20 junio 2012

Idealismos

El verdadero heroísmo está en transformar los deseos en realidades y las ideas en hechos.
Alfonso Rodríguez Castelao

 Hay quien, hablando sobre el carácter y el espíritu de los españoles, nos describe como idealistas. Al principio, a uno se le viene a la cabeza el Lazarillo de Tormes, siempre tan presente, aunque sin saberse, en la actitud de los españoles que el concebir al español como idealista choca.

No obstante, la concepción de idealista no tiene una acepción única. Quizás la primera imagen que nos venga a la cabeza de un idealista es esa persona ingenua, un poco ajena al mundo, que mantiene cierta esperanza en que los procesos y circunstancias mejoren, basándose, la mayoría de las veces, en unos valores o ideas abstractos, etéreos, principalmente morales, proyectados sobre el conjunto de personas que, estimaría el idealista, los tiene interiorizados.

Podríamos hablar de esta persona como aquella que confía en que el mundo base su comportamiento en ideales morales y abstractos.

Sin embargo, idealista podría representar también a esa persona que cree firmemente en unas ideas, que tiene unas convicciones tan profundas que es capaz de hacer sacrificios enormes en pro de la materialización de esas ideas. Desde luego, el trasfondo de estas ideas suele descansar en un ideal de justicia y cierta bondad moral, pero a diferencia del perfil anterior, no espera ninguna actitud por parte de los demás, sino que es él mismo, mediante su fe, actitud, hechos, discursos o acciones quien pretende extender esas ideas, llevarlas a la práctica y transformar el mundo a partir de ellas.

Correspondería este tipo de personas a aquellos idealistas que creen en la fuerza transformadora de las ideas llevadas a la práctica.

Quizás, pensando con detenimiento, este segundo perfil de idealista si podría corresponderse con el carácter del español: la asimilación de unas ideas y/o concepciones y su incesante esfuerzo por llevarlas a cabo.

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