27 julio 2007

El Hogar


Una casa es el lugar donde uno es esperado.
Antonio Gala

Después de un largo tiempo sin escribir por aquí, tengo tantas cosas que decir que no se por donde empezar. Intentaré dosificar los temas, para no quedarme pronto sin nada qué decir, que últimamente tenía la sensación de que me repetía un poco.

Empezaré hoy por el hogar. El hogar: aquello de lo que tantas veces hemos deseado huir, escapar, dejar atrás es lo primero que uno echa de menos cuando está fuera una temporada.

El ser humano es increíblemente tradicionalista y amante de los rituales. Si aprendemos a atarnos los cordones de una forma determinada o aliñar la ensalada con un protocolo concreto; es difícil que aceptemos sin más otra manera de hacerlo. Y es más, tacharemos de “raro” todo aquello que no se asemeje a nuestra tradición natal.

Tendemos a hacer lo nuestro universal y absoluto, a creer que todo lo que hacemos está bien; y ha sido así siempre. No planteamos que otra manera de hacer las cosas puede ser positiva para nosotros, que otro punto de vista puede ser más acertado que el propio. No. Somos inevitablemente imperialistas, difusores de nuestras tradiciones.

Quizás todo esto se deba a la necesidad de seguridad que el ser humana arrastra desde que nace. Uno debe siempre sentirse cómodo y seguro con lo que hace, necesita saber que el resultado de una acción va a proporcionarle una porción de felicidad, satisfacción o beneficio; y cuando proponen una alternativa es imposible saber, por mucho que otra persona nos hable de sus experiencias nadie escarmienta en cabeza ajena, qué va a pasar.

Por eso uno echa de menos su hogar, su casa, su almohada, su sofá, su frigorífico, la distribución de cubiertos y platos en la mesa, su mando de la televisión, su telediario, sus horarios de comida, su marca de cerveza, su escritorio del ordenador, su teclado, su fondo de escritorio, su ventana, su terraza… incluso uno llega a echar de menos por momentos hasta su rutina.

2 comentarios:

Ana Cervantes dijo...

Qué te voy a decir yo de echar de menos el hogar... vivo en Granada y voy pocas veces al año a mi tierra de origen, mi Vera. Aunque lo que me pasa a mi es contradictorio... Cuando estoy lejos de mi casa es inevitable acordarme de mi gente, de mi espacio, y sentir cierta añoranza. Pero cuando estoy en mi casa veo que me he acostumbrado a cierta independencia que en mi casa no tengo. Cuando uno vive sólo adquiere unos hábitos que luego en la casa familiar son más conflictivos.

Asi que cuando estoy lejos echo de menos a mi gente y cuando estoy con ellos echo de menos mi independencia (y mi novio). Cuanto más crecemos más difícil es ser enteramente feliz con tu entorno, supongo que nos volvemos más exigentes.

Espero que nadie se me eche encima si digo que Granada, como ciudad, me parece más bella que Almería, en fin... que yo tengo el corazón partido entre dos hogares...

Me alegra verte de vuelta en el blog, espero leerte regularmente por aquí.

Besos!

Ank-Su-Ra dijo...

Veo que, una vez más, me queda poco por añadir. Ciertamente, el hombre e sun animal de costumbres, de rutinas. pero es ciertamente necesario hecharlas d emenos para darnos cuenta de que existen. de que sin nuestro siyón no somos los mismos y que sin nuestra cerveza la vida no sabe igual. es necesario sacar la cabeza de nuestro entorno para ver como somos en realidad. yo soy de aqui y nunca he salido más de 1 o 2 semanas. Pero amo esta ciudad como si me hubiera visto nacer. entiendo que esta ciudad sea la mitad de tu corazón. yo no me imagino una vida sin ella.

Me uno a ala alegría de Erato de que vuelvas. asi verás que mi subjetividad hacia tus escritos no es tanta. Un besico