05 febrero 2011

Mitos

El deseo de felicidad mantiene presente el mito del artista.
Félix de Azúa

Toda persona tiene una referencia ideal respecto a cada una de sus dimensiones vitales. Todo el mundo aspira a algo, y en esas aspiraciones, tendemos a tomar por referencia situaciones, hechos o personas que entendemos son perfectos e ideales y que de alguna manera van marcando nuestro tope.

Una de estas dimensiones es la historia y la política. La definición de una ideología política en uno mismo no puede llegar a definirse sin una mitificación previa de un personaje, una situación, un territorio o una sociedad concreta. La formación de los sentimientos relacionados con la ideología política nacen de la concepción abstracta (de la elevación al abstracto más bien) de una situación concreta que nunca fue tal y como se describe.

Los mitos son necesarios cuando se trata de creer en una cosa. Ya los griegos usaban a los héroes como ejemplos absolutos de las virtudes, idealizándolos en extremos y creando una necesidad o voluntad de imitación de estos, siendo esta imitación el objetivo vital más importante.

También ha sucedido en muchas religiones. Las figuras principales de muchas religiones han sido divinizadas e idealizadas, y mucha de la conducta exigida a los fieles de éstas es la imitación de aquéllos, la aproximación a al ideal perfecto que se desprende de dichos personajes.

Así bien, las naciones también han creado sus mitos de formación. Toda nación tiene personajes y tiempos de gloria, donde las virtudes de los héroes y las épocas no hacen sino invitar al ciudadano a conseguir recuperar la gloria que la nación tuvo en tiempos de los héroes. Se invoca a idealizar la nación, ha elevarla hasta el abstracto del mito.

Lo que no pueden olvidar aquellos que quieren hacer un análisis serio de la Historia o la política es que estas mitificaciones no son más que eso, idealizaciones y exaltaciones que persiguen orientar la conducta de sus ciudadanos en busca de estos mitos. A la hora de ser rigurosos, ha de bajarse a los hechos. No obstante, estos mitos y exaltaciones pueden decirnos muchos sobre una cultura y una sociedad, cuáles son sus valores y a qué aspira.

Y así ocurre también para el hombre: son los mitos que uno admira los que van marcando la conducta en la vida. Son las creencias que, independientemente de verdaderas o falsas, inspiran a cada uno y moldean su voluntad.

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