02 mayo 2011

Escepticismo Social

La primera vez que me engañes la culpa será tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
Proverbio árabe

Parece que la mentira se ha instalado en el plano político. Hay quien incluso la defiende como necesaria. Mentiras piadosas, dicen. Es posible que se puedan perdonar ciertos medios cuando el fin es noble, pero cuando el único fin no es ni siquiera comprendido por las víctimas de los medios empleados, esa persona no puede será perdonada jamás.

Sucede con la clase política hoy en día lo que en la tradición popular española se conoce como el cuento de Pedro y el lobo. Es difícil creer en una clase política que justifica la mentira, que ve la paja en el ojo ajeno y ve la viga en el suyo propio. Y cuando un país no cree en su clase política, éste está perdido.

No acabo de aclararme qué es más grave: si que los políticos recurran a medios inmorales para preservar su poder, o que los ciudadanos lleguemos a justificar esos medios inmorales atrincherados en bandos románticos de buenos contra malos, de izquierdas contra derechas y viceversa. Cuando no hay ideas, el fanatismo es lo que queda. Apegarse a un sentimiento, a un ideal abstracto, a lo que despiertan unas siglas y un logotipo. Considero que eso es algo muy peligroso en una actividad como la política que debería ser en su mayor parte racional. Cuando los sentimientos de aversión vencen, nada bueno puede ocurrir.

Por otro lado, cuando se llegan a estos términos, el escepticismo aumento entre las personas. Crece el escepticismo social. Cada vez que alguien miente, la siguiente vez que este mentiroso trata de convencer a alguien es mucho más costoso. Se desconfía de quien ya ha mentido. Y cuando esta desconfianza es general, cuando el escepticismo es una característica de la sociedad, los políticos no funcionan. Y cuando éstos no lo hacen, tampoco lo puede hacer la nación.

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