06 abril 2008

Residuos Morales


Sería muy simpático que existiera dios, que hubiese creado el mundo y fuese una benevolente providencia; que existieran un orden moral en el universo y una vida futura; pero es un hecho muy sorprendente el que todo esto sea exactamente lo que nosotros nos sentimos obligados a desear que exista.
Sigmund Freud

Está claro que es imposible no caer en la doble moral. Somos muy cuidadosos con unos temas concretos para proteger, por ejemplo y ahora que está muy de moda, el medio ambiente; y para ello separamos las basuras meticulosamente en los distintos cubos de orgánica y envases ligeros; pero luego somos muy descuidados para otras que vienen a perjudicar eso mismo, de nuevo en este caso el medio ambiente, que estamos procurando salvar o subsanar; y dejamos las luces encendidas durante horas, la televisión puesta aunque no haya nadie viéndola o preferimos usar el aire acondicionado antes que abrir las ventanas.

Nos es imposible no caer en las contradicciones morales. Y es que, en el fondo de los fondos, el cuidar el medio ambiente o cualquier otra obra social o benéfica no es más que una excusa para subsanar nuestra conciencia, para sentirnos buenos con el mundo, con nosotros mismos. Y eso suele pasarle a la gente que no se atreve a ser “mala” más que a los que sienten necesidad de ayudar.

Y es que la ética parte muchas veces más desde el miedo y la falta de atrevimiento que desde las convicciones. Y muchas de nuestras acciones son “buenas” porque no somos capaces de hacer las “malas”; no porque creamos que lo que hacemos sea bueno o práctico.

Somos buenos por miedo muchas veces. Por miedo a unas represalias, a una opinión, a salirse del camino marcado, de la vereda que la sociedad ha construido. Muchas veces somos buenos porque es lo que la sociedad acepta, lo que ve con buenos ojos; aunque luego, la mayoría de sus integrantes no le otorguen valor alguno. Con las obras sociales todos estamos de acuerdo, todos lo vemos bien, nadie se atreve a contradecirla; y sin embargo, todos mostramos una letal indiferencia. Y ésta incremental exponencialmente cuando se trata encima de llevarla a cabo uno mismo.

Y es que la moral, a fin de cuentas, es más una serie de descartes que una decisión. Son las sobras de lo que no somos capaces de hacer muchas veces antes de lo que queremos ser. Sólo las grandes voluntades son capaces de crearse la suya en vez de seguir la establecida.

2 comentarios:

MyKe dijo...

Create unos principios y se fiel a ellos...

Tienes razón, no se... también se ve mucho el "haz lo que digo pero no lo que hago" y esas moralinas hipócritas. Lo del medio ambiente es solo un ejemplo de los muchos que se suelen poner. Es más... ahora se habla de medio ambiente porque está de moda. Te pongo un ejemplo sobre lo mismo: ahora nos venden los coches diésel como más ecológicos si son capaces de emitir menos de 120gr de CO2... pero nos olvidamos del "hollín" negro que desprenden los tubos de escape de estos motores. El gasóleo es un combustible que se obtiene con un refinamiento mucho menor que la gasolina sin plomo, es decir, contiene más impurezas. Sin embargo, como ahora esos coches carecen de impuesto de matriculacion...bla bla bla, pues se nos venden como más "ecológicos".

En fin, para empezar a hablar y no parar...

Anónimo dijo...

pues yo soy de la opinión de que los principios y la ética de cada uno primero tiene que existir para leugo usarla, como excusa, motivo o justificación. pero una persona no se inventa una ética para cada situación para evadirse de la responsabilidad de decidir o hacer algo, o al menos eso es lo ético. lo normal, pienso, es que esa ética esté más o menos asentada en su cabeza. muchas veces la ética nos permite decidir entre dos cosas, nos permite hacer las cosas como deberían ser, no solo como nos apetece. y aunque esto parezca la inhibición del YO, a la larga o la corta, para mentes algo cuadriculadas, resultará lo correcto, y esta persona se sentirá bien por haber hecho lo que tenia que hacer, lo que correspondía a su ética; y no se sentirá mal por haber abandonado su deseo de hacer algo que al final no hizo, porque hizo lo correcto.