28 mayo 2011

Voluntad y Motivación

Voluntad firme no es lo mismo que voluntad enérgica y mucho menos que voluntad impetuosa.
Jaime Luciano Balmes

¿Cuántos planes habremos hecho a lo largo de nuestra vida? Y de todos ellos, ¿cuántos hemos llevado a cabo? ¿Cuántos han fracasado? Y estos que fracasan, ¿lo hacen por ser en exceso ambiciosos? ¿O por ser nimiedades que no merecen la pena? ¿Cuántas veces habremos rehecho nuestra agenda de vida? ¿Cuántas veces habremos deseado y cuántas más habremos abandonado?

La vida de una persona puede describirse y conocerse a través de sus anhelos y renuncias. Todo hombre ha sentido la necesidad de reorientar una vida para finalmente trazarla de la misma manera. Pasa un poco como con el sistema político: cada cuatro años nos proponemos cambiar el país para volver a ser los mismos miserables, o si se puede, un poco más.

Cambiarnos a nosotros mismos es harto difícil. No siempre depende de nuestra exclusiva voluntad, aunque sin ella, queda el propósito relegado a la utopía. La motivación es fundamental en cualquier cambio: querer ese cambio, desearlo, palparlo casi antes de alcanzarlo. Querer con firmeza nos mueve al cambio, nos lleva a él. Pero pasa con la motivación como con el deporte: de nada sirve el esfuerzo excesivo un día sino para obtener agujetas. La motivación ha de persistir en el tiempo, ha de prolongarse durante nuestro empeño, ya que, gracias a ella, el trabajo y el esfuerzo puede convertirse casi en un placer. Querer algo, y mantenerlo, es la clave del éxito de nuestros proyectos.

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