04 diciembre 2006

La ciencia como religión

filogon


Las proposiciones matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad, no son ciertas; y en cuanto que son ciertas, no tienen nada que ver con la realidad.
Albert Einstein.

Ayer, de vuelta a mi casa después de una cervezas con los amigos, íbamos uno de estos amigos y yo hablando sobre nuestras respectivas carreras. Al final, la conversación derivó a la evaluación de las matemáticas. Mi amigo comentaba que él veía a las matemáticas como lo único fiable, como irrevocable, como el culmen de la razón. Yo sin embargo, alegaba que la ciencia no es más que otro tipo de fe, casi una religión más (un día haré un tratado o un ensayo por lo menos).

El destino ha querido, sin embargo, que hoy en mi clase de Lógica Informática se hablara de las historia de las matemáticas, para contextualizar el nacimiento del lambda cálculo (fricadas). Este profesor explicaba que Hilbert había intentado a principios de siglo XX demostrar que las matemáticas son completas y consistentes; para poder hacer de las matemáticas casi su religión. Pero en 1931, Gödel, demostró la incompletitud del conjunto de números más simples, el de los Naturales, y por tanto esta conclusión se expandía al resto de conjuntos, más complejos.

Con esto que quiero decir. Con esto quiero reivindicar mi más riguroso escepticismo ante todo. Ni la ciencia de la razón pura, como son las matemáticas, es absoluta. Nada es absoluto. Nada es universal. La razón es subjetiva, la razón es un producto humano como otro cualquiera, un elemento más al que agarrarnos en el día a día. Y confirma así mi teoría de que la ciencia es eso, una religión, una forma de sentirnos seguros y completos en el mundo, una explicación de cosas que son inexplicables.

Cada vez veo más importantes las letras en el ser humano, en la formación de personas e individuos, y en la autocomplacencia y satisfacción con uno mismo.

Otro día, con más tiempo y más despacio, desarrollaré esta idea con más argumentos y contenido: más bonito y más mejor. Pero es que el hecho de hablar anoche de esto, y hoy dar en clase eso mismo, ha hecho que sea inevitable escribirlo aquí.

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