26 febrero 2023

La noche del 12

La herramienta básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar las palabras.
Philip K. Dick

Lo que traigo por estos lares después de mucho tiempo en escribir por aquí es la crítica a una película homónima a esta entrada. Más que una crítica cinematográfica, es una excusa para resaltar algo que me ha disgustado de la misma (por innecesario, sobre todo) y que veo que cada vez es más un fenómeno extendido en obras culturales: el mensaje propagandístico poco sutil a colación de hechos que se recogen en la película. Y a ello voy.

La película empieza dando un dato sobre las estadísticas de casos resueltos y no resueltos en Francia, dejando intuir que lo que se vería a lo largo de la cinta iba a ser eso, un caso sin resolver y que toda la obra en su conjunto pretendería (o, al menos, eso se puede dejar de entrever al espectador) en una reflexión ya sea sobre las causa de que esto ocurra, o bien sobre la visión de la Policía sobre esa incapacidad de dar solución, o incluso (por dar una tercera temática posible) sobre la visión humana del entorno de la víctima que sienten la importancia que trae consigo la injusticia. Pero me temo que la cinta, en el fondo, iba de otra cosa.

La película es una película sobria, cotidiana. Por la estructura recuerda un poco a Zodiac, de David Fincher. Ya desde el minuto uno se ve cómo el jefe de la investigación no es un policía al uso, y quizás esta pueda ser una buena aportación de la cinta. Es, por usar conceptos modernos, un policía deconstruido. Yohan, el protagonista, no apela a la violencia, no enjuicia (como sí hacen sus compañeros) las actividades o vida de la víctima, practica un deporte inusual (como es la bicicleta en velódromo), etc. Desde luego, el policía sale del estereotipo clásico de película y novela policíaca, y no ya de Philippe Marlowe, sino incluso de las últimas películas españolas incluso.

De la fotografía y de música se puede (y debe) hablar muy bien. Esta última es excelente y la primera nos recorre unas zonas de Francia periféricas (hay Francia más allá de París), lo cual es un punto a favor: retratar el país más allá de la capital y descubrir una parte del país más desconocida y alejada de los circuitos normales franceses.

La parte final de la película es la parte donde poner el pero. Deja la duda de por qué ha triunfado tanto en los César, si por su calidad cinematográfica o por reproducir determinados mensajes e ideologías mediante diálogos que son ajenos a la trama (y que quizás, por eso, choquen más al espectador) y se cuelan de lleno en la película con un mensaje claro dicho de manera explícita en la película: “todos los hombres mataron a Clara”. Al final, por desgracia, da la sensación de que de esto va la película, que todo el hilo argumental, toda la trama, no es más que una excusa para dar este contundente, manido y demagógico mensaje. Lo cual provoca a quien estas líneas escribe una profunda decepción.

No sé si el director (varón) tiene alguna culpa que expiar o se trata de un tema de financiación, si necesita reproducir no sé qué mensajes para que financien las películas, pero la película se trata de cargarle el muerto (nunca mejor dicho) al patriarcado. Y los mensajes, como digo, son explícitos en los diálogos, no es un velo que recubre la película, algo que uno respire y necesite analizar y concretar: no: los protagonistas lo explicitan lo suficiente para que no quede duda del mensaje, por si hay algún despistado que no lo coge, o por si toman al espectador medio directamente por imbécil.

Además, sobrevienen de repente al final de la trama dos papeles femeninos, ya a posteriori de la investigación (que puede que en caso real fueran así, pero la suspicacia ya está servida), que juegan un papel fundamental en el mensaje: la jueza que quiere rescatar el caso tres años después; y la joven incorporación, número 1 de la promoción y que quiere ir a homicidios porque le gusta el análisis y la investigación (y la violencia, admite. En este sentido, tampoco podemos dejar a un lado el alegato de Nanie, la amiga de Clara, que presume que la policía sólo pregunta por su vida privada por morbo y para poder pensar que es la fallecida era una puta por su liberalidad en el plano sexual. Esto último ocurre ante el silencio de nuestro policía deconstruido que no es capaz de contestarle que una relación sexual puede ser el origen de un móvil, como celos, que provoquen un asesinato.

La conclusión del caso sin resolver es, sin embargo, que todos los hombres mataron a Clara. Y, lo grave, es que es un mensaje asumido, aceptado y repetido. Para que se pueda apreciar la barbaridad del asunto, imaginen que elegimos otra variable (variable que encima es completamente arbitraria para el sujeto, que no la elige, que nace con ella) para trazar los colectivos y colocar a cada persona en uno u otro grupo, como la raza (si se van a siglos no muy anteriores y algunas ideologías del parlamento español no tienen ni que imaginarlo), ¿podríamos decir que en el 11-S o 11-M no fueron los terroristas concretos que perpetraron las masacres, sino que fueron los musulmanes quienes los llevaron a cabo? ¿Podríamos acusar a todo el colectivo por un acto concreto de unos determinados individuos? En la sociedad contemporánea parece que sí.

Para terminar, diré que me apena que gran parte del mundo de la cultura esté tan contaminado. Y no porque contenga subyacente unas ideas o un mensaje, sino porque lo explicita demasiado, porque no lo tritura, todo queda burdo. Y es una pena que la película, que técnicamente es buena, los personajes están bien construidos (pese a los estereotipos mencionados), y la música y la fotografía sean bastante buenas, que a un espectador le quede el sabor de boca de que la obra parezca catecúmena de la ideología hegemónica hoy en día. Se queda, así, uno con una sensación agridulce. Y me temo que esto no es un fenómeno aislado. Se puede apreciar la misma forma de actuar en el documental sobre las niñas de Alcácer, donde sobran, absolutamente, los minutos finales del mismo por exactamente el mismo motivo.

No hay comentarios: