Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Estamos hartos de leer periódicos y ver informativos televisivos donde nos cuentan las miserias humanas. Leemos o escuchamos, y después de la recepción de información, sentimos un ligero alivio al saber que el tema no va con nosotros. Lamentamos, a veces, la fortuna de los protagonistas del suceso, y acto seguido miramos para otro lado.
No hay una conciencia ciudadana de lucha por lo justo. Somos unos auténticos conformistas, unos egoístas por omisión, unos pasotas, unos borregos.
Estamos hartos también de ver toda clase de abusos a nuestro alrededor, de comprobar que la codicia humana no tiene límites y que el dinero prima siempre por encima de las personas. Y no nos disgustamos, o quizás sí. Pero en cualquier caso no movemos un dedo ni alzamos la voz para que esa injusticia o abuso no siga sucediendo.
¿Y eso por qué? Porque vivimos bien. Porque pensamos que eso no nos va a pasar a nosotros, que eso no tiene nada que ver con nosotros. Pero lo cierto es que todos somos susceptibles de alguna desgracia; y si generalizamos esa indiferencia hacia los demás en sus problemas, esa misma indiferencia recibiremos cuando seamos nosotros los desgraciados.
Si nos miráramos por dentro, nos daríamos cuenta de que somos unos cobardes que no somos capaces de hacernos oír ante las injusticias. Pero es que tampoco lo hacemos, porque sabemos que no recibiremos respaldo de nuestros compañeros y vecinos. Y es un círculo vicioso que nunca acaba; pero que lo único que consigue es que el poder, la administración y las autoridades puedan hacer con nosotros los que le de la gana, y encima se lo permitamos.
Reflexionemos un poco sobre lo que la unión puede hacer. Y no ha de ser una unión explícita. No. Simplemente que el sentido común y el sentido de la justicia sean nuestros eslabones. Si tuviéramos el coraje de denunciar lo injusto, cada uno por separado, al final formaríamos un grupo numerosísimo de descontentos; y no el silencio que respondemos ahora.
El poema que he dejado hoy como frase se refiere a lo que pasó en la Alemania nazi. Denuncia de manera magistral cómo el silencio y la pasividad de unos y de otros permitieron las atrocidades. Si hubiera sido un poco solidarios, quizás otro gallo hubiera cantado.
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemöller
Estamos hartos de leer periódicos y ver informativos televisivos donde nos cuentan las miserias humanas. Leemos o escuchamos, y después de la recepción de información, sentimos un ligero alivio al saber que el tema no va con nosotros. Lamentamos, a veces, la fortuna de los protagonistas del suceso, y acto seguido miramos para otro lado.
No hay una conciencia ciudadana de lucha por lo justo. Somos unos auténticos conformistas, unos egoístas por omisión, unos pasotas, unos borregos.
Estamos hartos también de ver toda clase de abusos a nuestro alrededor, de comprobar que la codicia humana no tiene límites y que el dinero prima siempre por encima de las personas. Y no nos disgustamos, o quizás sí. Pero en cualquier caso no movemos un dedo ni alzamos la voz para que esa injusticia o abuso no siga sucediendo.
¿Y eso por qué? Porque vivimos bien. Porque pensamos que eso no nos va a pasar a nosotros, que eso no tiene nada que ver con nosotros. Pero lo cierto es que todos somos susceptibles de alguna desgracia; y si generalizamos esa indiferencia hacia los demás en sus problemas, esa misma indiferencia recibiremos cuando seamos nosotros los desgraciados.
Si nos miráramos por dentro, nos daríamos cuenta de que somos unos cobardes que no somos capaces de hacernos oír ante las injusticias. Pero es que tampoco lo hacemos, porque sabemos que no recibiremos respaldo de nuestros compañeros y vecinos. Y es un círculo vicioso que nunca acaba; pero que lo único que consigue es que el poder, la administración y las autoridades puedan hacer con nosotros los que le de la gana, y encima se lo permitamos.
Reflexionemos un poco sobre lo que la unión puede hacer. Y no ha de ser una unión explícita. No. Simplemente que el sentido común y el sentido de la justicia sean nuestros eslabones. Si tuviéramos el coraje de denunciar lo injusto, cada uno por separado, al final formaríamos un grupo numerosísimo de descontentos; y no el silencio que respondemos ahora.
El poema que he dejado hoy como frase se refiere a lo que pasó en la Alemania nazi. Denuncia de manera magistral cómo el silencio y la pasividad de unos y de otros permitieron las atrocidades. Si hubiera sido un poco solidarios, quizás otro gallo hubiera cantado.
1 comentario:
Qué razón tienes amigo. Nada como esa pasividad para justificar con la táctica de la avestruz aberraciones brutales.
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