19 abril 2010

Desconfianza


¿Qué soledad es más solitaria que la desconfianza?
George Eliot

Cuando uno desconfía del sistema, de una persona o de un grupo, ¿por qué lo hace? Podríamos reflexionar y encontrar una serie de posibles razones, de entre las cuales no sería, ni mucho menos, fácil encontrar la certera, o al menos, la más aproximada. Seguramente, el error se encuentra en intentar buscar un único factor como solución, siendo más que probable que toda respuesta metafísica, psicológica o humana sea la suma, mezcla y división de varios de ellos.

Una de las razones que podrían justificar la desconfianza es un miedo hacia las consecuencias que el acto del que tenemos miedo/desconfianza puede ocasionarnos. Así, por ejemplo, al ser (o al menos al creer) menos probable un atraco durante el día que durante la noche, paseamos con más confianza durante el día que durante la noche. Sentimos cierta desconfianza a andar por callejuelas por la noche, no por la oscuridad en sí, si no por lo que pueda esconder en sus entrañas.

La desconfianza, esta vez orientada más sobre las personas, puede darse cuando creemos a la persona (o al grupo, o al sistema) capaz de hacer aquello que nosotros haríamos. Sería algo así como el refrán apuntaba: se cree el ladrón que todos son de su condición. Desconfiamos de personas que creemos capaz de causarnos algún perjuicio, cuando realmente, esa capacidad no la vemos sino en nosotros mismos.

También confiamos sobre algunas personas la capacidad de la locura o de la extravagancia. Es decir, a veces desconfiamos de una persona (de nuevo, o grupo o sistema) porque consideramos como probable aquello que es improbable. Le otorgamos más probabilidad de la que realmente tiene a cualquier tipo de arrebato de locura, ira, o cualquier otro sentimiento incontrolable. Vemos, en ocasiones, a personas capaces de cosas fuera de lo racional. Subestimamos o sobreestimamos (según se mire) a esa persona o conjunto de ellas.

Es propio de la desconfianza, asimismo, suponer que ese acto que no deseamos que suceda, nos parezca irreparable, insalvable. Podría tratarse de un menosprecio a uno mismo, de creer que nuestra voluntad no es suficiente para superar el imprevisto.

Lo cierto, como ya adelantaba, es que nada está claro respecto a estos temas. Muchos son los caminos por los que la desconfianza puede acudir, y ninguno ser del todo verdad, ni ninguno del todo falso. Difícil cura tiene la desconfianza, salvo el convencerse a sí mismo de que nada, absolutamente nada, es tan importante como para no ser jamás salvado o superado.

1 comentario:

Rayén* dijo...

"La desconfianza, esta vez orientada más sobre las personas, puede darse cuando creemos a la persona (o al grupo, o al sistema) capaz de hacer aquello que nosotros haríamos. Sería algo así como el refrán apuntaba: se cree el ladrón que todos son de su condición. Desconfiamos de personas que creemos capaz de causarnos algún perjuicio, cuando realmente, esa capacidad no la vemos sino en nosotros mismos"

en esto concuerdo en parte, porque muchos de nuestros celos y desconfianzas parten de que uno piensa "yo haría eso... y si él/ella lo hace también?". pero no sé si siempre nace de ahí. tmb tiene que ver inseguridades propias, quizás no porque uno lo vaya a hacer tmb. no sé, es complejo. o capaz no y nosotros nomás lo compliquemos. si nos pudiésemos hacer a la idea de que nada va a ser TAN grave, no desconfiaríamos quizás?