La lengua disimula y encubre los designios.
O también llamado “lenguaje no sexista”. Se trata del fenómeno lingüístico consistente en un continuo acompañamiento, como si no se presupusiera, del género femenino en cualquier sustantivo o adjetivo de género masculino. Por ejemplo decir “los alumnos y las alumnas del centro…” en vez de “los alumnos del centro”, como si alguien con una capacidad intelectual media no dedujera que la expresión “los alumnos del centro” va dirigida a todo aquel “discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la escuela, colegio o universidad donde estudia” independientemente de su sexo.
Se trata pues, a mi entender, de una manera más de transformar la realidad, o más bien las percepciones que los individuos tienen de ésta, a costa del lenguaje. Es una manera de vender una realidad aún no existente y que muchas veces no llega nunca a establecerse. Se pretende en este país conseguir la igualdad a través de las palabras antes que de los hechos. Parece que fuera preferible tener una “sala para empleados y empleadas” que equiparar los sueldos entre ambos sexos. Se prefiere vivir en la ilusión del lenguaje antes que bajar a la cruda realidad.
El problema de este lenguaje redundante, que a priori puede parecer inocuo, surge cuando los cambios en el lenguaje no van acompañados de cambios reales de igualdad. Cuando se cree que por repetir como loros los dos géneros de cada sustantivo, que aparte de demostrar que sabemos concordar géneros en castellano no sirve para nada, cambia la realidad cuando en realidad no es así, sino que seguimos en la misma igualdad (o desigualdad, según como se mire) que antes. Cuando los verdaderos problemas siguen siendo problemas.
A los que creemos en las acciones más que en las palabras y a los que hemos estudiado durante el instituto a conciencia la lengua castellana, esta nueva moda del lenguaje redundante (disfrazado de igualitario) nos choca de frente. Por más que se repita “padres y madres” en los nombres de las asociaciones escolares, si después llega uno a las reuniones y ve que la proporción de asistencia es de ochenta por ciento para los varones y veinte para las mujeres, no sirve para nada.
Propongo una fórmula para todos aquellos redundantes: cambien la realidad, para que así, de manera natural, el lenguaje se amolde a esta realidad, como ya ha pasado con palabras como “jueza”, “médica” o “bombera”, asimiladas después de la inserción de la mujer a estas profesiones. Palabras que hasta hace unos años no existían en el castellano y hoy son parte asimilada de la lengua.
Por favor, no empobrezcan la lengua con redundancias vacías que no aportan nada al significado de las frases ya que todo el mundo las entiende sin redundancias.
Desde la ignorancia, y probablemente violando nuestra libertad opinión al acusarnos, a todos los que defendemos la lengua castellana con sus normas actuales y no comulgamos con este nuevo lenguaje redundante se nos llama machistas. Pido por favor que en el momento en que yo minusvalore a una persona por ser mujer, o discrimine a alguien por su condición de mujer, o agreda físicamente a una mujer; entonces, y sólo entonces, llámenme machista.
Diego de Saavedra Fajardo
O también llamado “lenguaje no sexista”. Se trata del fenómeno lingüístico consistente en un continuo acompañamiento, como si no se presupusiera, del género femenino en cualquier sustantivo o adjetivo de género masculino. Por ejemplo decir “los alumnos y las alumnas del centro…” en vez de “los alumnos del centro”, como si alguien con una capacidad intelectual media no dedujera que la expresión “los alumnos del centro” va dirigida a todo aquel “discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la escuela, colegio o universidad donde estudia” independientemente de su sexo.
Se trata pues, a mi entender, de una manera más de transformar la realidad, o más bien las percepciones que los individuos tienen de ésta, a costa del lenguaje. Es una manera de vender una realidad aún no existente y que muchas veces no llega nunca a establecerse. Se pretende en este país conseguir la igualdad a través de las palabras antes que de los hechos. Parece que fuera preferible tener una “sala para empleados y empleadas” que equiparar los sueldos entre ambos sexos. Se prefiere vivir en la ilusión del lenguaje antes que bajar a la cruda realidad.
El problema de este lenguaje redundante, que a priori puede parecer inocuo, surge cuando los cambios en el lenguaje no van acompañados de cambios reales de igualdad. Cuando se cree que por repetir como loros los dos géneros de cada sustantivo, que aparte de demostrar que sabemos concordar géneros en castellano no sirve para nada, cambia la realidad cuando en realidad no es así, sino que seguimos en la misma igualdad (o desigualdad, según como se mire) que antes. Cuando los verdaderos problemas siguen siendo problemas.
A los que creemos en las acciones más que en las palabras y a los que hemos estudiado durante el instituto a conciencia la lengua castellana, esta nueva moda del lenguaje redundante (disfrazado de igualitario) nos choca de frente. Por más que se repita “padres y madres” en los nombres de las asociaciones escolares, si después llega uno a las reuniones y ve que la proporción de asistencia es de ochenta por ciento para los varones y veinte para las mujeres, no sirve para nada.
Propongo una fórmula para todos aquellos redundantes: cambien la realidad, para que así, de manera natural, el lenguaje se amolde a esta realidad, como ya ha pasado con palabras como “jueza”, “médica” o “bombera”, asimiladas después de la inserción de la mujer a estas profesiones. Palabras que hasta hace unos años no existían en el castellano y hoy son parte asimilada de la lengua.
Por favor, no empobrezcan la lengua con redundancias vacías que no aportan nada al significado de las frases ya que todo el mundo las entiende sin redundancias.
Desde la ignorancia, y probablemente violando nuestra libertad opinión al acusarnos, a todos los que defendemos la lengua castellana con sus normas actuales y no comulgamos con este nuevo lenguaje redundante se nos llama machistas. Pido por favor que en el momento en que yo minusvalore a una persona por ser mujer, o discrimine a alguien por su condición de mujer, o agreda físicamente a una mujer; entonces, y sólo entonces, llámenme machista.
14 comentarios:
Me revienta mucho cómo se están cargando estos "talibanes lingüísticos" nuestra bella lengua. Pero más todavía que miembros y miembras, no puedo con la manía de decir "andaluzas", "juezas" (y tú has caído en la trampa, amigo XD), "profesoras"... ¿desde cuando juez, andaluces o profesores designa una realidad masculina? ¿-e como masculino?
jueza.
1. f. Mujer que desempeña el cargo de juez.
No veo mal que se fememinicen los sustantivos, para hablar de casos concretos. Lo que no entiendo es que haya que decir dos veces cada uno, para no "dañar sensibilidades", cuando a nadie ofende que en el plural masculino (en género) se incluyan ambos sexos. Bueno, a casi nadie.
Sí, si recogido viene y bien recogido que viene. Pero que sigo sin entenderlo, porque creo, en mi opinión, que juez no está "masculinizado"... ¿-ez como masculino? Lo que te decía con palabras como andaluces o profesores. En todo caso, creo yo, que se debería decir los y las andaluces, ¿no?
Es que es reventar la lengua por reventarla. Y ten claro que la RAE acabará admitiendo miembra (que puestos a buscarles pies al gato, lo veo mucho más correcto que jueza, pos -o es distintivo de masculino).
Pero es que la z sí implica masculino. ¿O casado dices la región andaluz? No. Porque andaluz es masculino, y andaluza el femenino.
La juez, que al fin y al cabo es la mujer que ejerce como juez, sí estaría bien dicho por esa metonomia "la juez". Pero con la jueza digamos se aclara el sexo del sujeto. No lo veo un incoveniente, sino una adatación de la lengua a la realidad. Pero el continuo decir "los jueces y las juezas", como si con "jueces" todo el mundo no entendiera que se refiere al poder judicial, pero parece deneznable.
¿y -ces?
Si ella es la jueza, entonces él será el juezo.
Si ella es policía, él será policío.
Si ella es guardia, él será guardio.
¿Por qué no "estudianta" y "estudianto" ?
¿Cómo se dice, persona o persono ?
Lo mismo para los nombres de ciudades o comunidades. La manía de escribir "A Coruña" en vez de "La Coruña", "Illes Balears" en vez de "Islas Baleares".
Y encima, esta última definición se aprobó (por Ley) y para su utilización oficial (ámbito administrativo) en el idioma español; siendo Jefe del Gobierno un señor llamado Aznar.
¡ Manda g¨... !
Si ella es la juez, él es el juez.
Si ella es la policía, él es el policía.
Si ella es guardia, él es guardio.
Si estoy totalmente de acuerdo contigo Alfa, pero hay algunas profesiones que si se pueden "feminizar". Tampoco me parece eso tan aberrante, sinceramente.
Con la utilización de éste lenguaje sexista van a conseguir que el coño pase a ser una coña y que el pene se convierta en una pena. :P
Enhorabuena por la publicación de éste artículo en el diario Ideal de ayer.
Saludos.
Muy bueno, Gonzalo, como siempre. Si no fuese así, no te admiraría.
Sólo te puntualizo una cosa, aunque estoy seguro de que lo sabes y ha sido más por el contexto: no eres machista por discriminar a una mujer, sino por discriminar a una persona por su sexo. Y tampoco lo eres por pegarle, a lo mejor le pegas sin discriminarla. En ese caso lo que eres es un maltratador (y un hijo de puta, si nos ponemos), pero no necesariamente machista. He ahí otra gran patada a nuestro diccionario que se ha extendido por culpa de los medios: la violencia machista, o aún peor, violencia de GÉNERO! Como dijo Reverte, desde que el hombre es Homo Sapiens no tenemos género, sino sexo. Y menos mal...
Sólo pequeñas puntualizaciones a un
artículo digno de ti ;)
Saludos desde Alemania
Smoker, en cierta manera ya está siendo así, jaja.
Edén, llevas toda la razón del mundo, y es algo que no queda del todo claro en la entrada. Gracias por la puntualización.
Un saludo, desde Granada :-)
Este “uso” (por llamarlo de alguna forma) que se le da al lenguaje no hace sino degradar aún más a nuestra ya maltrecha lengua. La acción de “igualar” géneros debe ir por otros derroteros, poniendo al hombre y a la mujer en el lugar que corresponde a cada uno, basándose en hechos y no en palabras como dices. Mediante estas estrategias de manipulación del lenguaje, la creación de ministerios inútiles e innecesarios y demás argucias consigue-voto-femenino lo que se consigue, a mi parecer, es justo lo contrario a lo que, en teoría, se pretende pues dibuja en el panorama social a una mujer débil y humillada contraria a la realidad de este siglo donde vivimos. Por último diré, recordando el debate filosófico del otro día, que la ambigüedad es la mejor característica que tiene el lenguaje, pero puede ser también un arma de doble filo para quien no sabe como utilizarla.
Un saludo
Ger
De acuerdo, como bien sabrás, contigo Ger. Sólo una puntualización, se trata de diferencia de sexos, no de géneros. Lo del género creo que está relacionado con las palabras o con las especeias (reino, género, sub-género, etc) y no creo que la mujer sea un género específico del hombre.
Gracias por participar :-)
Esta es la especialidad de nuestros amigos de la Junta de Andalucía, en especial, de la incansable Consejería para la Igualdad y Bienestar Social.
Felicidades Gonsaulo, me parece una entrada brillante :)
Gracias anónimo :-)
Publicar un comentario