13 enero 2011

Perder el Tiempo

No es el trabajo lo que envilece, sino la ociocidad.
Hesíodo

Tendemos a quejarnos de que el día no tiene suficientes horas para satisfacer todas las demandas y deseos que en el proyectamos. Nos gustaría, a veces, hacer tantas cosas en un día que la mera enumeración de ellas supone en nosotros estrés. Aparte de las relacionadas con las obligaciones laborales y familiares, tendemos a crear, quizás más que nunca en los primeros compases del año, una serie de buenas acciones que forman parte del ocio pero que consideramos positivas para nosotros mismos, para nuestra propia realización. Ejemplos pueden ser el aprendizaje de idiomas o el ejercicio diario.

Un historiador británico, Cyril Northcote Parkinson, dijo una vez que en una burocracia el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine. Es la llamada ley de Parkinson. Si nos miramos a nosotros mismos, podemos darnos cuenta de que esta ley es aplicable no sólo a las burocracias, si no a nosotros mismos, aunque con su respectivos matices y adaptación.

Si optimizáramos realmente nuestro tiempo diario y suprimiéramos aquellas tareas inútiles o poco productivas que podemos encasillar como “perder el tiempo”, nos daríamos cuenta de que durante un día nos da tiempo a hacer muchas más cosas de las que creemos. Pongamos, por ejemplo, el estudio. Cuando una persona estudia tiende a perder el tiempo, ya sea porque forma parte de las obligaciones sin mostrar devoción alguna, ya sea porque no le interesa lo que lee, porque está cansado o porque está pensando en otra cosa. El resultado es el mismo, una no eficiencia en el estudio. Si en vez de pasar 5 horas delante de un libro, de las cuales más de la mitad las dedicamos a pensar en otra cosa o mirar hacia otro lado o simplemente a hablar con el compañero, tal vez hubiera más tiempo para más cosas.

Esto que digo no implica la supresión del ocio o del descanso. El ocio y el descanso son tan necesarios como el trabajo, como bien he defendido en alguna otra entrada. La diferencia es que cuando descansamos o dedicamos tiempo al ocio, queremos realmente eso, queremos tener tiempo de ocio y dedicarlo al descanso o la evasión de la mente.

Lo que trato de concluir es que no somos realmente eficientes. Somos muy poco eficientes. Tal vez perezosos. Perdemos demasiado en el tiempo en cosas que realmente no deseamos, sino que son una evasión de las obligaciones, un escape para dejar de hacer lo obligado y que a la vez detestamos. Y es por ello por lo que nunca satisfacemos nuestros ideales de vida perfecta que proyectamos y que, durante dos días, estamos dispuestos a alcanzar.

No hay comentarios: