Puede que la respuesta sea no preguntarse por qué
Fito & Fitipaldis
Como ya he dicho en millones de entradas anteriores, el ser humano se está planteando continuamente diversas cuestiones de muy diversa índole.
En la mayoría de las ocasiones, las resuestas vienen tras una breve divagación, y suelen ser claras y distintas. Otras tantas llevan más tiempo. Podemos pasar días buscando respuestas acerca de problemas que nos afectan de forma personal y afectiva.
Y hay un tercer grupo. Hay unas cuestiones que a veces nos creamos nosotros mismos porque no sabemos en qué pensar, y necesitamos tener cierta agitación en la mente. Quizás éstas sean las peores, porque nos obsesionamos con la búsqueda de una solución al un problema que verdaderamente no supone un problema, sino el resultado del aburrimiento y/o del bienestar personal.
Obsesionados con solventar el problema, pasamos días y días indagando sobre el origen de la cuestión; y es al cabo de estas jornadas cuando por fin concluimos que el supuesto problema no es fruto de otra cosa que del aburrimiento, de la a veces necesidad de dar trascendencia a nuestra vida, de dudar de nuestros pilares más firmes por el simple hecho de que no tenemos otra cosa en qué pensar, y recurrimos (sobre todo nos pasa a las mentes inquietas) a remover los cimientos en busca de preguntas que probablemente no tengan respuesta alguna.
En la mayoría de las ocasiones, las resuestas vienen tras una breve divagación, y suelen ser claras y distintas. Otras tantas llevan más tiempo. Podemos pasar días buscando respuestas acerca de problemas que nos afectan de forma personal y afectiva.
Y hay un tercer grupo. Hay unas cuestiones que a veces nos creamos nosotros mismos porque no sabemos en qué pensar, y necesitamos tener cierta agitación en la mente. Quizás éstas sean las peores, porque nos obsesionamos con la búsqueda de una solución al un problema que verdaderamente no supone un problema, sino el resultado del aburrimiento y/o del bienestar personal.
Obsesionados con solventar el problema, pasamos días y días indagando sobre el origen de la cuestión; y es al cabo de estas jornadas cuando por fin concluimos que el supuesto problema no es fruto de otra cosa que del aburrimiento, de la a veces necesidad de dar trascendencia a nuestra vida, de dudar de nuestros pilares más firmes por el simple hecho de que no tenemos otra cosa en qué pensar, y recurrimos (sobre todo nos pasa a las mentes inquietas) a remover los cimientos en busca de preguntas que probablemente no tengan respuesta alguna.
1 comentario:
Lo malo de remover cimientos imprescindibles es que pueden acabar con el edificio derrumbado...
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