En el nombre de todos los competidores prometo que participaré en estos juegos olímpicos, respetando y obedeciendo las reglas que los rigen, en el verdadero espíritu de la deportividad, para la gloria del deporte y la honra de nuestros equipos
Parece que la delegación española en Pekín coge vuelo. Después de unos ocho primeros días donde ha costado conseguir medallas, donde los cuartos puestos han rozado medalla; por fin conseguimos metales.
Y es que el trabajo, el esfuerzo y el espíritu que muchos deportistas llevan acumulado hasta estos juegos debían de ser recompensados tarde o temprano. Cierto es también que muchos de los deportistas participantes en estos juegos se dejan la piel igual o más que los condecorados, pese a volverse de vacío a sus países de origen. Y es que sólo hay tres premios por prueba y no se puede dar premio a todo.
Lo que yo imagino que ha de ser una sensación incomparable es ser campeón olímpico, colgarte el oro y escuchar emocionado el himno de tu país. Ha de ser una experiencia comparable con muy pocas. Y me parece a mi también, que tiene mucha más emoción ganar un torneo o una prueba en solitario que en equipo, porque considero que el espíritu de las olimpiadas es en elegir al mejor, en la lucha uno contra otro, más que a los mejores.
Por eso siempre tendrá mucho más valor una medalla en la maratón, o en los cincuenta metros mariposa que en baloncesto o en fútbol. Y eso les pasa también a los deportes, sobre todo a los grandes. Miremos al grande entre los grandes: el fútbol. El prestigio de un oro olímpico jamás podrá ser comparado con el de un mundial o eurocopa.
Y de la misma forma me parece al revés; que un oro olímpico en los cien lisos jamás podrá compararse con un campeonato del mundo o de Europa. Supongo que cuestión de puntos de vista.
Credo olímpico
Parece que la delegación española en Pekín coge vuelo. Después de unos ocho primeros días donde ha costado conseguir medallas, donde los cuartos puestos han rozado medalla; por fin conseguimos metales.
Y es que el trabajo, el esfuerzo y el espíritu que muchos deportistas llevan acumulado hasta estos juegos debían de ser recompensados tarde o temprano. Cierto es también que muchos de los deportistas participantes en estos juegos se dejan la piel igual o más que los condecorados, pese a volverse de vacío a sus países de origen. Y es que sólo hay tres premios por prueba y no se puede dar premio a todo.
Lo que yo imagino que ha de ser una sensación incomparable es ser campeón olímpico, colgarte el oro y escuchar emocionado el himno de tu país. Ha de ser una experiencia comparable con muy pocas. Y me parece a mi también, que tiene mucha más emoción ganar un torneo o una prueba en solitario que en equipo, porque considero que el espíritu de las olimpiadas es en elegir al mejor, en la lucha uno contra otro, más que a los mejores.
Por eso siempre tendrá mucho más valor una medalla en la maratón, o en los cincuenta metros mariposa que en baloncesto o en fútbol. Y eso les pasa también a los deportes, sobre todo a los grandes. Miremos al grande entre los grandes: el fútbol. El prestigio de un oro olímpico jamás podrá ser comparado con el de un mundial o eurocopa.
Y de la misma forma me parece al revés; que un oro olímpico en los cien lisos jamás podrá compararse con un campeonato del mundo o de Europa. Supongo que cuestión de puntos de vista.
1 comentario:
Ya sabes que a mí lo de los himnos no es que me ponga, pero daría mi vida por vivir un momento así.
Saludos.
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