Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo.
Todo hecho tiene unas consecuencias; y son casi siempre estas consecuencias las que determinan si hemos de hacer o de dejar de hacer ciertas cosas. El si las cosas están bien o mal ha quedado en un segundo plano para traer al frente si lo que hagamos nos beneficia o nos perjudica. Vivimos en un pragmatismo demasiado exagerado.
Los valores sobre el bien y el mal han sido relegados, descendidos de categoría. La conciencia parece residir en el bienestar individual, siendo el bienestar colectivo más una consecuencia del nuestro propio, no viceversa. Sentirnos bien está dejando de ser una cuestión ética para convertirse en una hedónica, donde es el cuerpo y no la mente la que ha de sentirse agusto.
Toda esta falta de valores están muy bien cuando somos nosotros los que pisoteamos, cuando podemos comer todos los días, tenemos un trabajo, una vivienda y la vida, digamos nos sonríe. Cuando encontramos, por contra, la otra cara de la moneda es quizás cuando sentimos la importancia de la caridad y de la piedad y cuando agradecemos que alguien que puede pisotearnos no nos pisotee, aun sabiendo las veces que nosotros hemos apretado el pié para no dejar títere con cabeza.
Pero no se trata sólo de tener unos valores. Los valores llevados al extremo, es decir, convertirse el fanático de unos valores ya pre-establecidos como puede ser la ética que proporciona una religión, también nos ciegan y nos idiotizan.
Lo que hay que lograr es la separación entre el bien y el mal por nosotros mismos, apoyándonos en valores ajenos y en nuestra propia experiencia y percepción, pero siendo nosotros los capaces de discernir entre lo bueno y lo malo, y ser nosotros los que tengamos el criterio y la decisión. Debemos construir nuestra propia ética.
Probablemente la mejor manera de decidir sobre si algo es bueno o malo es aplicándonoslo sobre nosotros mismo, suponiéndonos por un momento víctimas o agentes pasivos. Y si lo queremos para nosotros será bueno, y si no, malo.
Cuando todo esto pase, puede que sea cuando nos empiece a ir a todos un poco mejor.
Albert Camus
Todo hecho tiene unas consecuencias; y son casi siempre estas consecuencias las que determinan si hemos de hacer o de dejar de hacer ciertas cosas. El si las cosas están bien o mal ha quedado en un segundo plano para traer al frente si lo que hagamos nos beneficia o nos perjudica. Vivimos en un pragmatismo demasiado exagerado.
Los valores sobre el bien y el mal han sido relegados, descendidos de categoría. La conciencia parece residir en el bienestar individual, siendo el bienestar colectivo más una consecuencia del nuestro propio, no viceversa. Sentirnos bien está dejando de ser una cuestión ética para convertirse en una hedónica, donde es el cuerpo y no la mente la que ha de sentirse agusto.
Toda esta falta de valores están muy bien cuando somos nosotros los que pisoteamos, cuando podemos comer todos los días, tenemos un trabajo, una vivienda y la vida, digamos nos sonríe. Cuando encontramos, por contra, la otra cara de la moneda es quizás cuando sentimos la importancia de la caridad y de la piedad y cuando agradecemos que alguien que puede pisotearnos no nos pisotee, aun sabiendo las veces que nosotros hemos apretado el pié para no dejar títere con cabeza.
Pero no se trata sólo de tener unos valores. Los valores llevados al extremo, es decir, convertirse el fanático de unos valores ya pre-establecidos como puede ser la ética que proporciona una religión, también nos ciegan y nos idiotizan.
Lo que hay que lograr es la separación entre el bien y el mal por nosotros mismos, apoyándonos en valores ajenos y en nuestra propia experiencia y percepción, pero siendo nosotros los capaces de discernir entre lo bueno y lo malo, y ser nosotros los que tengamos el criterio y la decisión. Debemos construir nuestra propia ética.
Probablemente la mejor manera de decidir sobre si algo es bueno o malo es aplicándonoslo sobre nosotros mismo, suponiéndonos por un momento víctimas o agentes pasivos. Y si lo queremos para nosotros será bueno, y si no, malo.
Cuando todo esto pase, puede que sea cuando nos empiece a ir a todos un poco mejor.
4 comentarios:
aisss, y tanto mejor....
El bien y el mal son conceptos religiosos.
Además de relativos.
´
Carece de sentido crear una ética propia que no se amolde a los parámetros sociales.
Yo creo que son más bien éticos, y que la religión, quieroendo formular una ética, los utiliza.
¿Los parámetros sociales no son al fin y al cabo el resumen de nuestras éticas?
Anímate a escribir hombre! que tienes esto dejaillo eh!
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