La desgracia abre el alma a una luz que la prosperidad no ve.
Dice la sabiduría popular que las desgracias nunca vienen solas. Es razonable creer que las desgracias que le acontecen a uno no tienen nada que ver entre sí salvo el sujeto pasivo que las sufre: uno mismo. Las leyes de la probabilidad (lo que pretenden ser las leyes del azar, paradójico cuanto menos) avalan la teoría. No obstante, estas mismas leyes nunca dicen que sea imposible, sólo improbable.
Tal vez esas desgracias influyan en nuestro estado de ánimo, lo que hace provocar un mayor efecto en las siguientes. En otras palabras, que nuestra mente aumenta el efecto de un segundo mal debido al desánimo que provoca el primero. Cuando esto sucede, hablamos de que hemos caído en una mala racha, en una mala época o que simplemente tenemos últimamente mala suerte.
Este domingo he creído experimentar una situación parecida: perdió Unicaja de Málaga, perdió Rafa Nadal y descendió el Betis. Todo en un mismo día. Por suerte, todos estos temas son banales; pero no por eso uno deja de sentir desánimo y pensar que está tocado por algo, alimentando un poco la superstición.
Cuando suceden cosas muy improbables (como el caso de que se perdieran los tres partidos) uno piensa que no puede ser cosa del azar, que debe haber algo o alguien que castigue o premie. Es imposible no mirar el cielo en busca de una explicación, aunque de él sólo vayamos a encontrar nubes o estrellas, dependiendo de la hora del día.
Tras un breve rato de auto-compasión uno cae en la suerte que ha tenido, ya que al fin y al cabo todo lo sucedido ha sido totalmente inofensivo, salvo un disgusto. Pero ¿quién garantiza a uno que este mismo azar no se vuelva en contra de uno en otros aspectos tan improbables y muchos más trascendentes que perder tres partidos un mismo día?
Por eso ha uno de vivir siempre alerta a la vez que sentirse afortunado; sin confiar demasiado en las cosas que posee, ya que es imposible saber cuando el destino o el azar van a darle la vuelta a la tortilla, por muy bien que parezca que va todo.
Herni Dominique Lacordaire
Dice la sabiduría popular que las desgracias nunca vienen solas. Es razonable creer que las desgracias que le acontecen a uno no tienen nada que ver entre sí salvo el sujeto pasivo que las sufre: uno mismo. Las leyes de la probabilidad (lo que pretenden ser las leyes del azar, paradójico cuanto menos) avalan la teoría. No obstante, estas mismas leyes nunca dicen que sea imposible, sólo improbable.
Tal vez esas desgracias influyan en nuestro estado de ánimo, lo que hace provocar un mayor efecto en las siguientes. En otras palabras, que nuestra mente aumenta el efecto de un segundo mal debido al desánimo que provoca el primero. Cuando esto sucede, hablamos de que hemos caído en una mala racha, en una mala época o que simplemente tenemos últimamente mala suerte.
Este domingo he creído experimentar una situación parecida: perdió Unicaja de Málaga, perdió Rafa Nadal y descendió el Betis. Todo en un mismo día. Por suerte, todos estos temas son banales; pero no por eso uno deja de sentir desánimo y pensar que está tocado por algo, alimentando un poco la superstición.
Cuando suceden cosas muy improbables (como el caso de que se perdieran los tres partidos) uno piensa que no puede ser cosa del azar, que debe haber algo o alguien que castigue o premie. Es imposible no mirar el cielo en busca de una explicación, aunque de él sólo vayamos a encontrar nubes o estrellas, dependiendo de la hora del día.
Tras un breve rato de auto-compasión uno cae en la suerte que ha tenido, ya que al fin y al cabo todo lo sucedido ha sido totalmente inofensivo, salvo un disgusto. Pero ¿quién garantiza a uno que este mismo azar no se vuelva en contra de uno en otros aspectos tan improbables y muchos más trascendentes que perder tres partidos un mismo día?
Por eso ha uno de vivir siempre alerta a la vez que sentirse afortunado; sin confiar demasiado en las cosas que posee, ya que es imposible saber cuando el destino o el azar van a darle la vuelta a la tortilla, por muy bien que parezca que va todo.
2 comentarios:
El azar es pura matemática.
¿O es precisamente lo que se le escapa a las matemáticas?
Publicar un comentario