Sólo quién sabe decir No, puede decir Sí
Anónimo
Decir no, a menudo, se convierte en algo tan importante, y a veces incluso más, que decir sí. Sin embargo, no apruebo a aquellos que niegan por sistema, que dicen “no” por ser el antónimo de “sí”, al igual que dicen “sí”, cuando se proclama “no”. Tampoco simpatizo con aquellos que del sí a todos, sin razonar, sin mirar más allá del simple monosílabo.
Creo, por tanto, que el saber estar a favor o en contra de algo es más importante que simpatizar con alguien. Cuando uno ha de decidir sobre si hacer o decir, o por el contrario, quedar o callar, no ha de hacerlo a la ligera, pero ha de razonarlo, y una vez concluido, acatar esa decisión.
También es cierto que depositamos nuestra confianza en alguien, y hacemos sus decisiones nuestras, o las aceptamos y posteriormente nos dedicamos a defenderlas como si fueran nuestras, buscando argumentos a veces donde no los hay, o en sitios erróneos, porque la idea original no andaba por ese camino. Así se desacreditan también las ideas, con malas defensas, o con excesivo fanatismo ideológico.
Las decisiones y las ideas han de ser en última instancia nuestras, prestadas o no. Aunque simpaticemos con una persona o una idea, debemos tener claro por qué simpatizamos, qué encontramos en esa idea o esa acción favorable hacia nuestra persona o entorno, y que no. Y en caso de que fuera de nuestro desagradado, hay que ser lo suficientemente seguro y contundente para saber decir “no”.
Copio además un texto que leí en un espacio de una prima mía. El autor del texto lo desconozco. Como resumen, y como ya he puesto en la cita del principio, “Y sólo quién sabe decir No, puede decir Sí”
No, es No y hay una sola manera de decirlo. No.
Sin admiración, sin interrogantes, ni puntos suspensivos.
No, se dice de una sola manera.
Es corto rápido, monocorde, sobrio y escueto.
No, se dice una sola vez. Con la misma entonación.
Un No que necesita de una larga caminata
o una reflexión en el jardín no es No.
Un No que necesita de explicaciones justificadoras, no es No.
No, tiene brevedad.
No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas,
ni puede dejar de ser.
No, aunque el otro y el mundo se pongan patas arriba.
No, es el fin de un libro,
sin más capítulos ni segundas partes.
No, no se dice por carta, ni se dice con silencios,
ni en voz baja,ni gritando, ni con la cabeza gacha,
ni mirando hacia otro lado,
ni con símbolos devueltos, ni con pena,
aún menos con satisfacción.
No, es No.
Cuándo el No es No,
se mirará a los ojos
y el No se descolgará naturalmente de los labios.
La voz del No, no es trémula,
vacilante, ni agresiva, no deja lugar a dudas.
Ese No, no es una negación del pasado,
es una corrección al futuro.
Y sólo quién sabe decir No, puede decir Si
Creo, por tanto, que el saber estar a favor o en contra de algo es más importante que simpatizar con alguien. Cuando uno ha de decidir sobre si hacer o decir, o por el contrario, quedar o callar, no ha de hacerlo a la ligera, pero ha de razonarlo, y una vez concluido, acatar esa decisión.
También es cierto que depositamos nuestra confianza en alguien, y hacemos sus decisiones nuestras, o las aceptamos y posteriormente nos dedicamos a defenderlas como si fueran nuestras, buscando argumentos a veces donde no los hay, o en sitios erróneos, porque la idea original no andaba por ese camino. Así se desacreditan también las ideas, con malas defensas, o con excesivo fanatismo ideológico.
Las decisiones y las ideas han de ser en última instancia nuestras, prestadas o no. Aunque simpaticemos con una persona o una idea, debemos tener claro por qué simpatizamos, qué encontramos en esa idea o esa acción favorable hacia nuestra persona o entorno, y que no. Y en caso de que fuera de nuestro desagradado, hay que ser lo suficientemente seguro y contundente para saber decir “no”.
Copio además un texto que leí en un espacio de una prima mía. El autor del texto lo desconozco. Como resumen, y como ya he puesto en la cita del principio, “Y sólo quién sabe decir No, puede decir Sí”
No, es No y hay una sola manera de decirlo. No.
Sin admiración, sin interrogantes, ni puntos suspensivos.
No, se dice de una sola manera.
Es corto rápido, monocorde, sobrio y escueto.
No, se dice una sola vez. Con la misma entonación.
Un No que necesita de una larga caminata
o una reflexión en el jardín no es No.
Un No que necesita de explicaciones justificadoras, no es No.
No, tiene brevedad.
No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas,
ni puede dejar de ser.
No, aunque el otro y el mundo se pongan patas arriba.
No, es el fin de un libro,
sin más capítulos ni segundas partes.
No, no se dice por carta, ni se dice con silencios,
ni en voz baja,ni gritando, ni con la cabeza gacha,
ni mirando hacia otro lado,
ni con símbolos devueltos, ni con pena,
aún menos con satisfacción.
No, es No.
Cuándo el No es No,
se mirará a los ojos
y el No se descolgará naturalmente de los labios.
La voz del No, no es trémula,
vacilante, ni agresiva, no deja lugar a dudas.
Ese No, no es una negación del pasado,
es una corrección al futuro.
Y sólo quién sabe decir No, puede decir Si
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