06 junio 2009

Ciencia y Religión


La religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin la religión estaría coja también.
Albert Einstein

Siempre ha sido, y mucho me temo que seguirá siendo, un debate candente el que enfrenta a la religión y a la ciencia. Ambos, al menos en su origen y esencia, pretenden dar una explicación de los fenómenos que acontecen a nuestro alrededor. Lo que difiere entre ambos son sus métodos.

La ciencia intenta encuadrar todos los procesos en una serie de reglas racionales y normas donde todo encaje y tenga relación lo uno con lo otro. Intenta dar una visión unánime e inapelable de que es la realidad, sin ambigüedades y sin puntos de vista. Sin embargo, esto es hoy posible solamente para algunas cosas, como son la aritmética o el cálculo de las fuerzas gravitatorias. Para otras tantas, como supone la evolución humana o el origen del Universo, sólo tenemos teorías (teoría científicas, pero teorías al fin y al cabo) donde la comunidad científica no cesa de debatir y presentar posturas contrapuestas.

La religión también participa de estas teorías, pero mientras la ciencia cree que todo se crea y forma en la misma Naturaleza a través de ella misma, la religión piensa que hay un súper arquitecto-ingeniero-diseñador (Dios, o dioses en las politeístas) que ha trazado todo el Universo con una perfección sublime (creacionismo). Desde luego, cuando uno aprende sobre los complejos mecanismos del cuerpo humano (por ejemplo) no es disparatado pensar por un momento que se trata de la mejor obra de ingeniería creada, de un diseño perfecto, de una máquina casi infalible; aunque realmente no sea así.

Pero lo que la religión aporta que no aporta la ciencia son una serie de valores. Las religiones distinguen siempre entre lo bueno y lo malo, lo que ha de hacerse y lo que no. La ciencia (hablamos estrictamente de ciencia, no de bioética y otras disciplinas), no se inmiscuye en esos temas. La ciencia nos explica qué es lo que ocurre a nuestro alrededor, y cómo ocurre; pero no puede explicar nada más allá de los fenómenos que acontecen en el mundo. No puede decirnos qué hemos de hacer para ser felices o para sentirnos bien con nosotros mismos.

Y puede que de aquí surja el debate y dilema entre los religiosos y los agnósticos y ateos: ¿qué es preferible, la verdad acerca del mundo; o la felicidad en nuestras vidas?

Por supuesto que no son cosas incompatibles; pero quien cree ciegamente en una religión es incapaz de aceptar partes de la ciencia que atenten contra sus creencias; y al igual sucede de manera contraria: nadie que crea en el método científico podrá aceptar nada proveniente de la religión que contradiga a la ciencia. Y obvio es que, en muchos aspectos, profesan opiniones distintas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gonsaulo: Muy buen planteamiento del tema para iniciar en torno a él un diálogo o debate.

Yo solo puntualizaría dos afirmaciones tuyas. Podría deducirse de lo que dices que los agnósticos y ateos carecen de normas, valores y hasta creencias según las cuales conduzcan sus vidas. Cierto que la inmensa mayoría de los agnósticos y ateos valoran en mucho lo que la Ciencia dice, y aunque admiten que su misión no es la de prescribir el comportamiento humano (lo que ha o no ha de hacerse), sino la de "expllicar el mundo", constituye un punto de referencia básico para ordenar sus vidas. Los ateos y los agnósticos, por tanto, sí que poseen un conjunto de normas, valores y creencias, lo que ocurre es que las desligan de toda dependencia de "un trascendente".

Por eso personalmente no veo que haya un dilema: los agnósticos y ateos, que valoran en mucho la verdad científica acerca del mundo, no dejan por ello de apreciar la búsqueda y el disfrute de la felicidad.

Lo segundo que quería decirte es que la teoría religiosa explicativa del mundo que has expuesto es más bien la del llamado "diseño inteligente", que es muy novedosa aunque puedan encontrarse antecedentes en el pasado de la historia del pensamiento religioso, que la del creacionismo, que es mucho más antigua y común a la mayoría de las religiones.

Muy interesante lo que planteas. En general planteas temas muy interesantes en tu blog.

Enhorabuena.

Gonsaulo Magno dijo...

Muchas gracias por tu comentario, anónimo; y gracias por el apunte, todos los días son días de aprender.

Lo que pienso que ocurre a los agnósticos y ateos, es como dices, que no tienen unos valores basados en lo "trascendente"; pero desde luego, todo el mundo tiene valores; incluso el que no quiere tenerlos, ue al final acaba por tener unos completamente diferentes a los "establecidos", pero al fin y al cabo, valores son.

Los que usan la ciencia como principio de vida basan sus valores en la misma realidad, sin, por lo general, preocuparse si algo está bien o está mal; sino más bien si algo es bueno o malo, para uno mismo, para el resto de concudadanos o para el mundo; pero no analizan el hecho como un hecho, sino que, entiendo yo, lo personifican. No tienen un planteamiento de lo que es bueno o malo, si no de lo que es útil o inútil.

Con esto me refiero a que es la ciencia la que no les aporta esto, no que las personas no tengan principios ni valores ni capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Y es precisamente eso, que es en cada persona distinta donde reside la ética, y por tanto no hay una ética colectiva como sí que la hay en las religiones.

Un saludo.

Rudy Argenti dijo...

La relación entre la religión, la ciencia y la educación se enmarca en el fenómeno espiritual de la trasformación humana, abordado por la doctrina y la teoría de la trascendencia humana: conceptualizada por la sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las conclusiones comparables de la ciencia: (psicología, psicoterapia, etc). Congruencia que prueba a la unión inseparable de la fe y la razón, revelada metafóricamente por Cristo al ciego de nacimiento para hacer un juicio justo a fin de disolver las falsas certezas de la fe que nos que llevan a conclusiones erróneas que nos confunden, conflictuan y enajenan, haciéndonos ciegos a la verdad. La actual controversia entre la fe y la razón, la ciencia y la religión, se inició en el Areópago cuando los helénicos cuestionaron a San Pablo sobre la relación entre las enseñanzas de la doctrina judeo cristiana y las enseñanzas de la filosofía helénica, es decir la relación entre la fe y la razón. Y San Pablo se salió por la tangente arguyendo que el Dios desconocido de los helénicos, era el Dios de Israel, siendo que todos los dioses del Olimpo habían sido derogados por la razón. Convirtiendo el cuestiona miento en controversia, y la controversia en paradoja al separar San Pablo la fe de la razón; lo cual ha mantenido perpleja a la humanidad desde hace dos milenios en espera de una respuesta satisfactoria. Convirtiendo el fideísmo bíblico en una potentísima incubadora de generaciones de estultos en gran escala. El subdesarrollo espiritual de los pueblos cristianos se debe a los falsos valores del fideísmo bíblico que promueve la religión chatarra judeo cristiana en que hemos sido adoctrinados desde la infancia. El humanismo secular cristiano toma a Cristo como ejemplo de lo que es la trascendencia humana, por eso lo sigue, no como Dios, sino como hombre. Es hora de impulsar nuestro desarrollo espiritual, promoviendo los valores supremos de la trascendencia humana y la sociedad perfecta que promueve el humanismo secular cristiano: www.scribd.com/doc/17694382/EL-HUMANISMO -SECULAR -CRISTIANO -Y -EL -DESLINDE -OBJETIVO -DEL –CAMINO –ECUMÉNICO