Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo.
Sófocles
Una vez más los políticos vuelven a faltar a las normas básicas de una democracia. Ya pasó entre el once y catorce de marzo de dos mil cuatro. Y vuelve a pasar otra vez, en Granada, pero esta vez de forma tan evidente y ruin que no levanta otro sentimiento que no sea el desprecio.
El Partido Socialista desde su sede regional de Sevilla convoca para la jornada de reflexión un botellón en Granada. Y es que claro, como una vez funcionó y quedaron totalmente impunes, ¿por qué no intentarlo otra vez?
El problema de la democracia viene cuando las personas se hacen más fuerte que las leyes; cuando éstas son sólo usadas con fines partidistas y oportunistas. En democracia, la ley es quién manda. El poder que en una monarquía se le atribuye al rey, en democracia se le otorga a la ley, que se supone consensuada y acatada por el pueblo. Si no se respetan las reglas del juego, esto se convierte en ver quién hace la trapería más grande. Cada vez que una infracción de este tipo no se castiga, se está incitando a volverse a cometer. Si no se está de acuerdo en una ley, se debe luchar por que ésta sea modificada; no aplicar justicia cada cual con su mano.
Llevamos unos años en España donde la política se está convirtiendo en un juego sucio en busca de poder y ambiciones. Ya no se cree en las ideas. Los discursos se basan cada vez más en el “y tú más”, en el atacar al adversario político antes que ensalzar las virtudes propias. Ya no se promueven las ideologías, se carga contra las opuestas. Parece no haber límites para alcanzar el poder, como bien demuestra el Partido Socialista con esta moda reciente de sabotear las jornadas de reflexión.
Pero no olviden ustedes que quien siembra vientos, recoge tempestades. Miren a la década de los treinta si no.
El Partido Socialista desde su sede regional de Sevilla convoca para la jornada de reflexión un botellón en Granada. Y es que claro, como una vez funcionó y quedaron totalmente impunes, ¿por qué no intentarlo otra vez?
El problema de la democracia viene cuando las personas se hacen más fuerte que las leyes; cuando éstas son sólo usadas con fines partidistas y oportunistas. En democracia, la ley es quién manda. El poder que en una monarquía se le atribuye al rey, en democracia se le otorga a la ley, que se supone consensuada y acatada por el pueblo. Si no se respetan las reglas del juego, esto se convierte en ver quién hace la trapería más grande. Cada vez que una infracción de este tipo no se castiga, se está incitando a volverse a cometer. Si no se está de acuerdo en una ley, se debe luchar por que ésta sea modificada; no aplicar justicia cada cual con su mano.
Llevamos unos años en España donde la política se está convirtiendo en un juego sucio en busca de poder y ambiciones. Ya no se cree en las ideas. Los discursos se basan cada vez más en el “y tú más”, en el atacar al adversario político antes que ensalzar las virtudes propias. Ya no se promueven las ideologías, se carga contra las opuestas. Parece no haber límites para alcanzar el poder, como bien demuestra el Partido Socialista con esta moda reciente de sabotear las jornadas de reflexión.
Pero no olviden ustedes que quien siembra vientos, recoge tempestades. Miren a la década de los treinta si no.
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