En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.
Arthur Schopenhauer
La música, uno de los artes del ser humano, y quizás uno de los más sublimes. Hoy creo que he comprendido porque la música se considera arte: porque llena y eleva el alma.
La música, como sucede con todos los artes, tiene la capacidad de transmitir una sensación, de transmitir un estado de ánimo, de comunicar sensaciones, de comunicar sentimientos; y lo mejor de todo, es que no dice palabra, deja que la melodía sea el único canal de comunicación.
Hoy he visto que las sensaciones son universales. Una melodía triste transmite tristeza a todo el que la escuche. A algunos más, a otros menos; pero siempre tristeza, siempre acaba llenando el alma de ese sentimiento, y provocando empatía o emergiendo recuerdos. Es una de las virtudes del arte, la universalidad, la descripción del alma; y la música lo consigue. Cuando la melodía suena grave y triste, el alma se siente grave y triste; o al menos, comprendemos esa gravedad y esa tristeza. Y no se trata de algo que hayamos aprendido, es algo innato. La tristeza es igual aquí que en cualquier parte del mundo, y cada arte tiene una forma de canalizarlo.
Realmente la música influye en el alma, en el estado de ánimo, en nuestro día a día. Tiene el don de marcar el paso del corazón, el ritmo de la conciencia. Nos orienta hacia la alegría o el llanto según se entone una u otra melodía. Nos convierte. Nos transforma.
Es más, la música es fácilmente asociable a un tipo de persona. Las personas que escuchan una determinada música, tienen personalidades parecidas, gustos parecidos. Y llega un momento en el que no se sabe si son las personas las que crean la música, o es la música la que crea las personas.
La música, como sucede con todos los artes, tiene la capacidad de transmitir una sensación, de transmitir un estado de ánimo, de comunicar sensaciones, de comunicar sentimientos; y lo mejor de todo, es que no dice palabra, deja que la melodía sea el único canal de comunicación.
Hoy he visto que las sensaciones son universales. Una melodía triste transmite tristeza a todo el que la escuche. A algunos más, a otros menos; pero siempre tristeza, siempre acaba llenando el alma de ese sentimiento, y provocando empatía o emergiendo recuerdos. Es una de las virtudes del arte, la universalidad, la descripción del alma; y la música lo consigue. Cuando la melodía suena grave y triste, el alma se siente grave y triste; o al menos, comprendemos esa gravedad y esa tristeza. Y no se trata de algo que hayamos aprendido, es algo innato. La tristeza es igual aquí que en cualquier parte del mundo, y cada arte tiene una forma de canalizarlo.
Realmente la música influye en el alma, en el estado de ánimo, en nuestro día a día. Tiene el don de marcar el paso del corazón, el ritmo de la conciencia. Nos orienta hacia la alegría o el llanto según se entone una u otra melodía. Nos convierte. Nos transforma.
Es más, la música es fácilmente asociable a un tipo de persona. Las personas que escuchan una determinada música, tienen personalidades parecidas, gustos parecidos. Y llega un momento en el que no se sabe si son las personas las que crean la música, o es la música la que crea las personas.
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