12 febrero 2011

El Desgaste de las Instituciones Democráticas

Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia
Alfred Emanuel Smith

Leo y escucho muchas críticas hacia los políticos tras los últimos casos de corrupción destapados. No son ataques contra un político en concreto, e incluso no lo son contra el partido contrario (sí, en España existe un bipartidismo visceral). Se trata de un ataque contra la “clase política” en general, contra la casta, contra la categoría profesional política, y, francamente, me preocupa.

Perder el respeto a los políticos lleva detrás de sí una consecuencia más grave: desconfianza y desencanto con las instituciones que representan. Son los políticos los que ocupan los sitios de las instituciones y por tanto es a ellos a quienes se relaciona con ellas. Además, casi ninguno de ellos ha mostrado nunca interés en separar a la institución democrática del Estado con el partido. Es más, puede casi afirmarse que se ha fomentado lo contrario, la fusión del cargo con el partido la asignación de los escaños y puestos de representación al grupo político antes que a las personas. La prueba de esta confusión es en que la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros la hace el Secretario de Organización del partido, y no el portavoz del Gobierno, como debiera.

La pérdida de respeto y confianza en las instituciones democráticas no puede llevar consigo sino un desgaste de la misma democracia. Las instituciones son la cara del sistema democrático, son el poder legitimado a través de la democracia. Por tanto, si perdemos la confianza en ese poder democrático, estamos perdiendo la confianza en la propia democracia.

Muchas son las diferencias con respecto de los años 30 (existe una Unión Europea, la presencia e importancia del ejército en la vida civil se ha reducido considerablemente, etc.) pero si las democracias cedieron ante las dictaduras en aquellos años, mucho se debió al desencanto por la democracia que se vivió en aquellas sociedades, por el desgaste de las instituciones democráticas. Y este desgaste del sistema democrático no es más que un nido de populistas autoritarios. Hitler es el mejor ejemplo de esto que digo.

No tiene que llegarse al extremo del nazismo para que la democracia se pervierta. La politización de la Justicia, la inexistencia de unos sindicatos libres e independientes que defiendan al trabajador, la falta de democracia en las elecciones de candidatos a las instituciones, la limitación del ciudadano en las decisiones que realmente le afectan, la falta de transparencia en las instituciones, la duplicidad de administraciones, etc. son síntomas de una democracia incompleta o enferma.

Nada es definitivo aún. Todavía estamos a tiempo de sanarla. La fórmula es bien sencilla: más democracia, como ya enunció Alfred Emanuel Smith. Pero como los ciudadanos sigamos mirando para otro lado y riéndole la gracia a quienes viven a costa de nuestros impuestos sin más preocupación que sus propios intereses y sin más argumento y bandera que una ideología caduca y anacrónica, puede que en un futuro próximo lamentemos, como hizo Alemania en su día, haber entregado tácitamente la democracia y la libertad a unos pocos, que pese a predicar sobre el bien de la nación y la sociedad, no habrían mirado más allá de su propio ombligo y ambiciones.

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