06 junio 2007

Justicia Histórica


Los pecados escriben la historia, el bien es silencioso.
Johann Wolfang Goethe

Han emitido recientemente en televisión un reportaje sobre Adolfo Suárez, el primer presidente de la historia. La mayoría de los españoles hoy en día lo considera el mejor presidente de la democracia; pero es evidente que todos esos que lo votan han olvidado como un día lo trataron.

Es ahora, cuando la pobre criatura sufre no sé si de alzheimer u otra enfermedad mental que le hace difícil o imposible ser consciente de la actual realidad; cuando España se acuerda de él.

Una vez más la Historia me demuestra que es el tiempo quién coloca a cada uno en su lugar, que es la perspectiva la que da valor a las acciones y discursos de uno, y es sólo con el tiempo cuando se puede juzgar sobre algo o a alguien.

Sin embargo, no puedo dejar de sentir pena al pensar que este hombre jamás verá ni sentirá reconocido su trabajo por España. Seguramente no le importe, ni haya hecho lo que hizo por el reconocimiento ni por la gloria; pero ya que la tiene y que la merece, que menos que poder disfrutarla.

El problema que quiero plantear es el por qué hacemos las cosas: si buscamos un reconocimiento de nosotros mismos, o un reconocimiento en los demás. Aquel que busca un reconocimiento, inmediato además, de los demás, sabe que tiene serias opciones a quedar relegado en el olvido en una temporada. La fama es temporal, caduca. La historia sin embargo escribe sus páginas con la tinta del tiempo, difícil de borrar aunque no de manipular.

Sin embargo, el que busca auto realizarse, el que busca el deber personal y lo persigue, sentirá la satisfacción de haber realizado las cosas de forma correcta, o por lo menos, como él las creía correctas. Aunque no siempre se obtenga el respeto y la admiración del mundo, ya sea por envida ignorancia o causas semejantes.

El dilema viene a ser una vez más el mismo de siempre: ¿es preferible ser feliz, o ser recordado, quedar para siempre? Supongo que la mayoría de las personas buscan en vida la felicidad, explorando caminos como es el poder, el dinero, el lujo o cualquier otro forma seductora, y quizás errónea, de felicidad. Sin embargo, no todo el mundo consigue ser feliz pese a sus esfuerzos. Y personas como esta, que aparte de su felicidad buscaron la felicidad de un conjunto de personas, en cierto modo ajenas a él, y que sacrificaron su felicidad, tranquilidad y bienestar por un grupo de personas únicamente pueden ser recompensadas con el consuelo del recuerdo. Es un trato difícil el de la felicidad por el recuerdo y la gloria.

1 comentario:

Pakithor dijo...

Efectivamente, Gonsaulo, es lamentable que don Adolfo Suárez no se acuerde ni siquiera de que fue presidente del gobierno.

Respecto a tu reflexión yo no sé qué es mejor, cada uno decide por si mismo, pero dejar un legado es algo mucho más importante que simplemente haber tenido una existencia más o menos satisfactoria.

Saludos.