21 mayo 2007

El porqué de un porqué


Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los "cómos".
Friedrich Nietzsche

Hay días en los que uno no sabe muy bien por qué está vivo, qué hace en y con su vida, por qué se levanta por las mañanas, y por qué sigue acostándose. Siempre tiene que haber un porqué en la vida, o quizás, la vida misma sea un porqué.

Es necesario tener unos objetivos en la vida, unas aspiraciones, unos sueños, un día a día, un porqué. Incluso es preferible tener más de uno, por si alguno de esos pilare sobre los que sustentamos la vida se cayera, poder agarrarnos a otros para poder flotar en la realidad.

El ser humano necesita darle una trascendencia en su vida. No se conforma con ser un paseante, uno más en la gran escala de la vida. El hombre no se considera una casualidad, y si así lo hace, tiene una necesidad de demostrarle al azar que éste hizo bien.

Tendemos a mirar por encima del hombro al resto del planeta. Podemos hacerlo, desde luego, pero tal vez debamos ser más modestos y domar esa soberbia tan nuestra.

Se siente miedo y desilusión cuando uno empieza a creer que no es nadie en el Universo, que no somos más que polvo, que no somos más que nada. Y es probable que por eso el ser humano a lo largo de la historia se haya preocupado de recopilar historias, hazañas, literaturas y demás artes para dar trascendencia a unas vidas, que ya no aspira a sobrevivir, sino a vivir.

Y son esas artes y esa historia la que nos enseña a cómo actuar, la que nos explica muchos porqués y la que abre nuestra cabeza en busca de más aspiraciones y más objetivos vitales. Cuando leemos un libro, vemos una buena película o contemplamos un cuadro, sentimos como que tenemos que hace algo en la vida, nos sentimos más llenos, más enteros, y con ganas de no pasar desapercibido ante el mundo.

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