Estoy de acuerdo en que las sociedades decreten abolir la pena de muerte; pero que empiecen por abolirla los asesinos.
Se está consiguiendo, cada vez más, que la gente vaya teniendo una cierta sensibilidad ante cualquier tipo de violencia. Somos todos, o al menos la mayoría, contrarios a la pena de muerte; y vivimos los españoles en un país donde se ha extinguido. Vivimos ahora rodeados de una serie de campañas contra el maltrato, sensibilizando a la sociedad, instando a que se denuncien los casos de violencia y abusos propios y ajenos.
Somos también partícipes de una campaña en contra del maltrato animal. Luchamos por una “dignidad” mínima de los animales. Nos reenviamos corres electrónicos en contra de las pieles por lo que es necesario para producirlas: la muerte de uno o varios animales. En definitiva, mantenemos constantes luchas en pro de la vida, de cualquier tipo de vida, ya sea vegetal, animal o humana.
Cada vez andamos más concienciados, más seguros, de que la vida es lo más sagrado que tenemos, por eso de ser estrictamente lo único que tenemos. Todos sentimos un estremecimiento al ver la muerte, incluso a veces nombrarla nos produce cierto malestar. Nadie se mantiene indiferente cuando presencia el atropello de un perro o la simple visualización de un cadáver.
Sin embargo, todo esta apología por la vida, todo este respeto a los animales, a la vida, en contra de la violencia y del maltrato contrasta con lo que pasó ayer tarde. Un hombre fue asesinado; y sus compañeros de cartas continuaron plácidos su partida, como si nada hubiera pasado ¿Cómo, nosotros, que sentimos lástima incluso por los animales de granja, podemos sentir indiferencia, ya no por el asesinato (que no muerte) de una persona cercana a nosotros? No digo ya de algún anónimo, que también sería sorprendente si esta persona es asesinada a unos metros de nosotros.
Hay ciertas cosas que me cuesta comprender, ciertas cosas a las que no acabo de acostumbrar, que rayan en el sentido común. Y sólo me sé dar dos explicaciones: o que estos compañeros de cartas de la víctima son unos completos desalmados, o que en el País Vasco impera por completo la dictadura del terror.
Jean Baptiste Alphonse Karr
Se está consiguiendo, cada vez más, que la gente vaya teniendo una cierta sensibilidad ante cualquier tipo de violencia. Somos todos, o al menos la mayoría, contrarios a la pena de muerte; y vivimos los españoles en un país donde se ha extinguido. Vivimos ahora rodeados de una serie de campañas contra el maltrato, sensibilizando a la sociedad, instando a que se denuncien los casos de violencia y abusos propios y ajenos.
Somos también partícipes de una campaña en contra del maltrato animal. Luchamos por una “dignidad” mínima de los animales. Nos reenviamos corres electrónicos en contra de las pieles por lo que es necesario para producirlas: la muerte de uno o varios animales. En definitiva, mantenemos constantes luchas en pro de la vida, de cualquier tipo de vida, ya sea vegetal, animal o humana.
Cada vez andamos más concienciados, más seguros, de que la vida es lo más sagrado que tenemos, por eso de ser estrictamente lo único que tenemos. Todos sentimos un estremecimiento al ver la muerte, incluso a veces nombrarla nos produce cierto malestar. Nadie se mantiene indiferente cuando presencia el atropello de un perro o la simple visualización de un cadáver.
Sin embargo, todo esta apología por la vida, todo este respeto a los animales, a la vida, en contra de la violencia y del maltrato contrasta con lo que pasó ayer tarde. Un hombre fue asesinado; y sus compañeros de cartas continuaron plácidos su partida, como si nada hubiera pasado ¿Cómo, nosotros, que sentimos lástima incluso por los animales de granja, podemos sentir indiferencia, ya no por el asesinato (que no muerte) de una persona cercana a nosotros? No digo ya de algún anónimo, que también sería sorprendente si esta persona es asesinada a unos metros de nosotros.
Hay ciertas cosas que me cuesta comprender, ciertas cosas a las que no acabo de acostumbrar, que rayan en el sentido común. Y sólo me sé dar dos explicaciones: o que estos compañeros de cartas de la víctima son unos completos desalmados, o que en el País Vasco impera por completo la dictadura del terror.
9 comentarios:
o que se llega a desvirtuar hasta tal punto la humanidad de las personas a traves de los medios de comunicación que resulta casi anecdótico impactarse frente a miles de cadáveres de la guerra de Irák o frente a la tala masiva de árboles.
también puede ser, que los compañeros de cartas lo unico que pretendan sea demostrar como no solo no viven con miedo, si no que no van a cambiar su rutina porque ellos decidan excindirse del país al que están unidos.
y que te digo yo, y si les dan por culo a todos? que se queden comiendo mierda al país vasco los cuatro subnormales, y los que dicen seguirlos, que quieren independencia. o que se molesten en saber si no es menos de la mitad de la población los que quieren la independencia.
a veces parece que pararse a pensar nos da donde nos duele, en el dinero.
Una cosa es no cambiar tu rutina, otra es permanecer impasible ante el asesinato de tu "amigo".
A mi sencillamente me resulta escalofriante.
Yo he querido pensar que se trataba de demostrar a los terroristas que la vida sigue y que su saña no entorpecería la vida cotidiana de la gente. Si no, desde luego, no se entiende.
La lógica en Euskadi no es igual... Soy incapaz de interpretar.
Esa "normalidad" es más propia de desalmados que de personas. Una cosa es que no se interrumpa la vida del pueblo (que no sé yo que decirte) y otra es no interrumpir una partida de cartas...
A mi me dejó helado, sencillamente.
yo también pienso que es plantarles cara lo que quieren, o quiero pensarlo.
Se perdió el espíritu de Ermua para siempre. Decía Arzalluz que la única salida era aguantar, con esa actitud, veo normal que si matan a un ser querido, ya ni sientan rabia ni indignación, simplemente, resignación porque le ha tocado a él. Sencillamente, es un problema lo que tiene la sociedad vasca, pero un problema muy grave.
o quizás solo se reunieran para recordar a su amigo, con un motivo por el que reunirse. lo mismo les importaba más haber perdido a un amigo que cómo hubiera sido...
No creo sinceramente que buscar un sustituto para la partida sea un símbolo de duelo.
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