16 enero 2008

Las Barreras de las Pasiones


Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestra moral.
José Ortega y Gasset

Una vez más recurro a este blog para hablar de los dilemas entre la razón y el corazón. Quiero hablar esta vez de la frustración que supone un impedimento pasional, una barrera que el alma coloca al cuerpo; o más bien, que la razón impone al alma; y que nos impide alcanzar lo sublime.

El cénit del alma sólo puede ser alcanzado mediante la pasión, mediante los sentimientos y sentidos. Sólo una pasión nos puede hacer elevarnos por encima de las nubes y puede hacernos volar sin levantar los pies del suelo. La pasión nos transporta hacia el mundo de colores, el mundo de los sentidos, que casualmente, es el mismo del de las tragedias.

Por eso la razón nos previene. Hace de paracaídas, de eterno consejero, de sabio inapelable del que creemos que sólo puede dilucidar verdades y axiomas. Pero a veces la razón se equivoca impidiendo nuestras pasiones; impidiendo que arriesguemos en busca de lo sublime, de lo inigualable, de la poesía del alma.

Las artes sólo pueden ser entendidas mediante la pasión; al igual que las ciencias mediante la razón. La literatura sólo puede ser escrita con el corazón; y nosotros somos capaces de identificarla al ver nuestra alma retratada con palabras sobre el papel. Nos alteramos cuando reconocemos sensaciones, cuando despertamos de nuestro letargo pasional.

La razón es más que necesaria. Es la que nos salvaguarda de nuestra estabilidad, que estaría continuamente desbaratada por los sentimientos y pasiones. La razón nos advierte sobre lo bueno y lo malo; algo que la pasión pasa por alto, entre otras cosas porque no entiende de bondades y maldades; sólo entiende de sensaciones. Pero sucede que la razón nunca nos hará sentir dichosos. Jamás podrá la razón elevarnos hasta el infinito, ni remover almas ni conciencias. Sólo los sentimientos son capaces de hablarle al corazón; y son los sentimientos los que mueven las personas. La razón, y la ética como descendiente suya, ponen a veces barreras a las pasiones.

Apartemos los abusos de la razón, que no significa abandonarla, si alguna vez queremos sentirnos realmente vivos, realmente felices. Quién no arriesga no gana; y quién gana en emociones, ése ha ganado para siempre, porque cada vez que evoque los recuerdos, sentirá el eco de aquello que una vez fue.

Con la razón somos mejores. Con la pasión, felices. Mezclemos ambas en su justa medida.

2 comentarios:

Ank-Su-Ra dijo...

dejémonos llevar por las pasiones... son las que a la larga nos harán felices...


^^

Anónimo dijo...

"hay razones del corazón que la razón no entiende" decía Blaise Pascal