende somos tan obstinados en nuestras opiniones. Un rebatimiento de éstas no sólo una aportación mejor, es un hecho que nos degrada, nos hace inferiores, nos rebaja.

Por eso, cuando hablamos de críticas constructivas, de diálogo; no vemos el debate como una competición, sino como una construcción común, cuyo resultado tomaremos como nuestro, fruto del consenso y por tanto hijo nuestro.

Si hoy día, uno de los dos grandes partidos se sometiera al otro ideológicamente; éste no lo aceptaría. Si uno de ellos aprobara y viera con buenos ojos las leyes y propuestas del otro; este otro no o aceparía y acataría, sino que presumiría de su hito, de su superioridad.

Estos partidos no buscan el enfrentamiento para la construcción, para el entendimiento, para mejorar. No. Luchan para vencer. Atacan para ser reconocidos como superiores públicamente. No les interesa el consenso ni el entendimiento porque en ellos no hay ganadores. Un partid ataca al otro para vencer, toca temas conflictivos, que duelen, para que el otro se defienda, para iniciar una contienda y así poder vencer; y entonces sentirse superior.

De nada sirve vencer en secreto, sin reconocimiento. El verdadero objetivo del vencer no es sino dar rienda suelta a nuestra vanidad, a nuestra superioridad, a nuestro ego. Vencer no es sino sentirse superior al otro. Reconocido. Perenne.

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