Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos
Son escasos los momentos en la vida en que uno se encuentra contento y a gusto consigo mismo. Siempre tiene un “pero”, una falta o algún detalle por pulir, y rara vez se consigue estar al cien por cien satisfecho con uno mismo.
El dilema viene cuando, en esos momentos en los que uno no se encuentra a sí mismo o encuentra aspectos que no agradan, qué hacer. Existen dos posibilidades: la primera es resignarse y conformarse con lo que uno es, atribuyendo esto a los genes o al Destino; y la segunda es procurar cambiarse a sí mismo, mediante la voluntad.
La postura a tomar depende inevitablemente de la personalidad de cada uno. Supongo yo, como suele ocurrir en todas las posturas contrarias, que la verdad estará cerca al término medio: que tendrán parte de culpa los genes, y la otra parte será de la voluntad.
Esto nos llevaría a concluir que siempre hay algo de la personalidad de puede moldease a través de la voluntad; y otra que es innata y perenne en el ser humano. ¿Qué hacer entonces, usar la voluntad para moldear esa parte que podemos cambiar; o resignarnos con la otra, que por el contrario, siempre será así?
Las personalidades fuertes creerán que ellas son dueñas de sí mismas, y optarán por la primera opción; estando seguros de poder manejarse a sí mismos. Sin embargo, las personalidades débiles alegarán que el esfuerzo no servirá de nada, ya que cada uno es como ha nacido. O lo que es lo mismo, cada personalidad atenderá a una u otra opción según sea acorde precisamente a su personalidad.
Mucho me temo que todo este planteamiento no conduce sino a una paradoja, tal como la de cuál fue primero: el huevo o la gallina.
Eduardo Galeano
Son escasos los momentos en la vida en que uno se encuentra contento y a gusto consigo mismo. Siempre tiene un “pero”, una falta o algún detalle por pulir, y rara vez se consigue estar al cien por cien satisfecho con uno mismo.
El dilema viene cuando, en esos momentos en los que uno no se encuentra a sí mismo o encuentra aspectos que no agradan, qué hacer. Existen dos posibilidades: la primera es resignarse y conformarse con lo que uno es, atribuyendo esto a los genes o al Destino; y la segunda es procurar cambiarse a sí mismo, mediante la voluntad.
La postura a tomar depende inevitablemente de la personalidad de cada uno. Supongo yo, como suele ocurrir en todas las posturas contrarias, que la verdad estará cerca al término medio: que tendrán parte de culpa los genes, y la otra parte será de la voluntad.
Esto nos llevaría a concluir que siempre hay algo de la personalidad de puede moldease a través de la voluntad; y otra que es innata y perenne en el ser humano. ¿Qué hacer entonces, usar la voluntad para moldear esa parte que podemos cambiar; o resignarnos con la otra, que por el contrario, siempre será así?
Las personalidades fuertes creerán que ellas son dueñas de sí mismas, y optarán por la primera opción; estando seguros de poder manejarse a sí mismos. Sin embargo, las personalidades débiles alegarán que el esfuerzo no servirá de nada, ya que cada uno es como ha nacido. O lo que es lo mismo, cada personalidad atenderá a una u otra opción según sea acorde precisamente a su personalidad.
Mucho me temo que todo este planteamiento no conduce sino a una paradoja, tal como la de cuál fue primero: el huevo o la gallina.
5 comentarios:
Cada vez que me planteas algo nuevo en la vida, algo distinto para reflexionar, siempre alcanzo como única filosofía el eclecticismo. No hay otra.
En este caso que tú aquí propones, la personalidad de cada uno hace mucho. Hace todo, si nos arriesgáramos con una máxima. Pero resulta que después hay golpes de la vida que no dependen de nada ni de nadie, sino de la vida propia (una enfermedad por ejemplo). Por tanto, no caben ni blancos ni negros, sí medias tintas, que pueden ayudar a sortear o vadear los obstáculos, pero nunca garantizan el éxito.
Un saludo
Pero se puede intentar, aunque te venga un golpe tan fuerte e inevitable como una enfermedad, se puede intentar manejar la situación. Una enfermedad no la viven igual dos personas, hay gente dura y otra gente que se derrumba y se queja y vocifera. Eso está en la personalidad y la concepción de la vida que cada uno tiene.
Saludos.
Hace tiempo que aprendí que una cosa es la personalidad y otra el carácter. Uno puede actuar sobre la personalidad que es más superficial, sin embargo lo que más cuesta es cambiar el carácter, el cual se fundamenta en unos principios, los cuales se establecen por medio de los hábitos. Lo que quiero decir es que la mayoría de las personas que quieren cambiar algo que nos les gusta echan mano de la autoayuda fácil, que consiste en intentar engañarse a uno mismo, pero no cambiar lo que se encuentra debajo.
Menudo rollo. Bueno, si te interesa el tema te recomiendo "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva" (el título engaña) de Stephen R. Covey. Mi libro de cabecera.
¡Ah! y yo soy de los que piensan que todo puede cambiarse, menos lo físico, aunque también está la cirugía plástica ;-)
En primer lugar me alegro de haber generado debate.
Me temo que todos tenemos razón, a nuestra manera. Sobre la reflexión de Pakithor acerca de la personalidad y del carácter, creo que es acertada. Aplicando un símil físico, la personalidad podría representar el vector de posición, y el carácter el de movimiento (velocidad). Digamos que uno es más lo que nos configura, y lo otro lo que nos conduce a uno u otro lado.
Un saludo a los tres
Buena reflexión, Gonzalo. Muy cierta.
En fin, uno) habrña que ser positivo y decidir que sí que somos capaces de mejorarnos a través de la voluntad, ... que la batalla se puede ganar.
dos) habrá que ser menos exigentes y disfrutar de las pequeñas cosas, de los breves instantes.
Para terminar , dejo la conocida cita de S. Agustín: " conócete, acéptate, supérate "
Un Abrazo,
F.J.
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