21 octubre 2007

Levantarse


El día precedente enseña el día que sigue.
Píndaro

Pasamos muchos días sin saber muy bien qué estamos haciendo con nuestras vidas. Nos levantamos un día sí, un día también; sin saber muy bien qué esperamos encontrarnos al abrir la puerta de la calle, sin saber muy qué estamos esperando exactamente.


Pero nos levantamos, por rutina, obligación o compromiso; por ser incapaces de romper unas normas sociales, una rutina o unas conductas. Nos levantamos y salimos a la calle todos los días sin querer; sin estar seguros de los porqués. Pero nos levantamos.

Salimos a la calle, vamos a nuestro trabajo, a nuestra universidad, a nuestro instituto. A donde quiera que vayamos, vamos a veces sin saber por qué; sin saber por qué no nos hemos quedado durmiendo, que es lo que realmente nos apetecía, lo que realmente deseábamos. Pero tenemos unas obligaciones, unos compromisos, unos deberes.

Sin embargo, no somos capaces de romper con eso que nos ata a la pesadumbre, eso que no deseamos hacer, pero necesitamos hacer. Quizás lo hagamos porque consideramos nuestro pesar como pasajero, y sabemos o creemos que pasará; por lo cual necesitaremos de esas obligaciones o esos compromisos. Nos volvemos racionales en mitad de la tormenta de sensaciones. No podemos huir del racionalismo, de la razón, del bien y del mal; de lo mejor y de lo peor.

Quizás continuemos la rutina porque no somos suficientemente fuertes como para romperla en dos, desbaratarla y esparcir sus pedazos por el aire. Nos falta decisión, fortaleza y seguridad. No podemos desprendernos de la rutina, porque no tendríamos donde agarrarnos.

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