17 agosto 2011

La Propiedad

Cuanto más posee el hombre, menos se posee a sí mismo.
Arturo Graf

Uno de los principales pilares sobre los que se asiente el sistema liberal burgués es el derecho a la propiedad privada. De la misma manera, la corriente opuesta a éste, el marxismo (al menos en su versión primitiva), considera que la propiedad privada ha de suprimirse: todo ha de pertenecer al Estado en pro de la igualdad entre los ciudadanos.

Desde luego, el mundo en el que vivimos hoy es impensable sin la propiedad, sin la posesión de cosas. La propiedad ha sido objeto de reflexión continua a lo largo de la historia. Véase, por ejemplo, el voto de pobreza en las órdenes religiosas cristianas, que no es más que el desprendimiento del mundo material, la renuncia a la posesión, ya que son las cosas, la posesión, la ambición, la que de alguna manera nos alejan del mundo espiritual.

En cierta manera algo parecido está sucediendo en la actualidad, en este sistema social y económico en el que el beneficio a toda costa es el principal objetivo de las organizaciones, principalmente en las sociedades mercantiles. El deseo exhacerbado de poseer (esto son, la ambición y la codicia) deja de un lado la parte más humada y solidaria de los seres humanos y de las agrupaciones de los mismos.

El hecho de poseer lleva implícito el poseo de poseer más cuando, por un lado, no se acompaña esta posesión con unos valores humanos, y por otro, cuando el ser humano se vuelve en exceso individualista, egoísta.

Por otro lado, se ha comprobado también como la supresión de propiedad privada, la supresión de una recompensa individual material provoca la desbandada de la motivación, y con ello, del proyecto vital de la persona. La necesidad de ir mejorando, de ir superándose, de progresar, es necesaria para el hombre: el saber que uno permanecerá en el mismo estado actúe como actúe hace que para que el individuo rinda le sea necesario una fuerza moral considerable. Este progreso o evolución se satisface de una manera relativamente sencilla a través de la propiedad, en la búsqueda de aumentar el patrimonio.

La solidaridad es un valor humano, adquirido, no innato. El ser humano tiende a su propia supervivencia, al egoísmo. Si olvidamos o relativizamos los valores humanos el hombre se vuelve un lobo para el hombre, y si le negamos su naturaleza, lo destruimos. Por ello, para poder hacer posible una optimización del hombre y de la sociedad es necesario, una vez más, acudir al equilibrio aristotélico del punto medio.

5 comentarios:

Marcos dijo...

Como reflexión está muy bien. Pero me gustaría que propusieras ideas para encontrar ese "punto medio". Da igual que sean disparatadas.

También me gusta reflexionar, y ahora está muy de moda, que va a pasar una vez que la propiedad pueda ser copiada/clonada/modificada sin dificultad. Como ocurre ahora con todo aquello "digital". Pero imaginemos, que en un futuro no muy lejano (a ojo de buen cubero, unos 300 años), tenemos una impresora de objetos reales (3D). La propiedad física perdería todo su valor. ¿Qué ocurriría entonces?

Gonsaulo Magno dijo...

Gracias Marcos por el comenario. La verdad es que tampoco pretendía dar ninguna solución, más allá de la simple reflexión. Creo que el límite a la propiedad puede encontrarse en la moral, exprimiendo la ambición siempre que no perjudique a los demás, aunque claro, esto viene a ser relativo también, ya que, si se mira bien, todo acaba perjudicando a otros de una manera u otra.

Respecto al problema que planteas, me parece interesante como argumento de una novela (o relato al menos) de ciencia fincción. No sabría que contestarte. La revolución industrial, la producción en cadena y de manera masiva es un principio de esa impresora de objetos reales y, en vez de saciar la sed de propiedad, ha hecho que se intensifique. Quizás esa impresora daría lugar a lo mismo. Jamás se podrá tener todo, o de todo, y siempre habrá una comparativa con los demás. El poseer no es un absoluto, es un relativo, es un "tener más que alguien". No creo que esa impresora acabara con el valor de la propiedad.

Gracias de nuevo por leer y escribir.

Un saludo

Marcos dijo...

Siempre es un placer leer lo que escribes :) Espero que escribas muchos posts más.

Rubén Pérez Trujillano dijo...

No había leído este post, sir Gonsaulo. En cualquier caso, es pertinente de vez en cuando una crítica mía. No entraré en la discusión sobre la propiedad privada, la propiedad colectiva, la propiedad de titularidad estatal y mucho menos la propiedad bien adquirida o legítimamente adquirida (una de las preocupaciones paradigmáticas del colectivismo y los liberales socialistas más clásicos y pioneros).

Me limitaré a hacerte una pequeña crítica en materia de estilo. Primero, que no me gusta el tono moralista. Ésta es, como ves, una mera cuestión de gusto. Lo importante -y ahí va la segunda- es que el artículo pierde toda coherencia toda vez que confundes o equiparas los términos "propiedad" y "posesión". En este sentido, el artículo no hay por dónde cogerlo.

Por todo lo demás, sigue sacando los colores -no me negarás que la metáfora es acertada- desde tu blog. Los tuyos y los de los demás.

Gonsaulo Magno dijo...

Muy sutil tu comentario, como casi siempre.

Veo tu influencia proudhoniana de división entre "propiedad" y "posesión". No entiendo la necesidad, en el artículo, de hacer tal diferenciación. La posesión individual aunque de propiedad estatal sigue dentro de la casuística en la falta de motivación por la propia supperación y el incentivo de poseer (ser propiertario de) más.

Respecto al tono moralista, es precisamente el concepto moral de la propiedad el que pretendo analizar, y no el económico o político: La propiedad como incentivo y sus excesos.

No obstante, te agradezco tu siempre importante tiempo empleado en la lectura de mi blog.