31 marzo 2016

Breves impresiones sobre el Peloponeso.

¿Has notado que las lilas más espléndidas, por ejemplo, son las que crecen junto a establos en ruinas y chozas abandonadas? A veces la belleza necesita ser un poco olvidada para alcanzar su plenitud.
Elizabeth Gilbert

Grecia, o al menos su península más famosa, es un país abrupto. Grandes montañas, escarpadas, que son coronadas con castillos o lugar de santuarios a los antiguos dioses desde los que se divisa el mar, que parece estar por todos lados. Sorprenden los grandes desniveles, los profundos valles y las perdidas carreteras de montaña cuya última reparación pareciera haberse hecha en los tiempos de Pericles.

Su paisaje es puramente mediterráneo. Olivares y viñedos; matorrales y flores amarillas. Alguna amapola perdida entre sus campos. Piedras calizas y ruinas. El paraje ideal para los pintores de paisajes del siglo XVIII, acompañado de un clima excelente, que bien se le parece al español.

Sobre su factor humano, Grecia es un país despreocupado. Tal vez continúen con los ritmos pasados de vida contemplativa, de carpe diem, de nada tiene importancia, pero es evidente que rigor es la última palabra que podría definir a Grecia y a los griegos. Son despreocupados hasta el extremo. Inclusive con uno de sus mayores activos, como es su patrimonio histórico.

Grecia transmite una sensación de dejadez que bien podría compararse con el sur de España. Sus gentes son amables y hospitalarias. No esconden su entusiasmo en que te sientas agusto en sus locales y establecimientos. Les gusta la vida en la calle y desde luego las ciudades cuentan con espacios para ello, al menos las que yo he visitado. Hay plazas y parques y banco en las calles estratégicamente situadas ante vistas o edificios emblemáticos. Parece que les gusta deleitarse con la vista y con el aire.

Tiene también el país helénico un aire decadente. Tal vez porque sus mayores atractivos sean ruinas y edificios que muestran esplendores pretéritos, pero que en la actualidad no son sino reflejos nostálgicos. No sólo las antiguas ciudades griegas, sino su patrimonio medieval está también en un estado de conservación mejorable. Grecia es como ese viejo que no cesa de añorar ese pasado mientras permanece sentado impasible, con honrosas y turísticas excepciones de veraneo de playa.

Sorprende también de Grecia su gran patriotismo y apego a la bandera. Incluso entre movimientos de izquierda, aunque mucho me temo que esto sólo causa sorpresa entre españoles, tan poco habituados a las alabanzas a la patria por parte de un hemisferio político. Banderas griegas en balcones, faroles y establecimientos. Sin complejos. Con orgullo, pese a no vivir, precisamente, sus tiempos más gloriosos. O precisamente por ello.

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